domingo, 8 de mayo de 2011

GISELA BIGATTI - Rosa


 


Mientras pasa la plancha una y otra vez, Rosa piensa que mañana se cumplen seis años desde que dejó su tierra, sus afectos y una hija. Seis años hace que casi no escucha su nombre, porque la señora la llama Querida. Rosa suspira, da vuelta la camisa y piensa en los años que pasaron desde aquel día en que se le ocurrió darle una sorpresa a la señora, como agradecimiento por el nuevo trabajo. Se pasó toda la noche cocinando un locro blanco, como lo hacen en su pueblo. El resultado fue recoger los platos casi tan llenos como los sirvió acompañados del comentario 
-Es demasiado fuerte para nosotros. Todavía se acuerda del nudo que se le formó en la garganta y el esfuerzo que hizo para que las lágrimas no le saltaran.

Todos estos años Rosa se tuvo que acostumbrar a deslizarse por la casa en silencio, como si fuera un espíritu y a limitarse a hacer las cosas exactamente como se las piden. La señora siempre le recuerda quién pone las reglas. Aprendió que sugerir como hacer algo no está bien visto. Es por eso que cuando ella le habla Rosa la mira fijo, con esos ojos negros que tiene como el café que le gusta prepararse por la mañana.  Asiente con la cabeza y sigue adelante con el trabajo. Desde que llegó, que esos ojos no dejan de asombrarse por lo que ven. Siempre se acuerda cuando vio como a uno de los invitados se le cayó la taza de té caliente encima. La preocupación más grande fue si se había arruinado el tapizado claro del sillón. A los invitados se los recibe en la sala grande. Rosa no entiende para qué la tienen porque es el lugar donde más entra el sol y prácticamente no se usa, porque como aclara la señora, es sólo para ocasiones. Rosa se pregunta qué mejor ocasión puede haber que sentarse a disfrutar del sol que entra por la ventana. Pero eso lo guarda entre sus pensamientos. Mientras tanto se ocupa de que la sala permanezca cerrada.

También se tuvo que acostumbrar a que a principio de mes la señora la llame a su escritorio, y sin levantar la cabeza le de un sobre y le diga - Querida, lo suyo.
Rosa siempre agradece y vuelve a su trabajo pensando en ese crucifijo de madera tallado a mano tan lindo que la señora hizo colgar en una de las paredes.
Entre recuerdos y pensamientos Rosa planchaba la última camisa cuando escuchó un ruido fuerte y la voz de la señora que pedía a gritos que la ayudaran. Dejó cuidadosamente la plancha y caminó hasta que la encontró tirada en el piso. Se había resbalado, por esa obsesión de tener los pisos excesivamente lustrados, pensó Rosa cuando la vio. Era la primera vez que la podía mirar desde arriba y eso la hizo sentir con ventaja. Antes de hacer ningún movimiento para ayudarla y obedeciendo a las reglas establecidas en la casa le dijo 
-Señora, dígame usted qué es lo que tengo que hacer. En un grito histérico le ordenó que llamara al marido y al médico. Enseguida llegó el médico, el marido tardó bastante más. De lo que le explicó el médico que tenía, Rosa no entendió casi nada, pero lo que sí le quedó claro fue que iba a tener que estar un tiempo en reposo.
A la mañana siguiente Rosa fue al dormitorio. Esperó a que la señora le terminara de explicar cómo quería el desayuno para responderle 
-Disculpe, pero yo no voy a poder preparárselo. Me voy. Sin decir una palabra más, así como le gustaba a la señora, se dio media vuelta y se fue.
Mientras caminaba hacia la puerta escuchó por primera vez, en seis años, que gritaba su nombre y le decía 
-Rosa, vuelva inmediatamente. Usted no se puede ir, no me puede dejar ahora.

Sentada en el micro, Rosa cierra los ojos y sonríe. Ya siente el olor de su tierra, los abrazos de su hija, y la alegría de poder cocinar en esa olla de barro inmensa que nunca le falló con el sabor de sus comidas. Vuelve a escuchar que cariñosamente le dicen -Rosa, sírvenos otro plato que está riquísimo.  º

3 comentarios:

  1. RElato donde las añóranzas de las pequeñas/ importantes cosas y el valor humano no se rige por clases.
    Texto grato simple pero que deja un gustito de amor ese que se cuela como la brisa en la flor.

    Celmiro Koryto

    ResponderEliminar
  2. Ignoro si sigue siendo actual, pero fue un asunto que despertaba inquina contra las patrones pulgas infladas que sometían y humillaban a sus trabajadoras. ¡Qué lindo que tuvo un final "feliz!

    Armando

    ResponderEliminar
  3. Realto realista que toca el tema del desarraigo.
    Rosa se rencuentra con los otros y con si misma al final.Olores, colores, sabores que nos abarcan.
    amelia

    ResponderEliminar