viernes, 20 de mayo de 2011

CARLOS ARTURO TRINELLI- Sin Competencia


                                                                           
El diablo dice la verdad más a menudo de lo que se cree,
 pero tiene un auditorio ignorante…Lord Byron

     Leandro observaba a través del ventanal los tonos del otoño reflejados en las hojas de los árboles. En el día calmo los colores estaban quietos, ocres, marrones, verdes pálidos flotaban en el aire como papel picado. Se alegró de poder percibirlos liberado por la medicación que había acallado las voces.
-Señor Leandro, interrumpió la empleada,-dejaron este sobre para usted.
     Abandonó la contemplación y con el sobre en la mano entró en el cuarto que oficiaba de escritorio y cerró con llave. Abrió el sobre, extrajo una planilla con una foto adosada y leyó el sello que en letras catástrofe anunciaba hacer contacto. En la foto un hombre mayor semi calvo y con gafas miraba de manera neutra. Las facciones eran firmes y el gesto era realzado por una barba candado. Leyó los datos personales, no había dirección de correo electrónico, el hombre acusaba 75 años. Buscó en uno de los cajones del escritorio y tomó uno entre varios teléfonos celulares al azar, marcó el número de la solicitud.
-Hola ¿señor Fernando Luci? Preguntó distante.
-Sí, él habla.
     Silencio.
-Mi nombre es Leandro Cruz y lo llamo de SC.
-¿De dónde?
-Sin Competencia.
-Ah sí.
     Cerró una cita con la cortesía formal de otras, ese era su trabajo. Después guardó todo bajo llave y salió, pasó delante del ventanal y no se percató que los colores eran más intensos en el mediodía soleado.
     Preparó con esmero lo que iba a ponerse y combinó camisa, gemelos y corbata luego de varias pruebas sobre el traje elegido. Bañado, perfumado y vestido con lo que consideró lo mejor dejó la casa previo avisarle a la empleada que deseaba cenar pollo con cualquier guarnición.
     En la cochera seleccionó el Audi A6, la cita la había programado en el microcentro en uno de los departamentos de los tantos disponibles por la empresa para estos encuentros.
     El conjunto de muebles era austero, un escritorio, dos sillas de cada lado, un sillón de dos cuerpos, una mesa con una máquina trituradora de papeles. Un velador y los útiles de oficina necesarios se hallaban sobre el escritorio. Se sentó, abrió con su llave el cajón central del escritorio y allí estaba la pistola nueve milímetros, revisó la carga y colocó una bala en la recámara. Ése era el procedimiento. Un cliente es un cliente pero puede ser un enemigo disfrazado de cliente eso decía siempre el general. Al general le debía todo, su posición, el trabajo y las voces también, no, las voces no. Las voces, según el psiquiatra, eran el último intento ideológico de los derrotados en la guerra. Instalar las voces en la conciencia de los vencedores. Había que ser fuerte al fin fue una guerra como sostenía el general.
     Repasó mentalmente el discurso que, palabras más o menos, era siempre igual.
     Se sintió seguro, era bueno en lo que hacía y vendía bien los servicios de la firma. Abrió el maletín y sacó unos vasos descartables y la pinta de whisqui, guardó todo en el cajón que descansaba la pistola.
     Un atisbo lejano de voz le sugirió beber un trago del pico de la botella pero logró abstenerse por temor a tener mal aliento.
     No le hizo falta mirar el reloj para saber que eran las cinco. Fernando Luci hizo sonar la chicharra del portero eléctrico.
     El instante que medió hasta que el ascensor se detuvo en el piso lo usó para repasar su imagen en el espejo del baño. Sonó el timbre de la puerta, caminó con paso firme y la abrió:-Señor Luci.
     El hombre extendió la diestra y Leandro la estrechó:-Cruz, encantado, pase por favor.
     Un halo de aroma de lavanda inundó el departamento. Leandro le acomodó la silla y el hombre tomó asiento.
     La mirada de ojos de calmuco del cliente helaba el silencio. La pulcritud le daba al semblante del señor Luci un aura que parecía brillar al contraluz del sol que se apagaba en la ventana. El anciano usaba bastón y Leandro observó que no había defecto físico alguno que lo justificara y concluyó que formaba parte del vestuario.
     Preparado como estaba para hacer la promoción Leandro hizo la salvedad que se lo interrumpiera ante cualquier duda. Un brillo socarrón desheló la mirada del viejo.
     Comenzó con un detalle de la formación de la empresa con el advenimiento de la democracia en los ochenta. Los primeros trabajos a los que denominó de desregularización forzada y con cinismo remató:-¿Usted me entiende?
     Luci asintió con un parpadeo.
-Hubo trabajos que trascendieron en los medios, la quiebra de la petrolera Osheet, el derrumbe de las acciones Miass o la desaparición del señor Deck. Claro que,-continuó Leandro,-hay trabajos que por la complejidad demandan más tiempo y en consecuencia la paciencia del cliente.
-Paciencia , a mi edad, es lo que me sobra, habló por primera vez el viejo y su voz atronó metálica y familiar en los oídos de Leandro.
     No se amilanó y detalló los contactos de la empresa en el mundo y el enriquecimiento en material humano que había significado la caída del comunismo y la posibilidad de negocios en un capitalismo que se devoraba a sí mismo. Después habló de honorarios, sin mencionar cifras, y las formas de pago.
-Está claro señor Cruz.
-Dígame Leandro, replicó satisfecho y agregó:-Desea beber algo señor Luci
-Dígame Fernando, sonrió por primera vez el viejo y una de las voces como disparada en la sonrisa del hombre martilló en la cabeza de Leandro opio y cantárida mezclada con alcohol ayuda al suicidio.
     Leandro dudó al decir.-Solo tengo whisqui.
-Me da igual.
     Abrió el cajón, sacó la botella y dos vasos de plástico. Los llenó por la mitad y sugirió un brindis. El viejo alzó su vaso y bebió el contenido de un sorbo. Leandro hizo lo propio pero no pudo evitar fruncir los ojos.
-Entonces Fernando ¿cuál es el objetivo?
     El viejo señaló el vaso con un dedo sarmentoso. Leandro volvió a servir otra ronda.
-Deseo suprimir una competencia en extremo antigua y en franca descomposición. Podría esperar pero estratégicamente colijo que éste es mi momento, dijo esto último de manera pausada y el tono de concilio penetró en los oídos de Leandro y disparó la voz del capellán del regimiento cuando les dijo, por prudencia, matémoslos a todos Dios ya reconocerá a los suyos.
     Los vasos volvieron a vaciarse.
-¿Cuál es la empresa Fernando?
-Decime Fer, lanzó el viejo el tuteo ahora con voz de tiple la homhidrosis como insostenible violencia de los cuerpos desnudos sonó otra voz que alentaba el recuerdo en la mente de Leandro y el señor Luci agregó:-Es una empresa familiar que abarca generaciones y compite de manera oligopólica con la empresa a suprimir.
     Leandro tomó un papel y una lapicera y preguntó:-¿Cuál es la razón social? Las legiones infernales son 6.666, cada legión está compuesta por 6.666 demonios por lo que entre diablos y diablesas trabajamos 44.435.556 demonios.
     Leandro miró al viejo que parecía pensar la respuesta y sin embargo la voz le había sonado dentro con el timbre del señor Luci. Cerró los ojos, sacudió la cabeza y lamentó no tener las píldoras consigo.
-La razón social está formada por las iniciales invertidas de mi nombre.
     Obediente Leandro anotó L.F.
     Desde su posición y como si hubiera adivinado el hombre corrigió:-Así no, Luci-Fer.
     El viejo aguardó la mirada de Leandro con una ceja arqueada y un aroma de azufre pareció colarse en la habitación. 
     

6 comentarios:

  1. JA JA Inteligente don Luci. Cuidado cuando se encuentre con Fer.
    Gracias por la sonrisa.
    amelia

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  2. Con el espectro del báratro signando a los dos personajes,Luci-Fer y el azufre se enfrentan a Cruz y su diente de ajo oculto que bloquee los efluvios del ígneo agente secreto de mefisto y satán. Los pequeños detalles de lugar y atmósfera aportan la "candidez" engañosa del relato...
    Andrés

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  3. Ay amigo, pocos narradores hay que me puedan mantener una sonrisa a lo largo del relato o provocar con la ironía, con tu calidad de narrador. Un aplauso Trinelli, un aplauso.

    Lily

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  4. Leí este relato con atención y me di cuenta que la anécdota y su desenlace son lo de menos. La riqueza con que se relata, los detalles en apariencia secundarios, paisaje, pensamientos, los diálogos internos, las descripciones son muy certeros y en algunos casos hasta poéticos y me obligan a "perdonar" al autor por los nombres que les dio a los personajes. Ester Mann

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  5. El acápite de Lord Byron y la ilustración me prepararon para leer algo gótico. No me he desilusionado , porque en toda la trama uno está expectante y se resuelve en forma ingeniosa. Como siempre, Carlos, nos asombras con los variados temas de tu excelente narrativa.
    MARITA RAGOZZA

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  6. Ante los comentarios anteriores no tengo mucho que agregar sino que jocosamente el tiempò vuela al leer la riqueza del texto y la intrepidez del pensamiento para crear piecitas como ésta.
    Pero si no fuera así, no esperaríamos otra entrega para sorprendernos.


    Celmiro Koryto

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