La casa del pasado
Algernon Blackwood
Blackwood nació en
Shooter's Hill (una localidad que forma hoy parte de Londres, pero
pertenecía entonces a Kent). A
lo largo de su vida,desempeñó oficios muy variados en Norteamérica:
granjero en Canadá,
encargado de un hotel, minero en Alaska,
reportero en Nueva York.
De vuelta a Inglaterra, comenzó a escribir relatos de terror, con gran éxito.
Como a otros escritores británicos del género, se le relaciona con la Golden Dawn,
organización secreta cuyas enseñanzas pueden haber influido en la peculiar
atmósfera mágica de sus cuentos.
Una noche una Visión vino a mí, trayendo con ella una
antigua y herrumbrosa llave. Me llevó a través de campos y senderos de dulce
aroma, donde los setos ya susurraban en la oscuridad primaveral, hasta que
llegamos a una inmensa y sombría casa, de ventanas conspicuas y tejado elevado,
medio escondido en las sombras de la madrugada. Advertí que las persianas eran
de un pesado negro y que la casa parecía revestida por una tranquilidad
absoluta.
-Ésta -susurró ella en mi oído-,
es la Casa del
Pasado. Ven conmigo y recorreremos algunas de sus habitaciones y pasadizos;
pero apresúrate, pues no tendré la llave por mucho tiempo y la noche ya casi se
acaba. Aún así, por ventura, ¡debes recordar!
La llave produjo un espantoso ruido cuando giró en la
cerradura, y cuando la puerta estuvo abierta a un vestíbulo vacío y hubimos
entrado, escuché los sonidos de murmullos y llantos, y el roce de telas, como
de gente moviéndose en sueños, a punto de despertar. Entonces,
instantáneamente, un espíritu de gran tristeza vino a mí, empapando mi alma;
mis ojos comenzaron a arder y picar y en mi corazón advertí una extraña
sensación, como si algo que había dormido por años se desenrollara. Todo mi
ser, incapaz de resistir, se rindió inmediatamente al espíritu de la melancolía
más profunda, y el dolor de mi corazón, mientras las Cosas se movían y
despertaban, por un momento se hizo demasiado fuerte para expresarlo en
palabras...
Mientras avanzábamos, las débiles voces y sollozos
escaparon delante nuestro hacia el interior de la Casa , y me di cuenta de que
el aire estaba lleno de manos suspendidas, de vestimentas oscilantes, de
trenzas colgantes, y de ojos tan tristes y nostálgicos, que las lágrimas -que
ya casi desbordaban de los míos-, se retenían por milagro ante la contemplación
de tan intolerable anhelo.
-No permitas que esta tristeza te
aplaste -susurró la Visión
a mi lado-. No despiertan frecuentemente. Duermen por años y años y años. Los
cuartos están todos ocupados y a no ser que lleguen visitantes como nosotros a
perturbarlos, jamás despertarían por propio acuerdo. Pero cuando uno se agita,
el sueño de los otros también se ve perturbado, y también despiertan, hasta que
el movimiento es comunicado de una habitación a otra y así finalmente, a través
de toda la Casa... Pero ,
a veces, la tristeza es demasiado grande como para soportarla, y la mente se
debilita. Por esta razón, la
Memoria les entrega el sueño más dulce y profundo que posee y
cuida de usar poco esta pequeña y herrumbrosa llave. Pero, escucha ahora
-agregó ella, tomándome la mano- ¿no oyes, acaso, el temblor del aire a través
de toda la Casa ,
que se asemeja al murmullo de agua cayendo? ¿Y quizá ahora tú... recuerdas?
Aún antes de que ella hablara, yo ya había captado
débilmente el inicio de un nuevo sonido; y ahora, en lo profundo de los sótanos
bajo nuestros pies, y también desde las regiones superiores de la gran Casa, me
llegaba el murmullo y el crujido y el movimiento ligero y contenido de las
Sombras durmientes. Se elevaba como una cuerda tañida suavemente de entre las
inmensas e invisibles cuerdas pulsadas en algún lugar de las bases de la Casa , y su vibración corría
suavemente por sus paredes y techos. Y supe que había escuchado el lento
despertar de los Espíritus del Pasado.
¡Ay de mí!, con qué terrible
invasión de amargura me sostenía allí, con los ojos inundados, escuchando las
tenues voces muertas mucho tiempo atrás... Porque de hecho, toda la Casa estaba despertando; y en
ese momento llegó hasta mi nariz el sutil y penetrante perfume del tiempo: de
cartas, por largo tiempo conservadas, con la tinta borrosa y las cintas
desteñidas; de olorosas trenzas, doradas y castañas, guardadas, ¡oh, tan
tiernamente!, entre las flores prensadas que aún conservaban la profunda
delicadeza de su olvidada fragancia; la aromática presencia de memorias
perdidas, el intoxicante incienso del pasado. Mis ojos se inundaron, mi corazón
se contrajo y expandió, mientras me rendía sin reserva a esas antiguas
influencias de sonidos y aromas. Estos Espíritus del Pasado -olvidados en el
tumulto de memorias más recientes- se apretaban alrededor mío, tomaron mis
manos en las suyas y, siempre susurrando lo que yo hace tiempo había olvidado,
siempre suspirando, exhalando de sus cabellos y vestiduras los aromas inefables
de las épocas muertas, me guiaron a través de la inmensa Casa, de cuarto en
cuarto, de piso en piso.
Pero no todos los Espíritus me eran igualmente claros. De
hecho, algunos tenían sólo la más débil vida, y me agitaban tan poco que sólo
dejaban una impresión indistinta y borrosa en el aire; mientras que otros me
observaban casi con reproche con sus apagados y desteñidos ojos, como anhelando
retornar a mis recuerdos; y entonces, al ver que no eran reconocidos regresaban
flotando suavemente hacia las sombras de sus habitaciones, para volver a dormir
imperturbados hasta el Día Final, cuando no fallaré en reconocerlos.
-Muchos de ellos han dormido por
tanto tiempo -dijo la Visión
a mi lado- que despiertan sólo a duras penas. Sin embargo, una vez despiertos
te reconocen y recuerdan, aunque tú no logres hacerlo. Pues es la regla de la Casa del Pasado que, mientras
tú no los evoques claramente, no recuerdes precisamente cuándo los conociste y
con qué causas particulares de tu evolución pasada están asociados, no podrán
mantenerse despiertos. A menos que los recuerdes cuando sus ojos se encuentren,
a menos que su mirada de reconocimiento les sea devuelta por la tuya, están
obligados a regresar a su sueño, silenciosa y desconsoladamente -sus manos sin
estrechar, sus voces sin ser oídas-, para soñar un sueño inmortal y paciente,
hasta que...
En ese instante, sus palabras se extinguieron
repentinamente en la distancia y tomé conciencia de un abrumador sentimiento de
deleite y alegría. Algo me había tocado los labios, y un fuego poderoso y dulce
se precipitó hacia mi corazón y envió la sangre tumultuosamente por mis venas.
Mi pulso latía locamente, mi piel resplandecía, mis ojos se enternecieron, y la
terrible tristeza del lugar fue instantáneamente disipada, como por arte de
magia. Volviéndome con una exclamación de júbilo, que de inmediato fue tragada
por el coro de sollozos y suspiros que me rodeaban, observé... e
instintivamente adelanté mis brazos en un rapto de felicidad hacia... hacia la
visión de un Rostro... cabello, labios, ojos; una tela dorada rodeaba el
hermoso cuello, y el antiguo, antiguo perfume del Este -¡por las estrellas,
cuánto hace de ello!- estaba en su aliento. Sus labios nuevamente estaban en
los míos; su cabello sobre mis ojos; sus brazos alrededor de mi cuello, y el
amor de su antigua alma vertiéndose en la mía a través de unos ojos todavía
fulgurantes y claros. Oh, el feroz tumulto, la maravilla inenarrable, ¡si sólo
pudiese recordar!... Aquel aroma, sutil y disipador de brumas, de muchas eras
atrás, una vez tan familiar... antes de que las Colinas de la Atlántida estuvieran
sobre el mar azul, o que las arenas comenzaran a formar el lecho de la esfinge.
Pero, un momento; ya regresa; comienzo a recordar. Cortina tras cortina se
levantan de mi alma, y casi puedo ver más allá. Pero el espantoso elástico de
los años, horrible y siniestro, milenio tras milenio... Mi corazón se
estremece, y tengo miedo. Otra cortina se eleva y otra perspectiva, que va más
allá que las otras, se hace visible, interminable, corriendo hacia un punto
rodeado de gruesas brumas. ¡Y he aquí, que ellas también se mueven!,
elevándose, iluminándose. Finalmente veré... ya comienzo a recordar… la piel
morena... la gracia Oriental, los maravillosos ojos que contenían el
conocimiento de Buda y la sabiduría de Cristo, aún antes que aquéllos hubieran
soñado con alcanzarla. Como un sueño dentro de un sueño, me cautiva nuevamente,
tomando una apremiante posesión de todo mi ser... la forma esbelta... las
estrellas en aquel mágico cielo Oriental... los susurrantes vientos entre las
palmeras... el murmullo del río y la música de los setos al inclinarse y
suspirar en la dorada superficie de arena. Hace miles de años, hace evos de
distancia. Se difumina un poco y comienza a pasar; luego parece surgir
nuevamente. ¡Ay de mi!, aquella sonrisa de dientes resplandecientes... aquellos
párpados de venas de encaje. Oh, quién me ayudará a recordar, pues se encuentra
demasiado lejos, demasiado oscuro, y yo no puedo recordarlo completamente;
aunque mis labios aún se estremecen, y mis brazos se encuentran aún extendidos,
nuevamente comienza a desvanecerse. Ya hay una mirada de tristeza, demasiado
profunda para expresar con palabras, al darse cuenta de que no es reconocida....
ella, cuya mera presencia pudo una vez extinguir para mí el universo entero...
y ella se devuelve, lentamente, tristemente, silenciosamente a su oscuro e
inmenso sueño, para soñar y soñar con el día en que la recordaré y que vendrá a
donde pertenece...
Me observa desde el final de la habitación, donde las
Sombras comienzan a cubrirla y a ganarla de vuelta con sus brazos estirados
hacia su sueño de siglos en la
Casa del Pasado.
Estremeciéndome entero, con el extraño perfume aún en mi
nariz y el fuego en mi corazón, me di la vuelta y seguí a mi Sueño por una
amplia escalera, hacia otra parte de la Casa. Al entrar en los corredores superiores oí
al viento pasar cantando sobre el tejado. Su música tomó posesión de mí hasta
que sentí como si todo mi cuerpo fuera un solo corazón, doliente, tenso,
palpitante, como si fuera a quebrarse; y todo porque escuché al viento cantar
alrededor de la Casa
del Pasado.
-Recuerda -murmuró la Visión , respondiendo a mi
inexpresada pregunta- que estás escuchando la canción que ha cantado por
incontables siglos y para miríadas de incontables oídos. Se remonta
asombrosamente lejos; y en ese simple salmo, profundo en su terrible monotonía,
se encuentran las asociaciones y los recuerdos de las alegrías, penas y luchas
de toda tu existencia previa. El viento, como el mar, le habla a la memoria mas
íntima -agregó- y es por eso que su voz es de tal tristeza, profundamente
espiritual. Es la canción de las cosas por siempre incompletas, inconclusas,
insatisfechas.
Mientras pasábamos por las abovedadas habitaciones,
advertí que nadie se agitaba. Realmente no había ningún sonido, sólo una
impresión general de una respiración profunda y colectiva, como el vaivén de un
mar amortiguado. Mas los cuartos, lo supe inmediatamente, estaban llenos hasta
las paredes, repletos, fila tras fila... Y, desde los pisos inferiores, a veces
se elevaba el murmullo de las Sombras llorosas al retornar a su sueño,
instalándose nuevamente en el silencio, la oscuridad y el polvo. El polvo...
oh, el polvo que flotaba en esta Casa del Pasado, tan denso, tan penetrante;
tan fino que llenaba los ojos y la garganta sin dolor; tan fragante, que
aliviaba los sentidos y tranquilizaba el corazón; tan suave, que resecaba la
boca, sin molestar; y cayendo tan silenciosamente, acumulándose, posándose
sobre todo, que el aire lo sostenía como una fina bruma y las sombras
durmientes lo usaban como mortajas.
-Y éstas son las más antiguas
-dijo mi Sueño- las dormidas hace más tiempo- apuntando hacia las filas
repletas de silenciosos durmientes-. Nadie aquí ha despertado por siglos,
demasiados para contarlos; y aún si despertaran no podrías reconocerlos. Ellos
son, como los otros, todos tuyos, sólo que son los recuerdos de tus etapas más
tempranas a lo largo del gran Camino de Evolución. Algún día, sin embargo,
despertarán, y deberás reconocerlos y contestar sus preguntas, pues ellos no
pueden morir hasta no agotarse a sí mismos a través de ti, quien les dio la
vida.
-¡Ay de mí! -pensé, escuchando y
entendiendo a medias estas palabras- cuántas madres, padres, hermanos, pueden
entonces estar dormidos en este cuarto; cuántas fieles amantes, cuántos amigos
de verdad, ¡cuántos antiguos enemigos! Y pensar que un día se levantarán y me
confrontarán, y yo deberé encontrarme con sus ojos nuevamente, reclamarles,
conocerlos, perdonarlos, y ser perdonado... los recuerdos de todo mi Pasado...
Me volteé para hablarle al Sueño a mi lado, y toda la Casa se disolvió en el brillo
del cielo oriental, y escuché a los pájaros cantando y vi las nubes arriba
velando las estrellas en la luz del día que se acercaba.
Me resultó escalofriante pensar en todas las generaciones de hombres y mujeres desde el comienzo del mundo y aún más imaginar las venideras hasta que el universo termine de expandirse. Me gustan los escritores que dejan en la mente su semilla y uno se encuentra pensando en ellos aún días después.
ResponderEliminarOriginal relato que, como sostiene Ester, nos deja pensando en esta escalofriante fantasía, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarUy ...no lo conocía...me puso en escena...
ResponderEliminarCuando yo era jovencita, (hace mucho tiempo), podía leer y disfrutar a Poe, Lovecraft, Bierce, pero no a Algernon Blakwood porque me asustaba en serio. Leí este cuento y noté que el autor estaba demasiado poblado de fantasmas y los manejaba muy bien. No hacía falta que yo agregara los míos.
ResponderEliminarCristina Pailos