Lo que no fue
Cuanto
más leía, mas rabia le daba. Hasta dio
parte de enfermo para terminar el libro esa misma tarde, no podría esperar
hasta la noche, no podría concentrarse en el maldito expediente de Rosen y Cía.
Ofer
jugueteaba con la idea de demandar a esa amargada que se consideraba escritora
y que para peor habia recibido un premio importante. Se sentía humillado,
traicionado. Lo que ella relataba había sido tambien parte de su vida. ¡Cómo se
había atrevido a descubrir sus relaciones íntimas!
Era
verdad que habían pasado muchos años, y era posible que sólo él se reconociera
en ese personaje. Pero Mijal, ¿se habría dado cuenta? ¿Por eso le había regalado
el libro?
Dejando
de lado el capítulo sobre sus relaciones con él, debía reconocer que el libro
no estaba mal... Había logrado reconstruir ese clima de Tel Aviv en los años
90, los sentimientos e impresiones de los jóvenes de los suburbios que llegaban
a la gran ciudad para comenzar una vida independiente, ganándose la vida como
mozos, ayudantes de cocina o lavaplatos.
Y,
además, reconoció en el personaje muchos rasgos propios de los cuales no se
sentía orgulloso y siempre había arrinconado en algún lugar de su conciencia:
su indiferencia por los seres humanos, su parquedad cuando se trataba de demostrar
sentimientos, su interés desmedido por las cosas materiales, el lujo y el
bienestar económico, que en esa época ya apuntaban como un fin en sí mismo.
Su
carrera era un buen ejemplo de estos rasgos que, ahora que pensaba en ellos,
siempre le habían resultado antipáticos cuando los descubría en otra gente. Correr y ganar fue su lema,
esa era la pura verdad...pero, ¿ganar qué?
Shira
vivía ahora en el norte del país, en un kibutz, según explicaba la solapa del
libro. ¿Quién lo hubiera pensado?
La
foto de la contratapa mostraba una mujer tranquila, segura de sí, con esa
belleza de mujer en paz consigo misma. Nada que ver con la jovencita hermosa e
irresoluta de hacía más de diez años...
Torturada,
nunca satisfecha, siempre buscando el lado oscuro de las cosas, aguándole las
alegrías con sus observaciónes filosóficas, era ahora una mujer hermosa, pero
tambien parecía contenta y feliz con su vida. Esa belleza lo atrajo desde la
primera mirada, el porte aristocrático que había amado, la melena que para
probar su poder le había obligado a convertir en un corte casi masculino…
¿Habría
sido Ofer más feliz si la hubiera retenido, si fuera ella la madre de sus dos
hijos? ¿Qué tipo de pareja hubieran sido ahora, en la edad madura, cuando casi
estaban llegando a la famosa “edad media”? Una parte de su cerebro se imaginó
–vaya a saber por qué- vestido con toscas ropas de trabajo y con una pala en la
mano. Otra parte se burló de sus anticuados arquetipos: hoy en día se podía
vivir en un kibutz y trabajar de abogado…
¡Estúpido!
Sabía que la había dejado por orgullo. Porque si no lo hacía en muy poco tiempo
ella lo abandonaría. En cualquier momento podría conocer un hombre que la
valorase, que le demostrara su amor, que la apoyara… Aunque Ofer no ignoraba
qué debía hacer para conservar el amor de Shira, no se sentía capaz de hacerlo.
Shira le despertaba lo más vil de su
persona, deseaba herirla, burlarse de su llanto, de sus opiniones, de sus
cavilaciones.
Aún
ahora, después de tantos años, le dolía su triunfo. Bah! Estaba exagerando,
después de todo era solo un libro, no
dramatices Ofer, se amonestaba como lo había hecho con Shira en sus
frecuentes peleas.
Pensó
en Mijal, en sus veleidades de nueva rica, en sus sesiones de belleza, en los
artefactos modernos cubiertos por las fundas que nunca se destapaban y que
atestaban la cocina. ¿Cuándo, por última vez, alguno de los dos había cocinado
en esa casa? Pero sopesó también la envidia de sus colegas por la gracia con que
Mijal se desenvolvía en los acontecimientos sociales, por su elegancia, por su buen
gusto en el vestir.
Él
la había elegido por sus cualidades de mujer de mundo, Mijal siempre sabía lo
que quería, nunca dudaba ni se arrepentía. Los niños volvían de la escuela a
las cinco de la tarde listos para bañarse y cenar. Un rato de vida familiar y a
la cama. Ofer y Mijal, listos para la recepción, el restorante o la fiesta,
Ofer y Mijal, el matrimonio perfecto.
Suspiró,
otra vez inhaló lentamente y liberó el aire con más lentitud aún, tal como lo
había aprendido en el curso de relajación.
Relajarse,
imaginarse una rosa amarilla o un cielo azul, no pensar, seguir escalando sin
pausa.
Lo
que podría haber sido no era la realidad ni lo sería jamás. La vida que había
elegido seguiría su rumbo.
Ya
calmado, tranquilo, revisó en la contratapa el precio del libro: 120 shekel, no
era para tanto: lo donaría a la biblioteca. ■
Impecable Nurit . Rotundo como la pasión que se desliza en el relato ( la ira es una pasión )
ResponderEliminarMe encantó y me quedo con la rosa amarilla ja ja .
Abrazo.
Es indudable que Shira, aunque no lo sepa, se sacó la lotería...
ResponderEliminarRoberto
Las historias que escribe Ester son reales y ficticias: todas tienen su lado verídico y el costado que bordea la ficción aunque siempre esa ficción puede transformarse en realidad. Los cuentos que escribe siempre descubren el alma perversa, o maligna, de algún personaje que tomó de la vida cotidiana y su experiencia. Muy bueno.
ResponderEliminarandrés
El replanteo de una opción de vida que como una tela de araña aprisiona a Ofer y de allí que conserve la pasión enmascarada, saludos, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarUn libro donde el protagonista ha conocido a su autora y que encuentra en su lectura muchos rasgos suyos, le sirven a Ester como motor para presentarnos ciertas elecciones inconscientes (o conscientes? de vivir para adentro o para afuera.
ResponderEliminarEn la sabia elección del título pueden caber muchas vidas.
Me encantó. Felicitaciones, Ester, y cariños.
MARITA RAGOZZA
Los trabajos de Ester ''realidad y ficción'' dice Andrés, allí es cuando nos planteamos como se sentirá el receptor, el lector al verse reflejado en un texto que puede o no, considerar apropiado o acertado. Me planteaba mentalmente mientras leía el texto del relato que tremenda responsabilidad la del escritor cuando describe la realidad, y además cuando como dice Marita se sugiere elecciones de vida. Relato interesante que muestra claramente la pobreza espiritual del personaje descripto. Tal cual, es una elección.Elegir también es parte de la ''realidad-ficción'' que es la vida,o tal vez me equivoque. Me gustó mucho Ester. mi afecto. marta comelli
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