SIETE OJOS EN SU LUNA - poema en prosa
El jardín dormía el pasto blanco de frío. Especula la luz como un viejo trapo sacando lustre apenas por arriba. Hace rato las paredes de la casa hicieron silencio para las hormigas mientras crece verde entre baldosas.
Puntas de pie para mirarse los dientes y el pelo que mucha falta no hace peinarlo. Ignora al perro que atraviesa y deja nomás la puerta abierta. Sale con pantuflas de conejo más grandes que el empeine y envuelve las manos en el camisón. Los ojos algo cansados de mantenerse despierta. A los cuatro años todavía se duerme cuándo se tiene sueño pero no esta noche.
La luna se veía y se paró sobre una silla tropezando un poco con las bocas del conejo. Corrió el pelo para atrás pintando una delicia de coqueteo sin saber. Perfil de niña mirando hacia arriba las velas prendidas tan liviana cómo las sobras huéspedes de esa noche. Ningún contorno quería escapatoria.
Los nombres modernos suenan suaves y se llamaba Abril. Pero así se llamaba.
Bajó a la silla en un sólo movimiento de pincel sin tocar el suelo. Sacó del bolsillo dos tacitas que prolongan besos del color de los corales, dos cucharas chiquititas y en un plato puso dos pancitos de su marca preferida. Los tapó con las manos escondiendo su timidez última
- No los hice yo Luna. ¿Cómo está tu ojo? ¿Te creció un poquito? ¿Cuánto falta? ¿Duele que te crezca un ojo?
La luna mira.
- En el cole nos dijeron que ahí no hay viento. No importa si no tenés pestañas. Pero no me creen que te vi crecer los ojos. Ya conté siete ¿todos miran para este lado? ¿Por qué hace rato que tenés uno suelto? ¿No usas de a dos para ver cómo nosotros?
La luna mira.
Un grito envasado por este siglo de la psicología se oyó desde adentro.
- Estoy tomando el té, mamá. A esta hora ella toma el té y le está creciendo un ojo! No tengo frío! Ya entro. Vos cuándo estás tomando el té no te levantas por nada. Ya entro.
Bajó de la silla obedeciendo a los conejos.
- Te dejo el té y te miro por la ventana luna. No lluevas hasta mañana. ¿La noche que no te vi, no te habrán sacado uno? Y se fue para adentro.
Y la luna mira lo que ve en los contornos de una sola escapatoria.
El jardín dormía el pasto blanco de frío. Especula la luz como un viejo trapo sacando lustre apenas por arriba. Hace rato las paredes de la casa hicieron silencio para las hormigas mientras crece verde entre baldosas.
Puntas de pie para mirarse los dientes y el pelo que mucha falta no hace peinarlo. Ignora al perro que atraviesa y deja nomás la puerta abierta. Sale con pantuflas de conejo más grandes que el empeine y envuelve las manos en el camisón. Los ojos algo cansados de mantenerse despierta. A los cuatro años todavía se duerme cuándo se tiene sueño pero no esta noche.
La luna se veía y se paró sobre una silla tropezando un poco con las bocas del conejo. Corrió el pelo para atrás pintando una delicia de coqueteo sin saber. Perfil de niña mirando hacia arriba las velas prendidas tan liviana cómo las sobras huéspedes de esa noche. Ningún contorno quería escapatoria.
Los nombres modernos suenan suaves y se llamaba Abril. Pero así se llamaba.
Bajó a la silla en un sólo movimiento de pincel sin tocar el suelo. Sacó del bolsillo dos tacitas que prolongan besos del color de los corales, dos cucharas chiquititas y en un plato puso dos pancitos de su marca preferida. Los tapó con las manos escondiendo su timidez última
- No los hice yo Luna. ¿Cómo está tu ojo? ¿Te creció un poquito? ¿Cuánto falta? ¿Duele que te crezca un ojo?
La luna mira.
- En el cole nos dijeron que ahí no hay viento. No importa si no tenés pestañas. Pero no me creen que te vi crecer los ojos. Ya conté siete ¿todos miran para este lado? ¿Por qué hace rato que tenés uno suelto? ¿No usas de a dos para ver cómo nosotros?
La luna mira.
Un grito envasado por este siglo de la psicología se oyó desde adentro.
- Estoy tomando el té, mamá. A esta hora ella toma el té y le está creciendo un ojo! No tengo frío! Ya entro. Vos cuándo estás tomando el té no te levantas por nada. Ya entro.
Bajó de la silla obedeciendo a los conejos.
- Te dejo el té y te miro por la ventana luna. No lluevas hasta mañana. ¿La noche que no te vi, no te habrán sacado uno? Y se fue para adentro.
Y la luna mira lo que ve en los contornos de una sola escapatoria.
Mercedes Sáenz
Imagino a un adulto volviendo a la niñez bien de adentro en una casa a medio abandonar, para no despedirse… La luna mira desde sus siete ojos en el que uno está naciendo… ¿cuándo? Para que no le falte faltándote la compañía, posillos de juguete para un te que sale a la intemperie sólo por romper la soledad… Muchas lecturas, Merci, desde tantos lugares. Vos lo pintaste con tu magia de pincel interior cómodamente instalado en tu silla de escritora. Hurgo en tu entorno donde fluyen y se confunden mis propios sentimientos. Me adueño de tus espacios leyéndolos…esa porción de tus sentires que se me adentran para repintar a mi antojo. ElsaJaná.
ResponderEliminarAhora, permitime esta licencia, Mercedes: Me encantó esta foto tuya a plena sonrisa, con ojos que chispean y las plumas doradas de tu creatividad al viento...Te admiro tanto, zorzalita poeta del tigre rodador de aguas. Abrazoooooo. Perdón que mis alitas de colibrí te hagan cosquillas. No las puedo detern, pesan bajo patas elefánticas. Colibrí.
ResponderEliminarMerci. siempre con tu poesía tan particular logras hacernos viajar a un mundo mágico.
ResponderEliminarBello , muy bello.
amelia
...prosa poética que rebasa la metáfora y nos vuelca en alegorías mágicas.
ResponderEliminarHermoso.
La magia infantil bocetada por una escritora y poeta adulta puede llenar huecos con maravillosas expresiones que, estoy seguro, te han surgido con la rapidez de un meteoro. Hermoso y simbólico...
ResponderEliminarAndrés
Qué dulzura la de la niña, qué dichosa la Luna con el té servido, saludos, arturo
ResponderEliminarMuchas gracias a todos, un inmenso abrazo!
ResponderEliminarMercedes
Si para leer, me acompaño con el silencio, esta vez, ha sido imprescindible. Hay tanta delicadeza que uno se siente transportado, hasta se pueden escuchar los sonidos de las tacitas y cucharitas. Un revivir de la infancia y su mirada especial,de la cual la autora no ha perdido.
ResponderEliminarUn ensueño que logra dar una mágica a la realidad.
Felicitaciones, Merci y cariños.
MARITA RAGOZZA
Merci querida , como siempre , un alegría leerte,
ResponderEliminarç
Un fuerte abrazo.
amelia
QUERIDA MERCEDES, que lindo volver a encontrarte en estas páginas, leerte y disfrutar como siempre de tus trabajos que sorprenden y cambian estilos con sutileza e inteligencia. Lindo relato. un fuerte abrazo. marta comelli
ResponderEliminar