sábado, 22 de septiembre de 2012

Roberto Paniagua

                                 VOLVER A EMPEZAR

Luego de cruzar  la ruta bajé por un terraplén hecho con escombros. Del arroyo me llegó un olor fuerte. Bolsas de basuras y un perro muerto habían encallado sobre su borde y un hilo de agua negra, serpenteaba entre esqueletos de autos oxidados.
La tarde se iba metiendo en la noche y las chapas habían dejado de brillar. Foquitos hospitalarios me dieron profundidad en los pasillos barrosos de la villa.
No hacía falta sacar el papel con los datos del lugar que buscaba, pero de todos modos lo volví a leer: S140:12. De la canilla comunitaria se escapaba, como la vida en que estaba rodeada, algo más que un goteo constante. Una muchachita de pantalones ajustados se alejaba con un tacho de agua en cada mano. Una vez entre los ranchos, percibí el inconfundible aroma de frituras, tan ligadas con la miseria.
Sobre una pared de ladrillos sin revocar, estaban escritos los datos que buscaba. Solo que ahí, la inicial, se había convertido en palabra y me hizo dudar. Del marco desparejo de la puerta se escapaban entrelazadas, una leve línea de luz y las notas quejosas de un chamamé.
Golpeé sobre la madera en forma moderada y luego repetí el llamado con más fuerza. Cuando estaba buscando alguna ventana para ver el interior, me atajó una voz carrasposa a mis espaldas.
-¿A quién busca?
-“Al barba”, me dijeron que vive aquí- contesté.
-Y quién le dijo eso ¿si se puede saber? - mencionó la voz, que a esta altura ya estaba a mi costado.
Se podría decir que la noche había teñido todo de negro. Mirando hacia la salida (cosa que hice instintivamente) se distinguían los faroles de autos y camiones que pasaban, escapados por la ruta.
-Me manda "Pedro” un amigo suyo-  dije, y me quedé en silencio.
- ¿Y, cómo le va la pesca a él y sus compañeros?- preguntó
- Siempre dice que nada es fácil- repliqué, sin estar muy seguro de lo que decía.
-Es verdad, nada es fácil, solo hay que tener en claro lo que se quiere lograr- dijo, y me pareció, que hurgaba en mis ojos.
-Es que a veces, no se ven bien las cosas que uno busca, susurré.
-Todo depende de la claridad de la luz que se tenga- me respondió.
-Por eso lo vengo a ver- afirmé, intentando ver algo de su rostro.
-Bueno, haga lugar que tengo que abrir. Aquí afuera ya empieza a hacer frío.
Me hice a un lado y recién ahí me di cuenta de que una cadena, ajustaba la puerta con el marco.
-Pase, aquí no entra cualquiera- dijo desde adentro, mientras apoyaba sus cosas en una mesa tapada con hule floreado.
Una vez en el interior observé su altura. La cabeza casi tocaba los cruzados tirantes de madera. Me llamó la atención su abultado pelo negro, que le llegaba hasta los hombros. Vestía de forma sencilla pero tenía una presencia fuerte. Al darme la espalda sentí cierta tranquilidad, como que se podía caminar tras sus pasos. Bajó el volumen de la radio y se dio vuelta. Recién ahí pude ver bien su cara. Frente amplia, cejas gruesas y ojos negros. Los labios carnosos dejaban ver una hilera de dientes blancos. Una despareja barba cubría sus pómulos. Al verme, seguramente tan joven, me pareció que su voz, perdía la ronquera del principio y comenzó a tutearme.
-Sentate ¿tomás mate?
-Bueno.
-¿Es que Pedro anda necesitando algo?, preguntó, revolviendo cacharros de un armario.
-No, no es por él. Yo lo conozco del barrio en que vivo. Le mencioné algunas cosas. Entonces me indicó que lo viniera a ver.
Me entretuve frotándome las manos. Se ve que "el barba" no tenía apuro en conocer el motivo real de mi visita, o quizás ya lo sabía. Quitó la yerba vieja y la suplantó por una nueva. Esperó que el agua tomara temperatura y luego de chupar por la bombilla se acercó a un balde y escupió. Lo repitió una vez más, luego cebó uno y me lo acercó. Me di cuenta de que no lo apoyó en la mesa y esperó que yo lo tomara de su mano. Buscó una maderita para depositar la pava. Seguía sin preguntar nada. La calabaza iba y venía. De vez en cuando  sus ojos miraban mis manos y mi cara. De todas maneras no me ponía nervioso, me pareció un acto de conexión.
-Bueno, te escucho- dijo, con una sonrisa.
Esperé que la bombilla hiciera ruido, le alcancé el mate y comencé a hablar.
-Mire, es que estoy sintiendo que me falta  fe para entender las cosas que me rodean a diario.
-Y el dinero que no alcanza- mencionó con una sonrisa triste.
-Lo mío no es material, es espiritual.
-Y en qué dejaste de creer primero ¿en vos o en los demás?
-Como siempre ocurre, primero en mis padres, luego en el resto y por último en mi. Ahora veo traición, corrupción, frivolidad y pobreza extrema en las clases más débiles. Ya no se dónde ubicarme y qué hacer, para encarar un mañana mejor.
Se quedó un rato pensativo, luego apoyó los codos sobre la mesa y moviendo los ojos rápidamente hacia arriba dijo:
-Tenés que comenzar a creer fielmente en Él, y en vos. Lo demás llega solo. Si das el primer paso con fe, los otros podrán verlo y seguirán tus huellas.
Me quedé en silencio. Desde un rincón volvió su voz:
-Yo estoy aquí en un periodo de espera. En cualquier momento tengo que volver a empezar.
 Trajo unas galletas, un poco de queso, dos vasos y una botella de vino.
-Vamos a cenar. Te vas a quedar un tiempo aquí, si no te molesta. Esto de no creer, se está haciendo costumbre. Eres el primero, pero no el último en venir. Cuando estén todos, saldremos a caminar…
Saqué el papel del bolsillo y uní las iniciales con lo que decía en la pared: S de Salmo 140:12  Entonces comprendí lo que me había dicho Pedro: “Yo se que el señor sostendrá la causa del afligido, y el derecho de los pobres”                                                           

                                                                       Roberto Paniagua




5 comentarios:

  1. Muy bien escrito,lo leí con interés. Con respecto al contenido en sí, no tengo comentarios...Con todo respeto, yo también trato de "sostener la causa del afligido y el derecho de los pobres"

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  2. Es altamente probable que si el Señor está no sea en otro sitio que entre los pobres, si esta fue la intención del autor, dejar una impronta literaria sobre el tema, lo ha logrado, excelentes las descripciones y los momentos de tensión, Carlos Arturo Trinelli

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  3. ¿Por qué siempre gotean las canillas comunitarias? Esté donde esté, más allá de creencias, es seguro entre los humillados. Pero sólo puede hacerse ver a través de la presencia humana que muchas veces tiene tiempos diferentes...Y la canilla gotea y la vida se pierde en ello. ElsaJaná.

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  4. Mi estimado Trinelli: ha dado usted en la tecla, ese fue el objetivo. Si Jesus tiene que arrancar nuevamente, seguramente lo hará desde el lugar en que mora... O sea, entre los pobres.
    Roberto

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  5. Me atrapó de entrada aún cuando no sabía para qué estaba en ese lugar ni quien era ese hombre tan grandote que salió al encuentro y me gustó esa forma de jugar con el suspenso. Comparto lo que se desprende del pequeño diálogo entre el autor y Trinelli. Jesús se instalaría entre los pobres pero también tendría que echar a los mercaderes del templo, empezando por el rey de los mercaderes que vive en Roma. (Espero no haber ofendido la fe de nadie)
    Cristina Pailos

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