sábado, 5 de febrero de 2011

ESTER MANN — Antúnez, la justiciera



Aunque seguía enseñando en la escuela policial de detectives ya se había convertido en una rutina. Es que mi sueño de ayudar en la formación de detectives honestos, considerados y democráticos, había quedado en eso: un sueño. Y además un sueño infantil. Un policía era un policia. No renunciaba porque era un trabajo cómodo, porque de todas maneras yo enseñaba a pensar y no a disparar, y me consolaba la idea de que pensar es algo útil sea quien fuere el que logra aprenderlo.
En la sociedad posmoderna ser policía es algo complicado: la doble moral es aquí un hecho cotidiano y no un tema de debate ético; ser violento está permitido siempre que no se descubra. Para las cámaras, el agente policial debe ser un ciudadano modelo.  Y si en alguna oportunidad, por descuido, se publica la muerte de un joven que robó una cartera y fue asesinado por un disparo policial cuando lo perseguían, debe encontrarse una buena excusa. "Tenía en la mano algo que me pareció un arma", se justifica el victimario, "fue en defensa propia, me podía haber matado". ¿Si? ¿con un teléfono celular o una botella de agua mineral?
Resumiendo, todo seguía igual, y todos los días al volver a casa me replanteaba mi trabajo y llegaba a la misma conclusión: no tenía otra cosa mejor….

Estimada Señorita Antunes: usted es mi única esperanza. No la conoceré personalmente, pero eso no importa. Yo debo morir, esa es la solución para mi vida. Pero antes de terminar con mi desdicha puedo hacer algo para que mi muerte no sea inútil.
Yo maté a la jueza Noemí Prada. No estoy loco ni soy uno de esos obsesivos que se atribuyen crímenes que no han cometido. Adjunto a esta carta detalles que solo yo conozco y que probarán lo que digo. Nadie los conoce salvo los investigadores, que no los han hecho públicos. La maté porque dejó en libertad al policía que asesinó a mi hermano durante una persecución callejera. Mi hermano, de 17 años, le había robado a un "camello" sus paquetitos y el dinero recolectado. Mi hermano menor no merecía morir, ser castigado, sí, estoy de acuerdo, pero no fusilado.
La indulgencia de los jueces con la policía y la rapidez con que los agentes aprietan el gatillo me han hartado. Y como mi vida está arruinada de todas maneras, he decidido llevarme a alguien conmigo y de paso dejar un mensaje. Sé que usted lo dará a publicidad. Y tal vez sea tema de un debate público. Decidí matar a la jueza  para darle más repercusión al hecho y por ser cómplice de la conspiración del silencio cuya única función es proteger a la policía. Haga usted lo que estime necesario para cumplir mi última voluntad.

Mientras pensaba cuáles serían mis próximos pasos, doblé la carta en cuatro y la guardé en la caja fuerte. No había sobre, ni firma. La hoja de cuaderno en la que había sido escrita la carta no tenía nada de especial, y encontrar a quien la había deslizado por debajo de mi puerta era imposible, sobre todo sin involucrar a la policía. ¿El hombre que la escribió ya estaría muerto? Descubrir quién fue sería fácil: ¿Cuántos hombres podrían haberse suicidado en la ciudad en los últimos días? ¿Y cuántos de ellos podrían tener un hermano muerto por un disparo  policial?

Otro tipo que había oído hablar de mí quién sabe dónde y que creía con fervor que yo era la justiciera. ¿Por qué la gente endiosa  a algunas personas, les transfiere sus responsabilidades y se sienta a esperar que cumplan?  Bueno, en este caso el tipo no se sentó, ni está esperando, si es que es verdad lo que escribe. ..

Sí, a esta altura yo ya sabía que la justicia en el mundo es uno de los tantos mitos con que nos movemos en la vida diaria para poder subsistir, tales como la democracia, la libertad de expresión, de prensa o de culto, la igualdad, y muchos otros.
Si estos mitos se destruyeran, si la gente dejara de creer en ellos, habría suicidios en masa…

Bueno, la filosofía está muy bien, pero ¿qué hago yo con la carta? Por ahora dejarla en la caja fuerte y seguir con mi vida… Yo todavía soy una persona que cree, tal vez con ingenuidad, que las grandes decisiones no se piensan, se toman intuitivamente, surgen de las metáforas de los sueños, o aparecen como visiones rodeadas de un halo luminoso. Hasta que alguna de estas cosas no ocurra, la carta seguirá alli bien guardada.
···
Pasaron algunos días. Soñé varias veces que me quivocaba de ómnibus, de tren o de calle. Yo me despertaba y pensaba, sí, sí, ¿pero cuál es el correcto?
Haré una prueba, decidí. Saqué la carta, la puse sobre la mesa, cerca del balcón. Era de tarde, había llovido todo el día, pero el cielo se había puesto celeste y las nubes ya no eran  grises sino de un blanco radiante, y navegaban como si supieran hacia adónde.
Yo miraba el cielo acodada en la baranda, y dejaba que mis pensamientos deambularan sin rumbo, sin detenerme en nada. Esos son los mejores momentos para que se despierten las ideas, los recuerdos y para que esa parte desconocida de la mente tome decisiones...
Un último rayo de sol me deslumbró, me di vuelta para evitarlo y, sin sorpresa, lo ví alumbrar la carta como si quisiera incendiarla.
Ya tenía la respuesta... La guardé otra vez en la caja y redacté mi renuncia a la escuela de guardianes del orden establecido.

Ester Mann, Enero 2011

9 comentarios:

  1. Me gusta que últimamente estés tocando temas sociales, realidades, el día a día se bebe en tus líneas, por ahí, algunas cosas las hubiese dejado como lectura de quien lee pero son muy interesantes las pautas que lanzas al ruedo y que nos moviliza hasta el punto de reflexionar como sociedad. Un abrazo Ester

    Lily Chavez

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  2. Un abrazo señora Ester. Me gusta como escribe, y es cierto lo que dice Liliana, es muy bueno ponernos en contacto con la realidad que vivimos y reflexionar sobre ello.

    Mariano Lazarte
    Arriba Junín!

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  3. Ester querida. Cada vez me asombras más. Cada vez me agrada más tu narrativa , planteas en una ficción , que no es tan ficción temas míticos como la igualdad , la justicia etc.
    Vamos compañera de nido, pichón o pichona , vos sabés que quiero decir.
    Gracias Nurit. amelia

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  4. Sigo manteniendo la sugerencia que el personaje Antúnez no debería renunciar. Su condición de mujer es superior a su condición de policía. Para mí, es un personaje magnífico para seguir escribiendo otras situaciones con ella como protagonista.
    Vamos Ester, no la guardes a Antúnez.
    MARITA RAGOZZA

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  5. Una ficción verosímil es un mérito, aquí se desnudan las contradicciones y queda explícita la humanidad de Antúnez mezcla de resignación y escepticismo. Un relato que entretiene y hace reflexionar. Carlos Arturo Trinelli

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  6. Un relato cuyo personaje no es para nada pretencioso aunque tampoco antihéroe. Es una persona , como tantas otras, que tiene que subsistir más allá de su decepción porque lo mínimo que se planteaba hacer, es difícil , es imposible.
    Ésto también les ocurre a quienes dicen "el Partido tiene unas contradicciones insuperables pero no hay que irse , hay que cambiarlo desde adentro", "al Club hay que cambiarlo desde adentro".
    Antúnez se dio cuenta que desde adentro sólo pesan los que son más y de seguir insistiendo en el mismo lugar con una ética diferente no le hubiera ido muy bien. Muy bien Antunez que te fuiste, toda la fuerza de tus ideas podés ponerla en práctica desde otro lugar.
    Cristina

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  7. De acuerdo a cómo conozco a la autora, que nadie se apresure a despedir a "La Antúnez"... Me encantó el comentario de Cristina Pailos... me retrotajo a los años 1946 "más vale estar equivocado dentro que tener razón fuera del 'partido'.". El texto recuerda que la institución policial es, en todos los países sin excepción, el bulldog del poder, el encargado de las tareas sucias y revulsivas del estado.

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  8. Otro muy buen relato Ester. Un abrazo desde tierra sanjuanina

    María Esther Martinez

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  9. Estimada Señorita Antúnez:
    Felicito sinceramente su renuncia a la escuela del orden establecido.
    Decisión como ésta debe ha de haberle costado mucho, lo entiendo. Pero es muy posible que Otros la tomen como ejemplo y, a la hora de la transformación, estén preparados para reinventar el Nuevo Orden que se va gestando, no ya por desgaste del anterior sino por esa Luz que emanan las llamadas utopías cuando se van produciendo aunque no nos demos cuenta.
    La saluda con el puño en alto
    Re-evolución

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