Luego de
cruzar la ruta bajé por un terraplén
hecho con escombros. Del arroyo me llegó un olor fuerte. Bolsas de basuras y un
perro muerto habían encallado sobre su borde y un hilo de agua negra, serpenteaba
entre esqueletos de autos oxidados.
La tarde se
iba metiendo en la noche y las chapas habían dejado de brillar. Foquitos
hospitalarios me dieron profundidad en los pasillos barrosos de la villa.
No hacía
falta sacar el papel con los datos del lugar que buscaba, pero de todos modos
lo volví a leer: S140:12. De la canilla comunitaria se escapaba, como la vida
en que estaba rodeada, algo más que un goteo constante. Una muchachita de
pantalones ajustados se alejaba con un tacho de agua en cada mano. Una vez
entre los ranchos, percibí el inconfundible aroma de frituras, tan ligadas con
la miseria.
Sobre una
pared de ladrillos sin revocar, estaban escritos los datos que buscaba. Solo
que ahí, la inicial, se había convertido en palabra y me hizo dudar. Del marco
desparejo de la puerta se escapaban entrelazadas, una leve línea de luz y las
notas quejosas de un chamamé.
Golpeé sobre
la madera en forma moderada y luego repetí el llamado con más fuerza. Cuando
estaba buscando alguna ventana para ver el interior, me atajó una voz
carrasposa a mis espaldas.
-¿A quién
busca?
-“Al barba”, me
dijeron que vive aquí- contesté.
-Y quién le dijo
eso ¿si se puede saber? - mencionó la voz, que a esta altura ya estaba a mi
costado.
Se podría
decir que la noche había teñido todo de negro. Mirando hacia la salida (cosa
que hice instintivamente) se distinguían los faroles de autos y camiones que
pasaban, escapados por la ruta.
-Me manda "Pedro”
un amigo suyo- dije, y me quedé en
silencio.
- ¿Y, cómo le
va la pesca a él y sus compañeros?- preguntó
- Siempre dice
que nada es fácil- repliqué, sin estar muy seguro de lo que decía.
-Es verdad,
nada es fácil, solo hay que tener en claro lo que se quiere lograr- dijo, y me
pareció, que hurgaba en mis ojos.
-Es que a
veces, no se ven bien las cosas que uno busca, susurré.
-Todo depende
de la claridad de la luz que se tenga- me respondió.
-Por eso lo
vengo a ver- afirmé, intentando ver algo de su rostro.
-Bueno, haga
lugar que tengo que abrir. Aquí afuera ya empieza a hacer frío.
Me hice a un
lado y recién ahí me di cuenta de que una cadena, ajustaba la puerta con el
marco.
-Pase, aquí
no entra cualquiera- dijo desde adentro, mientras apoyaba sus cosas en una mesa
tapada con hule floreado.
Una vez en el
interior observé su altura. La cabeza casi tocaba los cruzados tirantes de
madera. Me llamó la atención su abultado pelo negro, que le llegaba hasta los
hombros. Vestía de forma sencilla pero tenía una presencia fuerte. Al darme la
espalda sentí cierta tranquilidad, como que se podía caminar tras sus pasos.
Bajó el volumen de la radio y se dio vuelta. Recién ahí pude ver bien su cara.
Frente amplia, cejas gruesas y ojos negros. Los labios carnosos dejaban ver una
hilera de dientes blancos. Una despareja barba cubría sus pómulos. Al verme,
seguramente tan joven, me pareció que su voz, perdía la ronquera del principio
y comenzó a tutearme.
-Sentate
¿tomás mate?
-Bueno.
-¿Es que
Pedro anda necesitando algo?, preguntó, revolviendo cacharros de un armario.
-No, no es
por él. Yo lo conozco del barrio en que vivo. Le mencioné algunas cosas.
Entonces me indicó que lo viniera a ver.
Me entretuve
frotándome las manos. Se ve que "el barba" no tenía apuro en conocer
el motivo real de mi visita, o quizás ya lo sabía. Quitó la yerba vieja y la
suplantó por una nueva. Esperó que el agua tomara temperatura y luego de chupar
por la bombilla se acercó a un balde y escupió. Lo repitió una vez más, luego
cebó uno y me lo acercó. Me di cuenta de que no lo apoyó en la mesa y esperó
que yo lo tomara de su mano. Buscó una maderita para depositar la pava. Seguía
sin preguntar nada. La calabaza iba y venía. De vez en cuando sus ojos miraban mis manos y mi cara. De todas
maneras no me ponía nervioso, me pareció un acto de conexión.
-Bueno, te
escucho- dijo, con una sonrisa.
Esperé que la
bombilla hiciera ruido, le alcancé el mate y comencé a hablar.
-Mire, es que
estoy sintiendo que me falta fe para
entender las cosas que me rodean a diario.
-Y el dinero
que no alcanza- mencionó con una sonrisa triste.
-Lo mío no es
material, es espiritual.
-Y en qué
dejaste de creer primero ¿en vos o en los demás?
-Como siempre
ocurre, primero en mis padres, luego en el resto y por último en mi. Ahora veo traición,
corrupción, frivolidad y pobreza extrema en las clases más débiles. Ya no se dónde
ubicarme y qué hacer, para encarar un mañana mejor.
Se quedó un
rato pensativo, luego apoyó los codos sobre la mesa y moviendo los ojos
rápidamente hacia arriba dijo:
-Tenés que
comenzar a creer fielmente en Él, y en vos. Lo demás llega solo. Si das el
primer paso con fe, los otros podrán verlo y seguirán tus huellas.
Me quedé en
silencio. Desde un rincón volvió su voz:
-Yo estoy
aquí en un periodo de espera. En cualquier momento tengo que volver a empezar.
Trajo unas galletas, un poco de queso, dos
vasos y una botella de vino.
-Vamos a
cenar. Te vas a quedar un tiempo aquí, si no te molesta. Esto de no creer, se
está haciendo costumbre. Eres el primero, pero no el último en venir. Cuando estén
todos, saldremos a caminar…
Saqué el
papel del bolsillo y uní las iniciales con lo que decía en la pared: S de Salmo
140:12 Entonces comprendí lo que me
había dicho Pedro: “Yo se que el señor sostendrá la causa del afligido, y el
derecho de los pobres”
Roberto Paniagua
Muy bien escrito,lo leí con interés. Con respecto al contenido en sí, no tengo comentarios...Con todo respeto, yo también trato de "sostener la causa del afligido y el derecho de los pobres"
ResponderEliminarEs altamente probable que si el Señor está no sea en otro sitio que entre los pobres, si esta fue la intención del autor, dejar una impronta literaria sobre el tema, lo ha logrado, excelentes las descripciones y los momentos de tensión, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminar¿Por qué siempre gotean las canillas comunitarias? Esté donde esté, más allá de creencias, es seguro entre los humillados. Pero sólo puede hacerse ver a través de la presencia humana que muchas veces tiene tiempos diferentes...Y la canilla gotea y la vida se pierde en ello. ElsaJaná.
ResponderEliminarMi estimado Trinelli: ha dado usted en la tecla, ese fue el objetivo. Si Jesus tiene que arrancar nuevamente, seguramente lo hará desde el lugar en que mora... O sea, entre los pobres.
ResponderEliminarRoberto
Me atrapó de entrada aún cuando no sabía para qué estaba en ese lugar ni quien era ese hombre tan grandote que salió al encuentro y me gustó esa forma de jugar con el suspenso. Comparto lo que se desprende del pequeño diálogo entre el autor y Trinelli. Jesús se instalaría entre los pobres pero también tendría que echar a los mercaderes del templo, empezando por el rey de los mercaderes que vive en Roma. (Espero no haber ofendido la fe de nadie)
ResponderEliminarCristina Pailos