Editar artesanías mientras en el sur de israel y en la franja de gaza se escuchan disparos de raquetas y bombas de retardo arrojados por la aviación israelí no generan deseos de ocuparse de literatura, de cuentos y poemas. Es un cuadro que se reproduce cada tanto tiempo con los muertos y heridos (la mayoría de víctimas son palestinos): Es un conflicto que no se va a resolver por la razón de la fuerza si no por la fuerza del diálogo, el razonamiento y la comprensión absoluta de QUE para que haya paz los enemigos deben hablar entré sí y lograr mínimos entendimientos. Israel no reconoce a los gobernantes de Gaza, elegidos democráticamente en elecciones libres, y por lo tanto no hay posibilidades de que se logren acuerdos de paz. Obama, los europeos y la ONU están ocupados con los ajustes y la desocupACIÓN, NO TIENEN TIEMPO NI INTERÉS DE FRENAr LAS MATANZAS DE CIVILES. NUESTRA SOLIDARIDAD CON LOS POBLADORES DEL SUR DE iSRAEL QUE VIVEN EN EL MIEDO, Y con los pobladores de gaza que viven en la angustia de la muerte que viene del cielo.
“Basta de Holocausto, basta de días de homenajes a
soldados caídos. Basta”
La necesidad de
escapar de los conflictos que ahogan a la sociedad israelí, la identidad, las
muertes, el destino judío, subyacen en la última novela del autor, 'El cantar
del fuego'
Estimado lector
Abraham
B. Yehoshua vive en el Carmelo, el monte sobre el que se asienta parte de la
ciudad de Haifa y desde el que se ve el mar. Su apartamento está ordenado,
limpio y decorado con cariño. Las fotos de sus hijos y nietos cuelgan de las
paredes. Yehoshua es un hombre de familia, ferviente defensor de los
matrimonios que se quieren y se hacen la vida más fácil. A esas parejas les
dedica una parte de su último libro,El cantar del fuego. La otra
parte, la cruz de la novela, la protagoniza un viudo escapista cuyo matrimonio
ha roto la muerte. La novela es la historia de una pareja israelí de unos
sesenta años, que se separa durante una semana. Él se queda en Tel Aviv, y
ella, Daniela, viaja a Tanzania para visitar a su cuñado. La hermana de Daniela
ha muerto y ahora quiere compartir el duelo con su viudo. Así arranca una
novela que trata de dos adultos que se quieren en la distancia, de la muerte de
una hermana, de un soldado caído y, cómo no, de la identidad israelí. El viudo
Yirmehayu no quiere volver a Israel. Su estrategia de duelo consiste en
rechazar todo lo relacionado con su vida en Israel y con el judaísmo. Es decir,
con su existencia anterior, la que compartió con su mujer. “He decidido tomarme
un descanso de todo eso”, dice el viudo. Las tradiciones, los ritos, el
conflicto con los palestinos. Quiere escapar y desprenderse por un rato de esa
identidad, pero a Yirmehayu le resulta tan difícil como a muchos otros
israelíes. “Es una necesidad que todos sentimos a veces. Basta de Holocausto,
basta de día de homenaje a los soldados caídos. Basta, basta, basta”, se queja
Yehoshua.
El
conflicto con los palestinos, con el resto de los vecinos de la región y ahora
con Irán forma parte de esa suerte de paquete nacional que todos los israelíes
reciben al nacer quieran o no. “No se puede imaginar lo cansado que estoy de
los conflictos…, pero te atrapan. Son importantes. Como escritor, lo que hago
es tratar de mezclarlo con otras cosas”. Juega con ello en su obra, pero la
vida real es otra cosa. “Ahora el primer ministro elige el día del Holocausto
para hablar de otro Holocausto. Es increíble. Creíamos que ya se había acabado.
Después de la Guerra
de los Seis Días vino Sadat, y yo lloré porque no me podía creer que un
presidente egipcio viniera para ofrecernos la paz. Y ahora todo vuelve. Es el
destino judío, el antisemitismo, nuestras propias acciones, nuestras
provocaciones, nuestra estupidez que hace que todo se repita”.
Como
tantos otros, Yirmehayu, el viudo, quiere escapar. Su caso, sin embargo, es muy
particular. Su hijo murió en Cisjordania, tocado por fuego amigo —Fuego
amigo, el título original de la novela—. “Una muerte sin sentido”, dice
Yehoshua. De nuevo la muerte del hijo soldado, que aparece como gran tema de la
producción literaria israelí. Yirmehayu viaja a los territorios palestinos para
comprender y en busca de consuelo. Su hijo murió mientras ayudaba a una familia
palestina. Pero en los territorios palestinos no encuentra consuelo alguno,
porque al margen de sus supuestas bondades, su hijo era un soldado que formaba
parte de un Ejército de ocupación. La situación está tan podrida que la bondad
individual de un soldado no va a ningún lado, termina como casi todo en un
contexto de ocupación: mal.De eso también vaFuego amigo o El
cantar del fuego. De cómo la ocupación israelí, que comenzó en 1967 y que
oprime a los palestinos es también un disparo a los pies israelíes, de cómo
mantener esta situación de por vida es para Yehoshua apostar por una suerte de
suicidio nacional. “No sabemos si Israel existirá dentro de cien años. Se
cuestiona la legitimidad del país y eso hace que cunda el nerviosismo en el
país. El miedo se convierte en agresión y la agresión en más susto. Ese es el
círculo vicioso”.
Yehoshua,
halcón entre las palomas y paloma entre los halcones, en seguida aclara que él
defiende a ultranza al Ejército de su país. Hace años que da clase a soldados y
cree que el Ejército ha sido el gran elemento integrador. Piensa además que “no
se puede culpar al Ejército de la militarización del país. La culpa es de los
políticos”. No falta, claro, quien difiere de su visión, quien sostiene que la
integración no es tal y que el llamado mosaico israelí es más bien un sistema
de clases bien estratificado. Tal vez debido a la particular visión que tiene
Yehoshua del Ejército, el soldado difunto, presente a lo largo de toda la
novela, es la personificación de la bondad.
La
identidad israelí, que a Yirmehayu se le pega a la piel a su pesar, es la que
en Israel le roba el sueño a políticos e intelectuales, que compiten por
imponer su visión identitaria del Estado. Religiosos contra laicos,
nacionalistas contra pacifistas, ricos contra pobres. Yehoshua (Jerusalén,
1936) pertenece al campo de los laicos que quieren la paz con los palestinos y
la evacuación de las colonias, sin renunciar al sueño sionista. Para él,
sionismo equivale a la aplicación de la ley del retorno, es decir, la que
permite a todos los judíos del mundo emigrar a Israel, al hogar judío. Los
palestinos de la diáspora, de los campos de refugiados, también tendrían
derecho a volver a su tierra, matiza el escritor. “Se ataca mucho al sionismo,
pero lo que no se tiene en cuenta es que el sionismo salvó a 300.000-4000.000
judíos del crematorio cuando Estados Unidos cerró sus puertas”. Para el autor
de La novia liberada y Una mujer en Jerusalén, el
problema no es el sionismo, sino las políticas de su país, la mano blanda con
los colonos que “quieren más tierras, más territorios”.
Su
mayor preocupación reside no obstante en el avance de las fuerzas religiosas.
Acaba de terminar una obra de teatro que ha estrenado en Londres y en la que
David Ben Gurión, padre fundador del Estado de Israel, y Zeev Jabotinsky, líder
del sionismo revisionista, pelean también por su visión del Estado. Socialismo
frente a revisionismo. Décadas después, los términos del debate han cambiado
por completo. “La discusión aquí ya no es derecha o izquierda. Ahora la novedad
es la religión”, sostiene Yehoshua. “Después del Holocausto los religiosos se
quedaron en silencio. Fue un mazazo. Fue el gran fracaso de su ideología. Dios
no les ayudó”. Explica el escritor que “la creación de este país fue una
revuelta contra la religión. Sabían además que para crear un Estado democrático
no podía ser religioso, que la religión traería la anarquía. Un rabino aquí,
otro allá…”. Hoy, el país camina en dirección contraria. La población
ultraortodoxa crece a un ritmo frenético y alcanza cotas de poder inimaginables
para los viejos del lugar.
Yehoshua
lleva a los protagonistas de su última novela —Caridad española, aún
sin publicar en España— hasta Santiago de Compostela y Madrid. Hace unos años
fue a recibir un premio a Galicia y le impresionó Santiago. En la novela cuenta
la historia de un director de cine y de sus creaciones. Dice Yehoshua que con
Caridad española ha respirado. Que le ha servido como a Yirmehayu para
alejarse, aunque sea por un rato, de las tensiones y contradicciones de su
país, las que le cansan y a la vez le atrapan.
El
cantar del fuego. A. B. Yehoshua. Traducción de Ana María Bejarano. Duomo
Ediciones. Barcelona, 2012. 480 páginas. 21,80 euros.
No he leído nada del autor. Este artículo lo muestra como una persona comprometida con la realidad.
ResponderEliminarMe quedo con esta frase:
“No se puede culpar al Ejército de la militarización del país. La culpa es de los políticos”.
Clara definición de lo que sucede y de su propia identidad.
Testimonio valiente el de Artesanías con esta publicación.
MARITA RAGOZZA
La culpa de los políticos sin culpa que avalan la muerte sin firma, las víctimas son números, los misiles usados deberán reponerse, las potencias harán sus negocios y en el medio otro blablabla. Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarUno de los caminos en que el Ser judío se inscribe en la historia y se hace uno con otros pueblos, es el de resistir y enfrentar el dominio del hombre por el hombre.
ResponderEliminar"Basta de Holocausto, basta de homenajes a soldados caídos. Basta"
¡Basta de palestinos e israelíes muertos!. Es en este grito donde se aúna la humanidad.
Gracias Artesanías por difundir a Abraham B. Yehoshua, a quien no conocía.
¡Basta ya de hombres que matan a hombres!
EliminarComparto el compromiso de Artesanías a través del testimonio de Yehoshua.
Supongo que el "copete editorial" corresponde a sus editores responsables,que allí están y bien conocemos su claro compromiso con la vida y la libertad.
ResponderEliminarEn cuanto a la visión sobre el compromiso del Estado de Israel, nunca olvido lo que preocupaba a Albert Einstein al tiempo de serle ofrecido conducir el primer gobierno de esa Nación.(lo dejo al interés del lector)
Personalmente como libre pensador y que también he sabido de persecuciones lesivas en mi vida, defiendo la vida humana como un derecho íntegro, pleno, esencial y moral, y refiero en este apéndice-comentario de tan valiosa y oportuna inclusión en Artesanías Literarias, una de mis expresiones hechas públicas en la Red:-EEUU, y las demás potencias mundiales (en ese orden) en razón y cabeza de sus líderes y conductores son SIN DUDAS los principales responsables del dolor atroz, muertos y pérdidas cuantiosas, y del atraso y el odio, en que han sumido a estas Naciones, por su inacción interesada e insidiosa.
es hora ya! que los ciudadanos de libre conciencia desde cada confín, denunciemos con coraje, sin remilgos ni demoras injustificables y lesivas a quienes ya bien podrían haber concluido con un proceso de confrontación creciente, criminal y destructiva, de pueblos que tienen un pie empetrolado y el otro cubierto con la sangre de sus muertos, y todo a cuenta del mejor estándar de vida de las potencias del odio y la destrucción. JTV
Les abrazo desde el dolor y la esperanza
JULIO TABORDA VOCOS
Esperé hasta el fin parcial de este conflicto para dar una opinión. No hay mucho para elegir: o favor de la guerra, muertes y tragedias, o la denuncia de la violencia. Por esa razón elegí un reportaje que se le hizo al escritor israelí: qué mejor que un israelí para comentar lo que siente a partir de esta tragedia desbordada por la violencia y la muerte. En este conflicto se mezclan la irracionalidad, el odio y el sentimiento de venganza muy profundos. Recordé por unos instantes la triple guerra contra los paraguayos, donde los mitristas pasaron a cuchillo a los defensores del Paraguay. Los israelíes ven el conflicto con mirada tuerta, ven un lado, solo un lado, y apoyan ciegamente la posición guerrera del gobierno de Israel. Se puede escribir mucho sobre esta matanza (una más). La mayoría de los israelíes no acepta otra versión de los hechos y, además, no están conformes con el cese del conflicto. Chovinismo; violencia ciega; siempre la razón del lado israelí. A nadie le interesa la relación con los vecinos, la propaganda es feroz.
ResponderEliminarHay un aspecto que tiene que entenderse: los israelíes del sur viven bajo permanentes ataque de raquetas. y en este punto nada sirve para pontificar: los políticos de ambos bandos no le dan ningún valor a la vida humana.