Prosas Cortas
El Portón
La realidad la traicionaba. Sus ensueños, siempre. Pasaba las tardes viéndolas decrecer con pausa y sometidas a las sombras que se adueñaban de ella. Argumentaba cotidianamente con la posibilidad constante. No más que posibilidad. Acuciante.
Esas tardes terminaban e indefectiblemente sobrevenía la noche y había que entrar. ¡Cómo iba a escapar! Estaban el portón infranqueable, los Pedros, las verjas.
Intentó “la tarde”. Esa tarde, en acecho del punto exacto del cruce con la profunda sombra.
Se quitó las zapatillas. Corrió por el césped con los pies lastimados, frágiles, desnudos. Acometió contra el portón en un abrir y cerrar de ojos. Sólo faltaba treparlo. Lo tenía estudiado.
Ya estaba, un poco más, se decía, un poco más.
Los perros rasgaron con sus filos la piel indefensa hasta el despellejo. Tironeó fuerte. Se desasió y ya arriba, desde lo alto, saltó.
Agachada, escondida entre las matas, oyó cómo la buscaban con los perros. ¡Esas voces marciales!
Corrió, voló, no tenía cuerpo, no tenía alma, no tenía dolor.
¿Adónde voy? ¡qué lejos! ¿dónde estoy?
Un jardín cuidado, una puerta con campanitas ¿Navidad?
Debió tener un aspecto desastroso, venida de ultratumba…y…sí, venía de ahí.
Pares de ojos la impactaron. Silencio.
Una mano tomó la suya.
- Delia ¡estás viva! ■
EL HOMBRE QUE ESTÁ SOLO Y ESPERA
“El hombre que está solo y espera”, decía Scalabrini Ortiz al referirse a la idiosincrasia del porteño del centro de Buenos Aires. ¡Creer! ¡He ahí toda la magia de la vida! Y yo creo que él era el prototipo.
“Era un triste. El pelo y los bigotes castaños. Los labios muy finos y los ojos... los ojos de terciopelo color miel bordeados con doble hilera de pestañas bien negras. Lo veo. Supe de su adolescencia y juventud maravillosas, benjamín de su padre, un apuesto catalán fumador de toscanos.
Contaba que en las noches de vuelta de la trasnochada, vacíos los bolsillos dispuestos para los amigos, saltaba la pared (se olvidaba siempre la llave), acariciaba a su bulldog Chinchoruso para que no hiciera bulla y entraba de puntillas.
…Era un triste… Un melancólico.
Miro hacia atrás. Pasaron muchos años para que yo escuchara de su boca muy bajito, con la mirada hacia allá el infinito, “nadie sabe cómo es criarse sin madre”.
Hoy se me ha dado por hablar de él. Quizás ustedes quieran saber. ■
…Yo, que lo creía tan feliz con su pasado opulento, sus veladas de ópera, las mucamas para todo, su trayectoria deportiva exitosa.
…Yo, que lo veía orgulloso mas no celoso de su mujer, mi madre. No celoso. ¡No! ¡Cela quien desconfía! decía muy presuntuoso.
…Yo, que percibía su satisfacción cuando nos traía la cena a la cama en las noches de invierno, a los tres gurrumines (como nos llamaba) con la consabida barra de chocolate.
¡A ver chicos! ¡A ver quien tarda más en comerla!
…Yo, que lo sabía sensato por no aceptar poderes corporativos.
…Yo, que entendía su seguimiento a las ideas y no a las figuras insostenibles.
…Yo, que pensaba que su silbido… que su silbido era el aire de un porteño enfrentando la jornada.
…Yo, que no lo escuché lo suficiente.
…Yo, que no le di un beso la última mañana de su vida cuando salió a comprar “su damajuana de vino.”
Querida Ofelia , veo tintes que no se ven . "lo esencial es invisible a los ojos dijo el zorro en el Principito ¿recuerdas?
ResponderEliminarVida en el primero . Esperanza y compañía en el segundo. Escucha y goce en el tercero.
abrazo.
amelia
Sonia, esperanzas y hermosos recuerdos expresados por la pluma de una poeta. Me han gustado.
ResponderEliminarHay en los tres relatos choques con la realidad que suele presentarse brutalmente y a contramano de la secuencia del tiempo real.
ResponderEliminarLogrados los tres con una gran carga emotivamente sobria que los hace más valiosos.
¡Felicitaciones,Sonia!
MARITA RAGOZZA
Tus escritos, Sonia, siempre fulguran por la nostalgia, el tiempo que pasó, recuerdos y una enorme melancolía que trasciende las anécdotas. Es como si tu alma derramase la vida que fue...
ResponderEliminarAy Andrés. ¡Esa sabiduría que derramás en cada opinión!
EliminarGracias por el comentario. Que lo haga, por mínimo que sea , nos muestra a los que nos exponemos ante vos, a esa sabiduría que menciono.
Una abrazo dessde la melancólica Buenos aires para vos y Ester.
Corrijo, que lo hagas X "haga"
ResponderEliminarCorregido. Gracias. Hay veces que que no releo en el apuro y en lugar de trabárseme la lengua, se me traban los dedos. En este caso, utilicé mal la conjugación. Gracias. Sonia
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