La
tormenta
Las melenas lacias y despeinadas de las palmeras, se
agitaban anunciando la tormenta. La playa desierta, en esa noche sin luna y sin
estrellas, le parecía a Aminis, un interminable pozo hundiéndose en las
tinieblas.
No, no podía dormir, todo volvía a su memoria haciéndole
recordar el caos en que se había convertido su vida. Al viejo marino esa noche,
la mezcla de alcohol y la falta de sueño, le hacían imaginar que miles de ojos
lo miraban desde el fondo de ese mar, donde había barcos hundidos, monstruos
rugientes y todo un mundo que su afiebrada imaginación creaba noche tras noche.
Había llegado a las costas de Estados Unidos, con un
barco de carga, cuando era muy joven, desde su Grecia natal, hizo un curso de
Capitán empleándose en compañías de turismo, se sentía feliz y adopto ese país
como suyo. Entre viaje y viaje, paso algunos años, disfrutando con libertad de
su juventud, y de amoríos pasajeros.
Fue en aquel viaje, donde una veintena de veraneantes,
querían pasar el fin de semana en aquellas islas tropicales, cuando de pronto
se encontró frente a una fuerte tormenta.
Con osadía, ignoro las recomendaciones que se transmitían
por la radio y se empeño en llegar como fuera, confiando en su experiencia y
bríos juveniles No pudo dominar el velero, que como un barquito de papel se dio
vuelta. Sintió un fuerte golpe en todo su cuerpo y no recordó nada más.
Al amanecer el canto de los pájaros en esa pequeña isla
le llegaba lejano, como desde un túnel, donde el eco le repercutía en la cabeza.
Poco a poco recordó… El temporal… Solo recordaba los gritos de esa pobre gente,
que él arriesgo en un acto de soberbia.
La corte de las leyes marinas lo declararon culpable, le
retiraron la licencia de Capitán, y desde entonces, todo fue un caos en su
vida, esa vida que ya no tenia sentido.
Estuvo un tiempo perdido, vagando por los puertos,
buscando trabajo de cualquier cosa. Y termino comprando y vendiendo partes de
barcos viejos que muchos coleccionaban, y así reconstruyo su vida. Alquilo un
cuarto en la playa, dedicando su tiempo libre en mirar su mar, fumando su pipa
y bebiendo por las noches, cuando no podía dormir
Se sentía atado a cadenas que no podía romper, un gran
rencor hacia ese país llamado de la libertad, rencor nacido de sus frustraciones,
le hizo encerrarse en si mismo y en el alcohol.
Añoraba a su país, a su pueblo como un sueño lejano que
ya no podía ser, ni el era el mismo que se fue, ni la gente que se recuerda es
igual.
Miami la capital del mundo soñada, anhelada, era para
Aminis un lugar igual a cualquiera.
Amira era una joven mejicana bellísima, de piel trigueña,
su larga y renegrida cabellera, hacia resaltar como en un marco a un rostro
perfecto. Sus ojos oscuros y brillantes, miraban con la bravura de la raza de
su tierra. A los quince años decidió que se iría a Holliwood, despreciando esa
fiestita de las niñas tontas, decidida a ser actriz, segura de su talento y
belleza.
La bella mejicanita, se escapo una noche de la finca de
sus padres, ayudada por un joven que se ofreció en pasarla por la frontera,
presentándola a un personaje que se dedicaba a descubrir talentos para el cine.
Así la pobre Amira, se encontró abandonada a su suerte, en un país desconocido.
Sin embargo la suerte no l a abandono, una buena mujer le dio protección. y un
cuarto a cambio del cuidado de sus hijos. La orgullosa muchacha, no quería
volver a su casa y a su país por temor y vergüenza. Los días transcurrían
tristes y aburridos y sus sueños de gloria parecían muy lejanos.
Finalmente, se las ingenio para llegar a la ciudad de sus
sueños, nada le fue fácil, solamente encontró discriminación y desencantos,
algunos papelitos de extra, teniendo que adaptarse finalmente a los trabajos de
limpieza o cuidado de niños cualquier cosa menos perder sus principios y su orgullo.
Al poco tiempo se caso con un buen hombre mayor por los
papeles, una modesta pero confortable casa, pero falto el amor, ese amor
apasionado y romántico, que algún día tendría que sentir. En un accidente, dos
años más tarde perdió a su marido. Destruida, sintiendo el fracaso y la
angustia de la soledad, decidió volver a Méjico. Tomo un avión a Miami para
pasar unos días en la playa para darse el coraje que necesitaba para volver…
Esa madrugada Aminis un poco más sobrio, pensaba que
había perdido su lugar en la vida, transformándose en un paria del destino,
imaginando enemigos ocultos, confabulados para que los hombres pierdan la
felicidad, cuando se alejan del lugar donde nacieron. Miro, sus tesoros,
chatarra acumulada en tantos años y decidió volver a ser libre y sin culpas.
El hombre no debe tener ataduras, - pensó –caminando por
la playa y mirando el mar que entre la niebla, salía airoso de la tormenta.
Un reflejo de sol rojizo, se mecía entre las olas
acunando un nuevo día. Prendió un cigarro, y fue arrojando uno a uno, todos sus
tesoros, donde tantas cosas materiales se unían con anhelos, esperanzas y
recuerdos. Cuando termino se sentó en la arena mirando ir y venir, su tiempo,
su vida
Amira miraba extrañada a ese hombre con estampa de Dios
griego, su corazón empezó a latir, y se sintió atraída por el desconocido, tal
vez fuera su soledad; pero esa tarde tendría el vuelo a su patria y una
sensación de desgano y de irrealidad, le hacían imaginar que ese desconocido la
tomaría de la mano y le pediría que se quede con el.
Aminis, la vio morena, bella caminando lentamente hacia
el, pensó que le hubiera gustado enamorarse de una mujer así, y terminar con su
soledad.. Se imagino tomándola de la mano y sin palabras caminar, por la playa
junto a ella.
Amira se acercaba, en sus cabellos morenos, el sol se
reflejaba en las gotas de rocío. Se detuvo un instante, ya había cometido
muchas locuras en su vida, se acordó del vuelo de esa tarde y siguió de largo.
Aminis quiso seguirla. Que podría ofrecerle el a una
mujer?
Además ya había decidido volver a Grecia; eran
una locura esos pensamientos descabellados
Amira se dio vuelta, dudo, pensó en volver sobre sus
pasos, pero el seguía su camino, se alejaba… Miro su reloj, ya era tarde.
Lentamente el agua del mar borro sus huellas…
La tormenta estaba lejos. Sobre la playa desierta hacia
unas horas, los turistas volvían con sus colores, sus risas, sus ilusiones.
carmen passano
Querida Carmen un relato con pletóricas imágenes. Muchas gracias!
ResponderEliminarEl destino les resulta esquivo a los protagonistas y en eso se juega la trama del relato, Carlos Arturo Trinelli
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