domingo, 19 de octubre de 2014

Alejandro Bovino Maciel




LUPANAR EN LLAMAS

Cuando Amado me contó lo del quilombo de Pedro Juan Caballero empecé a soñar, Juan Mujica.
¿Pedro Juan es una ciudadela en Paraguay, verdad?
Sí, frontera seca con Brasil donde una calle de arena separa dos países.
¿Y qué pasaba ahí, Alecito?
Uff… Amado contaba riéndose que una tarde se incendió el quilombo de Pedro Juan y la Madama, que era un travesti gordo y pelado llamado Mamá Jacinta que diz que había sido querida de jeques árabes cuando vivió en Monmartre, gritaba pidiendo socorro en medio de las llamas.
No es para menos.
Envuelta en gasas y plumas desde el balcón llamaba a los bomberos mientras las pupilas arrojaban palanganadas de aguas servidas a la calle; también estaba un periodista alcohólico al que le decían “Carroña” tratando de investigar lo que él llamaba ‘el origen del siniestro’ mientras la policía buscaba pistas en una pelea binacional.
¿Me estás metiendo geopolítica en el burdel? Alejandro, presiento que este es otro de tus fraudes.
Te juro que no miento Juancho, según Amado en el quilombo tenían pupilas paraguayas y brasileras pero los clientes querían excesos y las locales muy modositas no aceptaban besos de boca ni sexo anal. Imagináte zona de frontera donde la gente se vuelve fiera. Entran dos arrieros al prostíbulo a buscar lo que en la casa no le dan sus mujeres. Las brasileras eran todo lujuria desenfrenada: hacían fellatios por caridad, se rapaban el monte de Venus dejándolo tan depilado como la testa de la matrona a la que no en vano llamaban ‘la Cantante Calva’, hacían todo tipo de trapisondas y por sobre todo aullaban como lobas en estro con el sexo anal. Las paraguayitas llenas de recatos no permitían besos, penetraciones anales ni peluquerías vaginales.
Ahora entiendo Alecito adónde lleva todo esto.
Si tu lógica aristotélica no te falla ya te habrás dado cuenta que los servicios extranjeros cotizaban en alza mientras las paraguayas se pasaban en huelga tomando tereré en la puerta de sus tabucos. Las rapaices, sobre todo una que se llamaba Melisa, no daban abasto a la clientela; en el colchón de la Melisa ya se había formado un socavón a fuerza de hundir el cuerpo de tanto arriero que desfilaban a toda hora a refocilar a sus anchas con la pupila. Esta Melisa y dos colegas, una venezolana y una argentina, iban de vacaciones a Uruguayana.
No parece un sitio turístico.
No Juancho, qué va con tanto turismo, las ‘tres manolas’ iban al cine porno a ver los últimos avances de la moda coyundal como quien hace una pasantía para especializarse en técnicas eróticas.
Lo que se dice, putas de vocación.
¡Profesas, Juancho! Verdaderas profesionales y una de las prédicas de Melisa hincaba el diente en esa cuestión, que las putas obligadas, aquellas depres como las paraguayitas que recitaban a cada cliente la salmodia del “yo hago esto por necesidad a mí co me gustaría casarme con un hombre y tener hijitos y una casa” le sonaba tan patético como un capítulo de la Familia Ingalls. Melisa predicaba seriedad en el negocio y asumir las obligaciones con gusto y vocación, no buscando la compasión del prójimo en un quilombo. La rapai la tenía clara pero una de las rencorosas guaraníes buscó el modo de malquistarla con Mamá Jacinta, la Cantante Calva que era algo tartamuda. La pupila guaraní encendió velas y chucherías frente a una imagen de palo, según las investigaciones del periodista dipsómano.
¿Un periodista metido en las intrigas quilomberas?
En Pedro Juan Caballero el crimen ya no es noticia, Juancho. Cuando alguien estorba en el sistema montado alrededor de la marihuana los sicarios que matan en Brasil se cruzan al Paraguay y viceversa querido Juan Mujica, ¿entendés las trampas de la ley? ¿Para qué mandaría una corresponsalía desde Pedro Juan anunciando que acribillaron otro arriero en la calle que separa los dos países? Carroña sabe bien que en Asunción eso no es noticia pero el incendio de un quilombo  se convierte en el tema del día y más cuando el comisario, ahijado del caudillo opositor, cierra el caso rotulándolo de “accidental”. Melisa juraba que no se dedicaba a la macumba que apenas ofrecía frutas a Xangó los viernes y que nada tenía que ver con gallos degollados, velas negras y santos de palo.
La Cantante Calva lloraba viendo la quemazón de su casa y por sobre todo del gallinero donde la doña criaba faisanes.
¿Faisanes en Paraguay?
No te olvides que la Cantante Calva vivió seis meses en París y desde entonces se creía bretona en usos y costumbres Juan Mujica incrédulo. Sólo se perfumaba con Chanel Nº 5 y tomaba agua Perrier.
¡A la puta que era fina!
Puta fina, bien lo has dicho. ¡Pa-pa-parece que las pu-pu-putas se me hi-hi-cieron mo-mo-monjas!, clamaba desde el balcón la doña, tan llena de gasas, boas de plumas y sedas que la amenaza de las llamas la sitiaba con hambre. De nuevo la exasperación terminó en desesperación, la envidia rencorosa de las paraguayitas desató el fuego y una vez que la fiera salió de la jaula no hubo forma de sujetarla, ardió un depósito de camas desvencijadas que había en planta baja y de ahí trepaban las llamas furiosas al primer piso donde estaban las habitaciones de las pupilas, Melisa lloraba cuando Carroña la interrogaba.
¿No era periodista?
En la campaña las funciones son vagas, alguien le encomendó la investigación del asunto y por una botella de cerveza Carroña es capaz de indagar al propio juez.
¿Qué averiguó, Alecito?
Nada, ¡qué querés que descubra semejante coso! La Cantante Calva hizo una relación de los bienes perdidos, empezando por sus faisanes totalmente carbonizados. En eso apareció una de las locales acusando a Melisa de hacer macumba y, dijo, eso ocasionó la furia de la Virgen que causó la fogata.
¿La Virgen terminó implicada?, seguí, Alejandro, esto se pone bueno, ya tenemos la reyerta de las pupilas, el reportero-fiscal, una Virgen pirómana…
No bien la mencionaron, alguien muy oficioso fue a llamar al cura.
¡Don paí, vaya urgente, están diciendo que la Virgencita quemó el quilombo!
¿Te das cuenta? En cuestión de horas todo el mundo y su representación estuvo involucrado en el caso. Ahí quería llegar, Juancho: todo está íntimamente relacionado en la realidad en la que vivimos.
¿Cómo es eso?
Este asunto que empezó como una simple disputa entre putas por cuestiones de índole comercial, rápidamente se convirtió en un caso periodístico,  policial, judicial si contamos ese remedo de juicio; después se volvió espiritual cuando interviene el cura y teológico cuando invocan a la Virgen. Nada “pertenece a los otros” cuando se agitan las pasiones, Juancho.
¿Cómo terminó?
El dipsómano le dio la vuelta de tuerca que faltaba: denunció una conspiración opositora en la actitud del comisario reticente; en la capital se transformó en un claro caso político.
Lo que faltaba: del puterío volvimos a otro puterío.
No existen hechos de una sola dimensión, Juancho. Todos los actos humanos se parecen al dios Proteo de los griegos: tiene mil caras, mil formas que van de una a otra gradualmente y hasta una cuestión burdelesca puede terminar en la catedral como sucedió con el incendio.
¿Te acordás de lo que discutíamos con Berti en la Biblioteca Mariño?
Sí, él decía que según Proclo todas las cosas en principio fueron parte de la Unidad que les dio origen diversificándose en la materia del Mundo.
Exacto. Eso mismo Alecito.
El burdel también es parte de Dios que originó todo.

Amén.

Alejandro Bovino Maciel

2 comentarios:

  1. Me gustó mucho. Una muy buena metáfora de lo que es y lo que nos hacen creer en este continente rico en metamorfosis donde un animalito se transforma en florcita, para que no lo encuentren, digamos que el bichito ya inventó la máscara
    Cristina Pailos

    ResponderEliminar
  2. Una metáfora ágil y humorística que entretiene con sus personajes y donde el narrador no deja situación sin explorar, excelente, Carlos Arturo Trinelli

    ResponderEliminar