lunes, 26 de marzo de 2012

Iris Díaz


IRIS DÍAZ (Neuquén)


Vencido

El tránsito es caótico; la mañana, plomo gris, sofocante.
El hombre, apoyado en el poste del colectivo, mira a lo lejos. En el rostro tiene cicatrices profundas. Lleva grandes anteojos oscuros, que apenas cubren su ojo izquierdo, gigante, sin vida.
Una frenada. Las ruedas chillan contra el asfalto; el hombre baja la mirada.

Como trotamundos, los recuerdos desfilan en su cabeza.
Otra mañana, otra frenada, una camioneta golpeando su cuerpo. La tierra lo recoge blanda y tibia. Qué bien huele la tierra seca del oeste.
El viento, redondo y musical, aísla su dolor.
El viento, le da aire a su cuerpo herido y derrotado.
Qué bien huele la tierra blanda del oeste.
No sabe cuánto tiempo estuvo tirado. Avistó la muerte cerca.

Ruido de tierra y hojas secas. Alguien se acerca, lo observa.
—Terrible accidente, llamá la ambulancia - escucha
Los pasos se aceleran, las voces aumentan. Una sirena abre paso a la ambulancia.
La tierra blanda queda lejos, los ruidos son metálicos, la voces bajas. El olor a medicamentos le llena los pulmones. Intenta mirar. Sus ojos no se abren. Un pinchazo en un brazo; siente la camilla blanda. Se duerme o se muere, no sabe.


La muerte en vigilia, paciente.
El hombre siente el sudor en su cara deforme. Con esfuerzo abre el ojo derecho. Está en una camilla, en un hueco blanco y frío.
Intenta levantar un brazo y no lo logra. El dolor le da certeza de vida.
Siente que alguien toca sus pies. Los mueve. Escucha:
—Che, este es el accidente de moto que entró a las diez?
—Che, se mueve! Casi nos mandamos una cagada, menos mal que no lo mandamos al freezer…
—Sacalo, sacalo, llevalo a sala, dale!
El hombre se desespera, se queja, no puede gritar, apenas ve por su ojo derecho pegado con sangre. Mueve las manos, trata de quitarse el trapo blanco que lo cubre.
—No; acá no se queda, mandalo al hospital del sur. Mirá si vamos a aceptar que estuvo 10 horas fuera de la morgue porque no tuvimos tiempo para entrarlo. Mirá si vamos a escribir que lo vimos muerto, que en la tomografía lo vimos muerto.

En el hospital del sur, el hombre fue curado con paciencia, suturaron las heridas de la cara, trataron de rescatar su ojo izquierdo; era tarde.


No consigue trabajo.
—Dr., necesito un certificado, algo
—Certificado de qué, negrito?
—Del accidente, a ver si consigo un subsidio
—Accidente?, yo qué tengo que ver?
—Ud. me atendió en la guardia doctor, me dijo mi primo que trabaja acá
—No mientas negrito, no te conviene. No te conozco
—Ud. Me atendió, se acuerda que me dieron por muerto? Fue el día de muchos accidentes. No me metieron a la morgue, porque no tuvieron tiempo.
—Estás inventando, no te conozco, y no tenés cómo probar lo que decís.

Llega el colectivo, sube. Se seca una lágrima con la manga.

Iris Díaz

3 comentarios:

  1. Pese a la dureza...que bien huele la tierra del sur. Me encantó.
    amelia

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  2. Iris, no entiendo el prqué de tu "fiaca" para escribir estos relatos pequeños, sin grandes personajes y ninguna "rimbombante". Te esperamos.
    andrés

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  3. Tiempo presente en tercera persona nada fácil, como la brevedad. Aqui vino bien combinado, Iris. Y sí, te salvaste milagrosamente de la defunción, ¿ahora de que certificado hablás? ElsaJaná.

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