El pasado presente
Durante meses contemple la pequeña estatuilla de bronce desde el cristal de la vidriera que me duplicaba. Embelesado por sus rasgos y matices arcaicos, era como si me implicara en su materia y su fuerza me dijese: Cómprame. Llévame contigo.
Todos los mediodías al salir del trabajo, antes de ir a almorzar, me quedaba reverente ante ella largos minutos. Cierta tarde, antes de regresar a casa, entré a mirarla de cerca. Era una momia de muy baja altura con una barba recta envuelta en su sudario. La cabeza cubierta con un casquete y en las manos sujetas un cetro y en su cuello un collar raro. Cortés, se me acerco el anticuario, me preguntó si me interesaba… Hablando conmigo mismo pensé que el precio sería muy alto y no podría permitírmelo. Mirándome dubitativo el anticuario me preguntó si conocía la leyenda de la pieza e hice un movimiento negativo con la cabeza. Entonces, solícito me dijo que su precio era de mil euros pero por el fascículo que explicaba la historia de su dinastía egipcia, debía agregar otros cien euros. Escéptico me despedí indicando que volvería cuando contara con el dinero.
Estoy casado, no tenemos hijos y por alguna razón mi esposa no queda embarazada y los médicos no encuentran la razón. Por eso, las horas del deseo son un residuo flotando sobre la nada, porque no tenemos continuidad.
Meses después, entre al negocio hecho todavía un galimatías de dudas y en el mostrador del comerciante expuse los mil euros. El hombre moreno, de nariz afilada, de cabello azabache y de perspicaz e indulgente mirada indicó: -¿seguro que no quiere saber la antigua historia que guarda la pieza? -. -Es muy interesante y podría hacerle cambiar de parecer-. Escucharlo, aumentó mi indecisión, pues no quería esperar semanas para reunir el resto del dinero y la historia, quedó zurcida entre las hojas. El hombre, desistió al ver la determinación de mi rostro y tomando la pieza retiró un polvo ficticio y quiso envolverla, pero no se lo permití. Salí al crepúsculo luego de un día interminable, con la estatuilla pegada fuertemente a mi pecho.
Camino a casa, aprecié que comenzaba a calentarse hasta un punto insoportable y tomándola con un pañuelo la separé de mi cuerpo y traté de que el aire la templase. Para entonces, comenzaron a ocurrir cosas extrañas, la estatuilla comenzó a cambiar de color y de uno de sus costados aparecieron dos manos pequeñas con uñas afiladas y chillidos agudos me llegaron de detrás mío. Giré la cabeza y vi una fila, como de dos cuadras de un ejército de ratas (peleando por ser las primeras en la fila) de todos los tamaños y derivados de grises, me seguían ceremoniosamente, y yo, no tocaba ninguna flauta ni era de Hamelin. Estaba a solo unos cientos de metros de mi casa, pero decidí cambiar el rumbo y haciendo zigzag entre calles oscuras y cercanas a la costa me acerque al río. En un instante recordé la leyenda de Popiel el rey que fue devorado por los ratones y sentí que ellos, no me iban a premiar por mi buena conducta.
Al llegar, no supe qué hacer, si correr para el levante o para el poniente… en tanto, cientos de ratas chillando entre sí me fueron rodeando y al completar el círculo, se pararon en sus patas traseras y empezaron a reducir distancias.
Fue tangible el nexo de esas acciones con la estatuilla y olvidándome del asco y el miedo que sentía, corrí desesperado y me hundí en las profundidades perseguido por la jauría de ratas, que se concentraron en el punto donde deje caer mi tesoro, desapareciendo tras de él.
Empapado, cansado y desencantado conmigo mismo, por la pérdida del dinero y de la pieza, me refugie en mi hogar.
Tuve que esperar que culminara el largo fin de semana de Pascua. El anticuario al verme, me recibió con una amplia sonrisa de consuelo, se acercó y con unas palmadas en mi espalda me dijo: lo estaba esperando…
-No todo está perdido-.
Quise que comprara la historia porque explica que cada cinco años las ratas salen a venerar al dios Ptah que también era el rey de la fertilidad y deben tocarlo para continuar su especie y luego ellas mismas lo reintegran.
Y sacando una caja de debajo del mostrador sacó la estatuilla reluciente. ! Ah!, le anote la fecha de la compra y dos días antes de cumplirse los cinco años tráigamela. Tampoco se preocupe si no estoy aquí, alguien de mi familia, descendientes de la dinastía Ptah se la va a reponer… -Que tenga un buen día-
Nueve meses después, fuimos padres de dos hermosos niños.
HISTORIA: El dios Ptah protegía a Egipto por medio de milagros. Según se relata, los Asirios deseaban invadirlo. Los ejércitos Mesopotámicos se acercaron a la ciudad de Pelusium y los habitantes imploraron ayuda al dios Ptah. Al caer la noche los invasores establecieron un campamento. Ptah ordeno que un ejército de ratas entrara en silencio en el campamento Asirio. Las ratas royeron las cuerdas de los arcos y de los escudos yal amanecer los Asirios al verse indefensos emprendieron la huída.
Muy bueno Celmiro , eres una caja de sorpresas o de Pandora?
ResponderEliminarMe encantó y aprendí sobre un tema que para mí es obsesión.
Que estés bien amigo.
amelia
Disfruté el cuento. Me gustó. Creo que las ratas en alguna de sus innobles travesías, quien sabe cuándo, ingresaron en el inconsciente colectivo de la humanidad y desde entonces , nos molesta su presencia pero en la fantasía son maravillosas. Gracias
ResponderEliminarCristina
Un escritor tan sutil puede ser espeluznante, también. Se trata de capacidad literaria.
ResponderEliminarGraciela U.
Me encantan los cuentos con mitos,con objetos mágicos, con situaciones extrañas, donde el autor también desliza sutilmente un humor marrón y de cola larga.
ResponderEliminarFelicitaciones, Celmiro, todavía estoy impresionada por mi repulsión a esos bichos.
MARITA RAGOZZA
Una mezcla de erudición y fantasía conjuga un relato que estremece al lector, saludos, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarFantasía, fantástico, me recuerda algunas tramas de 'Las mil y una noches'. Narrado ágilmente y con toques de historia antigua...Andrés
ResponderEliminarCelmiro, me dejaste pasmada!! Muy bueno, y este si que es pura imaginación! No hay duda que no es producto de tu experiencia personal...Queremos más de estos!!!!
ResponderEliminarUn cuento relatado con garbo y elocuencia. Mis felicitaciones por una narrativa plenamente lograda. Tuve mucho gusto en leerte, Celmiro Koryto.
ResponderEliminarDesde Lisboa, te envío mi saludo cordial y un abrazo amigo.