CINE: La obra cumbre de un genio
Después
del apabullante éxito de El Padrino era obvio que Coppola iba a
tener luz verde para firmar la secuela que se había anunciado ya en el momento
de estrenar el original. Como es obvio también Coppola pidió más dinero (un
millón de dólares más porcentaje de taquilla) y Al Pacino hizo lo propio
(600.000 dólares). Lo que quizá pocos se esperaban era que en lugar de entregar
algo similar al clásico instantáneo que le precedía decidió enredarse en un
enfoque más autoral, más complejo, más delicado.
Así,
donde El Padrino servía sangre y épica, la secuela, llamada
simplemente El Padrino II, indagaba en los orígenes de la
familia Corleone, con un Robert de Niro acabado de salir de Malas
Calles (la película de Martin Scorsese) al que Coppola ya había echado
el ojo y al que fichó tan pronto se supo que Brando no iba a estar disponible.
La maravillosa dualidad del filme, inmortalizada por esa —imaginaria— carretera
donde transcurren en paralelo las vidas del patriarca y de Michael, el
despiadado heredero, es la auténtica esencia de este bellísimo filme. Como
contaba Miguel López en su espléndido volumen dedicado a Coppola (Los
Coppola, Una familia de cine): “La violencia se expresa en la película
desde una dimensión psicológica que orilla la brutalidad primaria de El
Padrino I y escarba hacía otros subsuelos de la crueldad humana”.
Efectivamente,
no hay en El Padrino II tiempo para cabezas de caballo en la
cama ni lindezas de ese estilo, el auténtico sello de la película es ese
terrible retrato de la decadencia, un proceso irreversible en el que, poco a
poco, se desnudan todas las flaquezas de ese padrino desconfiado, implacable,
que extiende sus tentáculos al mundo de la política.
La
decrepitud del personaje de Al Pacino, un tipo roto por el poder, alcanza toda
su extensión con la ejecución de uno de sus más íntimos familiares (no
avancemos más por si queda alguien que no haya visto la película). Obvia decir
que el reparto es —de nuevo— espectacular: a los mencionados Pacino y De Niro
se le suman (y repiten) Robert Duvall y Diane Keaton y completan la corona el
maravilloso Lee Strasberg y Talia Shire.
El primer montaje de
cinco horas, fue rechazado por los estudios al igual que lo fue el siguiente,
de tres horas y veinte. Finalmente, el consenso llegó con una versión de tres
horas que dejó a todos satisfechos. La película, una auténtica obra maestra, se
llevó seis Oscar, incluyendo el mejor guion, mejor actor (para Robert De Niro),
mejor director y mejor película. Fue la primera vez en la historia de la Academia en la que una
secuela se llevaba la estatuilla dorada. Francis Ford Coppola tardaría 16 años
más en armar la película que cerraría la trilogía pero para muchos en esta
entrega se concentra toda la sabiduría de ese artesano del cine que un día
estuvo a punto de volverse loco en la jungla. Cosas de genios. ■
En efecto, una trilogía genial, C.A.T.
ResponderEliminarLa remasterizacion de esta trilogía genial se debe a que este año, en marzo cumplió 40 años. Los sonidos son más fieles y los tonos más dinámicos, por la aplicación de la nueva tecnología.
ResponderEliminarVolver a escuchar la voz de Brando y las actuaciones de Pacino y Keaton son un placer renovado.Esto está intacto.
MARITA RAGOZZA