SEGUNDO DAVID PERALTA - MATE COCIDO |
Delincuentes en la Selva
Empujó el ramaje y entró en un claro de la selva. Miró enojado la herida que manchaba con sangre la camisa y el pantalón. Una bala se había incrustado en su cadera. Levantó la bolsa de arpillera que venía arrastrando y se encaminó a un rancho que humeaba algo de vida.
La mujer, al ver al hombre apoyado sobre el marco de la puerta pegó un grito que asustó a los niños que tenía a su alrededor.
-¡Qué quiere, qué anda buscando! -Exclamó asustada, mientras corría para proteger a sus hijos.
-No se asuste mujer, estoy herido y necesito ayuda. Soy “Mate Cosido” (*) -alcanzó a decir, antes de caer desmayado.
Al abrir los ojos sintió un fuerte dolor de cabeza y el deseo de vomitar lo inclinó del catre en el que estaba echado. Las manos que le arrimaron un balde eran de hombre. Alarmado, buscó los ojos y encontró el rostro de un quebrachero con mirada piadosa. Detrás de él, la mujer hervía sobre un bracero los elementos de metal que usarían para sacarle el plomo que tenía enquistado en uno de sus muslos.
-Quieto “Chamigo”, ha perdido mucha sangre usted.
La voz le transmitió tranquilidad y entonces se aflojó sobre la almohada.
Intentó decir algo pero el nativo, apoyando un dedo sobre sus labios, le indicó que hiciera silencio.
-Mire don, nosotros haremos lo posible para salvarle, pero cuanto menos sepamos, mejor. Luego de un largo silenció agregó:
-Mi mujer ya escuchó de su boca, quién dice que es, y eso alcanza pa sentirse uno de los nuestros. Ahora déjenos hacer y tómese unos tragos de esta caña casera.
El sol se inclinó sobre los altos árboles y la luz fue perdiendo fuerza ante una selva espesa, que sin rebeldía, se deja rodear por los ruidos misteriosos que parten de sus entrañas.
No fueron mucho los quejidos que rebotaron en las paredes de adobe. Paños de agua fría mojaron la frente del herido, que aceptó a regañadientes tragar un brebaje de hierbas, tan amargo, como la maldición misma.
Los días pasaron lentos entre el calor, la humedad y esa lluvia tropical que solo cesa después de largas plegarias.
Una vez recuperadas sus fuerzas, el bandido rural se alejó del rancho buscando nuevamente los peligrosos senderos de su destino. Con un gesto de gratitud depositó un manojo de billetes sobre la mesa de sus accidentales bienhechores.
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Historias semejantes se repitieron entre boliches y cuadreras, entretenimientos de la gente, que habitaban aquellos parajes perdidos en los montes.
Hombres y mujeres dejaban su vida desmontando el oro verde de los quebrachales. Grandes extensiones que la patria regalaba a las potencias extranjeras a cambio de un comercio espurio. Son pocos los libros que cuentan la verdadera historia de la explotación del Territorio Nacional del Chaco y su gente, en los principios del siglo veinte.
Un tren, agrisado por la tierra acumulada del largo viaje, llega a la Estación Retiro en Buenos Aires. De él bajan, tosiendo y secándose la transpiración, varios hombres bien vestidos. Todos ellos, representantes de grandes hacendados y de las fuertes empresas Dreyfus, La Forestal y Bunge y Born. Apropiadoras del quebracho y de uno de los productos más requeridos en el mundo por aquel entonces: “el tanino”.
Debido a un desperfecto en la máquina, venían retrasados para la entrevista que les había concedido el presidente Agustín Pedro Justo.
-Señor presidente, estamos asolados por la inseguridad. Mate Cosido y otros peligrosos asesinos, están matando comerciantes y estancieros. Violando a nuestras mujeres y debilitando nuestro comercio. Alentados por éstos agitadores, los obreros vienen declarando huelgas injustificadas, pretendiendo mejoras de salarios y condiciones laborales impensadas para nuestras economías e inversiones. Lo que están pidiendo es inaudito y la soberbia con la que se presentan, es inaceptable para los capitales ingleses, franceses y norteamericanos que velan por el desarrollo de este país. Le pedimos señor presidente, todo el apoyo que pueda y el peso de Ley, para que podamos evitar estos atropellos, inmerecidos para la gente de bien que habitamos esas tierras.
El congreso ajustó las medidas pertinentes y a mediados de 1935 se creó la Gendarmería Nacional y el primer objetivo que se le encomendó fue la detención del peligroso delincuente “Mate Cosido y su banda”. Como primer paso se propaló la versión de sangrientos delitos cometidos por estos delincuentes. Violaciones de angelicales niñas, despiadados secuestros y hasta estancieros colgados con sus propios intestinos. “Todo habitante que les brinde ayuda será tratado como partícipe necesario de los delitos cometidos” decían los escritos, pegados en bares y almacenes de los pueblos.
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-Solo robamos a las grandes empresas y a los estancieros poderosos, explotadores de nuestro pueblo. Este es nuestro objetivo y nada nos hará cambiar -mencionó con tono firme, el hombre que montaba un caballo negro como sus ojos y lucía a modo de identificación, una larga cicatriz en su frente.
-Y ya saben (le recalcó a sus gauchos) todo el botín que recaudemos será repartido entre los pobres y las viudas de aquellos hombres que dejan su vida en los desmontes.
Luego de una señal los jinetes se alejaron por un camino polvoriento que los fue metiendo al “Impenetrable”. Una selva misteriosa y traicionera, donde solo sobreviven los muy valientes, el diablo y el mito de la gente...
Roberto Paniagua
(*) Matecosido. Apodo de: Segundo David Peralta (1897-1940?)
La historia de los pueblos es siempre, en la oscuridad, la historia de la corrupción y el soborno. Hermoso relato sobre uno de los héroes abandonados en el olvido.
ResponderEliminarUn relato de no-ficción que rescata la figura emblemática del famoso Mate Cocido y la injusticia en los quebrachales, espero haya más, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarGracias ! Alguna vez leí algo sobre la temática , pero esto me mostró una cara de la moneda que desconocía . Gracias e igual que TRI , con deseos de más.
ResponderEliminaramelia
era un purrete cuando las hazañas de Mate Cocido leídas en la Crítica de Bottana. Personaje legendario, el Robin Hood criollo que robaba par repartir entre los pobres en los años de la Década infame del general Justo. Memoria y justicia en la selva chaqueña, a diferencia de los maleantes Chicho Chico y Chicho Grande, maleantes criminales y asaltantes de bancos en provecho propio.
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