lunes, 17 de febrero de 2014

Ester Mann

 


 Un Vivo De Todos Los  Tiempos

Subió al primer colectivo que iba en esa dirección, pagó y se sentó atrás, lejos del conductor, donde no había otros pasajeros, para no ceder a esa necesidad de hablar, de reírse, de recibir simpatía humana.   
Cuando el vehículo dobló, se bajó por la puerta trasera y se dispuso a caminar las siete u ocho cuadras que lo separaban de la pensión. La piecita la había alquilado hacía ya dos semanas y tenía allí algunas pocas cosas que pensaba llevar.
Era capaz de callar y de caminar normalmente como cualquiera de las personas que andaban a a su alrededor, pero no podía evitar pensar y repensar en lo que había pasado.
Tenía que tener cuidado, en estos casos siempre el amigo, el novio o el marido son los primeros sospechosos. No pudo reprimir una carcajada y la mujer que caminaba atrás suyo apuró el paso para mirarle la cara. El le hizo una mueca y la mujer –bastante joven- miró para otro lado y lo adelantó. Es que era cómico que el cliché de las psicólogas, trabajadoras sociales y  feministas de todo tipo fuera cierto: el culpable, el violador, golpeador e incluso asesino siempre era alguien conocido, el marido, el novio, el amigo. –"Yo entro en la categoría de amante amigo", pensó, -"pero bueno, por lo menos no la maté, sólo unos golpecitos, unos dientitos perdidos, un ojito negro, ja, ja, tal vez hasta le rompí algun huesito a mi amor".
Entró a la pieza y se cambió, guardó el dinero que esa misma mañana había retirado del banco,  puso en el bolso la ropa más nueva, sus documentos, pasaporte incluído –qué inteligente había sido al renovar el pasaporte hacia unos meses, se dijo- y ya estaba listo. La ropa que había usado la puso en una bolsita de nylon para tirarla.
Se sentía bien consigo mismo, había actuado como un lince, todo previsto y solucionado y a iniciar una nueva vida en cualquier lugar del planeta. Brasil por ahora estaba bien; ya había reflexionado en el asunto, nada de grandes ciudades, alguno de los pueblitos perdidos en el que se necesite un maestro. No le importaba volver a enseñar a leer y escribir. De todas formas la literatura lo tenía podrido, le había traído solo malasangre. Y todo por esas guachitas que lo provocaban…Pero ésta pagó por todas, no era tan necio como para matarla, pero la paliza no se la olvidaría asi nomás, toda la vida la recordaría, y cada vez que conociera a un tipo se preguntaría si tambien resultaría pegador. ¡Mocosa imbécil, pretendió arrastrar a un hombre de 40 años de la nariz!¡Creyó que ella con sus 16 inocentes añitos iba a estipular las reglas del juego…!
No era la primera mocita que él se tiraba ni sería la última, ya las tenía caladas desde el primer día de clase. Iba tejiendo su red y para semana santa ya había volteado a la elegida de ese año. Ah! Eso sí, tenía una norma: nunca más de una por curso, había que cuidarse de los chimentos como del diablo.
Pero ésta le salió rebelde, la muy estúpida quería casarse con él. Y no quería atender razones, lo amenazó con denunciarlo. ¡ Necia, gansa, chiquilina!
Primero, mientras preparaba el camino de la huída, le siguió la corriente y hoy, cuando ya tenía todo preparado, le dijo que no pensaba casarse ni con ella ni con nadie. Que si creía que esta relación había sido algo serio para él, estaba loca. Y cuando se puso pesada la empezó a cascar, no con rabia ni odio, sino con método, rápido y contundente, hasta que la nena perdió el conocimiento. La dejó en la pieza del hotel y se fue. Por lo menos dos horas le llevará recuperarse, pero hasta que pueda hablar él estará volando sobre Buenos Aires.
Así eran las mujeres, era parte de su herencia genética: atrapar un macho para que las fecunde y repetirse  hasta el infinito. Pero no con él, que se buscaran a otro tarado…
Salió y cerró con llave. Aunque no había dejado adentro casi nada, no quería facilitarle las cosas al gallego roñoso que dirigía la pensión.
Se abstuvo de viajar en taxi, y en cambio tomó el colectivo a Nuñez, primero volaría a Montevideo, después de allí a donde la inspiración lo llevara.  Seguramente sería Brasil, pero también podría viajar a Venezuela, Peru…Toda America latina estaba ante él, la veía como en una maqueta, desplegándose ante sus ojos. El dinero que hace unos años había comenzado a ahorrar, sin saber exactamente con qué finalidad, ahora se revelaba como una pegada, otro de sus aciertos, sonrió y pensó con satisfacción que entre sus cualidades no figuraba la modestia, no.
Se puso en la cola para comprar el boleto, había un avión dentro de 80 minutos, ¡otro golpe de suerte! Mientras esperaba se sentó en la confiteria, comió con gusto un triple tostado y se tomó una cervecita. Bueno, hora de abrir las alas y empezar a volar.
No vió a los dos policías que entraron en el recinto en ese momento, ni se dio cuenta que estaban pidiendo documentos a los  dos o tres hombres jóvenes que esperaban el vuelo, como él.
Cuando ya estaban a su lado y uno le extendía la mano pidiendo los documentos, logró ignorar el frío que le atenazaba la columna vertebral, y sin pronunciar una palabra extendió el documento.
En su cabeza se desplegó el otro guión viable, el que había descartado por improbable: que la puta hubiera logrado llamar a la policía, que ya hubieran llegado  a la pensión, que lo hubieran localizado…
Mientras los pensamientos se arremolinaban en su cabeza, el policía le devolvía el pasaporte, él lo guardaba en el bolsillo y contestaba con voz mecánica un "gracias" a los deseos de "buen viaje" del agente. 

Ahora el calor amenazaba con reventarle la cabeza, por un pelo se había salvado, le decía la vocecita infame que aparecía en esos momentos, si hasta tenía la voz de su ex.…
Pero, macho, ¿qué te pasa? La otra, la que reconocía como propia lo reprendió…¿Te olvidaste ya de todo lo que sabés, de tu experiencia de tantos años? ¿Acaso las pibitas esas no están desesperadas por tener una aventurita con el profe? Si lo sabré yo, que nunca lo intenté con una de esas modositas que son capaces de ir con el cuento a la Asistente social ….No se qué me pasó, la policía me hizo perder la cordura, me olvidé de toda mi experiencia, qué boludo.

Mientras acomodaba su bolso en el portaequipajes y se ajustaba el cinturón, los otros pasajeros se iban sentando y el varón ejemplar, profesor de literatura y solterito sin apuro, respiró hondo y se dispuso a iniciar una nueva vida….



5 comentarios:

  1. Epa, esta vez la emoción que provoca la perversidad del personaje, impide abandonar la lectura. Un tema muy actual pero llevada hacia la perversidad, reitero, que provoca molestias en el cuerpo. Muy bien relatado, impresionante, y un final que aunque esperado, da un poco de bronca. Muy bien contado Ester. me gustó mucho. marta comelli

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  2. Esas " avivadas" tan vívidamente expresadas, Ester, en tu cuento es las que lamentablemente provocan tantas victimas inocentes . Leerte , te confieso, tuve entre rabia y repugnancia. Cuando haces aparecer a los policías me llamó la atención (porque están implicados o llegan tarde), pero la literatura tiene que también ser comprometida y reflejo de nuestra realidad.
    Este cuento vale por millones de denuncias y gracias, Ester, por dedicar tu tiempo y talento al tema de la dignidad de la mujer.
    Un gran beso.
    MARITA RAGOZZA

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  3. El relato va directo al hueso y el personaje produce un intenso rechazo.
    Intacta tu habilidad de conmover en poco espacio, saludos, Carlos Arturo Trinelli

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  4. Uu relato realista que produce dolor , impotencia , bronca. Un abrazo Nurit.

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  5. Si leer el texto produjo molestia en el cuerpo, asco, repugnancia, bronca...es que el relato estuvo muy bien llevado. Y muchas veces hemos leído de Ester relatos más tranquilos, otros que nos provocaron una sonrisa y este, diferente, intenso, con cierta perversidad como dice Marta nos dice que ella puede con todo el abanico. Felicitaciones

    Lily Chavez

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