Virolita; diez
años después
Tintineó el
telefóno. Lo dejé sonar un rato: una frecuencia proveniente del más allá, o del
más acá, me decía con suavidad... no atiendas, no atiendas. Pero levanté
el tubo y una voz rara y abatida preguntó, ¿Ruso, sos el Ruso?
Me quedé callado... ¿Ruso? ¿estás ahí? Soy
Néstor… Virolita, tu amigo de la escuela de Caballito... Dale Ruso,
contestame...
Era una voz lejana y cercana, desconocida y
conocida. Caí en la celada y respondí ¿qué hacés Virola tanto tiempo, ¿pero
vos no estabas en cafúa?
Así recomencé el vínculo con Néstor Linares, rey
del bife o La Cieguita.
—Salí hace un par de días de la cárcel: me bajaron
12 años pero me libraron con dos tercios cumplidos. ¿Podemos vernos en algún
sitio...?
La voz era un cascajo desafinado aunque era
indudable que se trataba del Virola... Pensé unos segundos y le respondí:
—Mañana a las doce en Paraná y Corrientes,
¿te viene bien? —. Sin pensarlo me dijo sí.
Al día siguiente, parado como un venunín en
la vereda soleada de Corrientes la ancha me lo veo venir a Virolita más encorvado, el pelo lacio
enblanquecido y los lentes para chicatos, semejantes a mini-telescopios que escudriñaran
a Venus (no a la de Milo si no el
planeta).
Nos dimos un abrazo y a mi se me ocurrió que
estaba apretando a la espina dorsal de un bagre grandecito: estaba flaco,
tres cuarto de cogote, un moñito en el escote... y un bastoncito color naranja.
—¿Qué te pasa, Néstor? ¿no lastrás? ¿laburás
de Gandhi en el Rosedal?
Sonrió con esa mueca de laucha de comics. Estoy
en la ruina Ruso, perdí todo, me quedé propiamente en la vía, parezco la
carrocería de uno de esos viejos ómnibus de chatarra abandonado bajo un puente.
—Cómo es eso che. Si estabas bien forrado, vivías
con tu mujer, tenían el derpa y toda la guita que choreaste durante tus años de
carniza...
—Sos un cándido Ruso, un zurdo de alma... ¿A vos te parece que mi
mujer me iba a esperar doce años? Es
bisoja como este quía, pero no tiene nada de gila. Los bizcos tenemos los ojos cruzados
pero la cabeza, a dios gracias, nos funciona como una Ferrari de carrera en
Monza...
¿Qué podía decirle? ¿y para qué? Lo observé con atención. De tan
flaco parecía un espantapájaros. Contame cómo te fue en la gayola, Néstor.
Se sonrió con un mohín áspero mostrando los dientes de la boca en
subidas, bajadas y espacios vacíos, como pequeños precipicios.
Entramos al bar: nos sentamos en la ochava soleada. ¿Qué pasó
con tu casa y la guita, dónde está tu mujer?
No quería tocar el tema; suspiró y miró hacia la calle, tomó el
café y, como parroquiano de la vieja escuela se mandó la ginebra hasta el fondo.
—Mirá, cuando perdí y me mandaron a gayola tuve mucho tarro. Al
principio me jodían los otros presos y
los guardias, pero vos sabés que soy un lince para conocer a la gente. Reconocí
a los buchones, a los cagones, a los rochos de un solo palo y me metí en
una ranchada de muñeca que comandaba un catedrático del choreo, el Cano
Alfonso. Al principio, mi mujer me traía paquetes que encandilaban a los sopres
del pabellón y con eso me gané una de los mejores catres. Los fasos los
repartía entre los muchachos y a algunos guardias. Comíamos de lo mejor, platos
encargados a veces a una parrillería cercana a la prisión. No me fue mal, Ruso.
En mi pedigrí de chorro conocía muchas leyes del código y me venían a consultar
los chorritos de cinco guitas, los guanacos del oficio que solo saben fanar
y entrar y salir de Devoto, los carne de gayola...
Virola hablaba como la cotorrita de la suerte pero sin suerte;
era coherente y aparentaba estar muy
sereno. Me contó muchas historias de presidio en las que Virola jugaba de
costado, sin llamar la atención. Propio de él, siempre escurridizo, encerrado
en una caparazón de incauto, casi invisible. Y de repente explotó como un
petardo.
– ¿Sabés lo que pasó con mi mujer? –Ya había bajado tres
ginebras y sus faroles bizcotes centelleaban como relámpagos en día de niebla.
–Como a los tres meses vino a verme y me hizo firmar un papel en
la oficina del oficial de guardia, por el cual yo le cedía la propiedad de
nuestro derpa. Ella se quejaba de que era demasiado grande, que quería cambiarlo por uno más pequeño y
modesto. Y yo caí como un boludo. ¡Increíble!.
Se lo firmé. Ruso, y chau pinela. Vendió la casa; la plata de los
afanos la guardaba mi suegra (flor de atorranta, ruso). Las dos se las
tomaron y andá a buscar a dos bizcas… Resultaron ser más chorras que yo. Sé que
se fugaron porque me lo contó mi hermanito el Toto, ¿te acordás de él? Así que
estoy en la ruina, cero, el trabajo duro de años se hizo humo, cenizas.
-Qué vas a hacer ahora…
La sonrisa de laucha se le abrió con algo de espuma en los
labios:
- ¿Y qué te parece viejo? Tengo oficio, no? Estaba en la vía,
solo con los mangos que recibí del servicio penitenciario, chaucha y palitos....
Esa misma tarde viajé en el subte A y me hice de dos tocos…
Nada mal, entre ambas billeteras me aportaron más de nueve gambas. Laburo
berreta punguista: es oficio de dedos largos pero así empecé yo, hay que
vivir, ¿no?
Lo invité a comer en un boliche de Sarmiento. ¿Cuándo empezaste
con el choreo, Néstor? le pregunté con la salsa chorreándose en mi mentón.
–Si tenés paciencia te la cuento, –me dijo: Cuando estábamos en 4º grado, se
murió mi viejo. Yo iba con la cinta negra en la manga del guardapolvo ¿te
acordás?. Nos quedamos en la vía. Era el año 1940, Boca salió campeón pero como
eso no nos dio de comer me hice fana de Ferro. Mi vieja empezó a laburar de
costurera en una fábrica de camisas de la calle Cucha Cucha. Pagaban una
miseria y apenas nos alcanzaba para comer una vez al día. El pancito de la escuela me lo
tragaba sin masticar y por ahí algunos me daban el de ellos. Hizo una pausa
y el vaso de vino se escurrió en su garganta–. ¿Te acordás de la feria de Pujol? Iba
los jueves a la mañana y hacía changas. Una mañana una mujer me hizo llevar dos
bolsas hasta Hidalgo, bien lejos de la feria. Era una tipa estirada, parecía
una fifi de hielo, sin sangre. Abrió la
puerta y yo entré con las bolsas. Había dejado el monedero sobre una silla a la
entrada.... Me dio diez guitas… Y yo me llevé la carterita… Había 150 pesos, billetes
y monedas: fuimos ricos por una semana y allí comprendí que el que labura es un
gil (no me acuerdo si es de un tango o me lo inventé solito). Descubrí América
sin ser Colón. Así empecé, Ruso, descuidista, y tenía un golpe de vista
fenomenal para el achaque…
No pude menos que carcajear como loco… golpe de vista… vos,
longhi.
—Y bueno, Néstor, con esos focos de camión cómo no ibas a ver
hasta debajo de las baldosas… Ah, de paso decime, ¿dónde estás viviendo?
—Estoy parando en la casa de mi hermana. Es provisorio, sabés,
hasta que pueda juntar algo de plata.— Mientras hablaba trituraba el
bife de chorizo y mojaba el pan en el jugo, se llenaba la boca de fritas, y al
tragar se bajaba otro medio vaso de tinto.
Siguió con la historia de su adolescencia... Sobrevivir fue
muyduro para nostros, pero cuando llegó el hombre todo se fue cambiando.
A mi vieja tuvieron que pagarle según la ley;, con los alquileres congelados la
vida se nos hizo llevadera, dejamos de lastrar mondongo y fideos con aceite, yo
me puse a laburar en una fabriquita de bulones y tuercas pero al final me
dediqué al choreo, más fácil, reposado, apoliyaba hasta el mediodía y los
billetes llegaban de todos los colores. No tenés idea de lo que se aprende en
la calle... Pero quise instruirme, estudié un bachillerato acelerado y así, entre el afano y los estudios
me hice chorro cerebral...jejeje, ¿te gustó?
No lo podía parar y además no quería: el Néstor se me hizo un
tipo especial y no un chorro vulgar. Se lo veía locuaz aunque agotado.
A las dos de la tarde decidimos despedirnos. Le pregunté a qué se
iba a dedicar en los próximos días: Hay una casa en Belgrano —dijo entre
dientes— que ya tengo vista. La tendré que hacer solo porque Barbanegra mi
maestro se murió. En varios meses me hago de un millón de mangos –prosiguió– y me arreglo la vida. Soy muy
laburador, Ruso, y sé ahorrar. Nos abrazamos y quedó en hablarme. ¡Qué
personaje! pensé…
* * *
Tres meses más tarde me telefoneó la hermanita: así me enteré que
Néstor Linares, mi amigo Virola, había sufrido un síncope durante el
interrogatorio en Robos y Hurtos del departamento de policía. Ahora estaba en Devoto
Cuando fui a verlo le llevé una docena de salamines y cinco
cartones de Camel. Ahora soy el capo di capos de la ranchada. Hasta que el
juez decida qué hacer conmigo. Me encausaron sin motivo... Bah, como recién había
salido de la jaula el juris-consulto le dio bola a la yuta. No tienen pruebas
de nada y van a tener que largarme.
Genio y figura, lo notaba hecho papel picado. ¿Te dieron la
biaba, Néstor? La cana siempre te da la biaba y la máquina, sin parar, hasta
que dejás de ser una persona y te convertís en una basura.
A las dos semana me llamó Virola: Salí Ruso, me voy a vivir a Rosario, aire fresco y allí
nadie me conoce: me espera un laburo que deja mucha biyuya con un socio. Me
gusta ir a Rosario porque la llaman la Chicago argentina. Hay que recomenzar... El que
no labura no come Y no te preocupes, amigo... Ya conozco mi
final porque los chorros viven libres por poco tiempo: en la cárcel soy un
duque, techo y comida que paga el estado y yo sigo haciendo negocitos. Un
abrazo Ruso, sos un buen amigo. chau... ■
Emotivos relatos , tal como nos tiene acostumbrados este maestro de las letras ( aunque después "me rete" y me llame exagerada) Permíteme amigo, en este espacio ser libre , si no me gusta no comento , si me agrada también lo digo . Gracias por todo rusito.
ResponderEliminaramelia
Me gusta esto de situarse en la mente de un chorro de alma. De alguien que hace de afanar, un laburo. Gracias por el cuento Andrés.
ResponderEliminarGraciela Ur.
Otro de los personajes de la incomparable galería de Andrés.Uno más de los "diferentes", los que por el idioma, o la pinta, o el destino, o la bronca, no pudieron hundirse en el confuso mar de la masa mayoritaria, de los que "son como todos".
ResponderEliminarComo siempre: un maestro de la narrativa. Pocas palabras, las suficientes, y virolita es único, verosímil, muestra su alma.
ResponderEliminarGracias Andrés
Ofelia
La maestría hace que cada uno sea el personaje, que tome su piel, sus vestiduras. Me quedo con todo lo que dejás en tu escritura Andrés...por allí pasa la vida y cubre todas las estaciones.
ResponderEliminarLily Chavez
Virolita, el de los grandes anteojos, largos " encierros",alma-víctima del robo, su vida es consecuencia, donde sabe que el chorro vive poco afuera y la cárcel se convierte en un lugar más seguro que la calle, pues el día a día deja de ser un desafío vital.
ResponderEliminarMe encantó volver a saber de Virolita, quien también es maestro de la mentira.
Gracias, Andrés , por darle continuidad.
MARITA RAGOZZA
El regreso del Virola sufrido personaje de la fauna de atorrantes porteños que no pierde el entusiasmo pese a las vicisitudes de su oficio, narrado con humor pinta un fresco de costumbre como solo Andrés puede hacerlo, un abrazo, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarSon personajes tan fuertes, tan inolvidables que a riesgo de parecerte mas exagerada que Amelia y me retes, para mi sos una especie de Dostoievksi criollo que no pierde su "criollez" a pesar del tiempo y la distancia que te separa "del teatro de los hechos"
ResponderEliminarCristina Pailos
Querido capi-maistro: Vos sí que no curtís pieles y sabes meterte bien adentro de la piel de los personajes no convencionales y del lector. Siempre más gusto visitar a Virolita. Abrazo. ElsaJaná.
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