Crímenes del pasado
Pasaron años, muchos años. Estoy sentada frente a la
computadora y me pregunto si debo escribir la historia…Aquella vieja historia
cuyos protagonistas están muertos u olvidados y que puede no interesar a nadie.
Me pregunto por qué, para quién. Vivo sola desde hace
años, rodeada de fotografías y de dinero que no necesito y que nunca fue el
motivo de mis actos.
No escribo para aclarar mis ideas ya que sé muy bien qué pasó, quién fue el culpable, quién pagó los crímenes siendo inocente..
No escribo para aclarar mis ideas ya que sé muy bien qué pasó, quién fue el culpable, quién pagó los crímenes siendo inocente..
Aún desconozco la razón que me impulsa a rememorar lo
ocurrido. Ha pasado tanto tiempo que si alguien llegara a leer esta evocación
no sabría siquiera dónde ocurrió.
Fui una mujer común, igual a tantas otras. Creía en la
justicia humana, en la buena fe de la gente, en la solidaridad, en la
compasión. Estaba segura que había una mínima cordura en las acciones de las
personas. Pero por sobre todo creía en mi hermano.Estaba segura de ser para él
tan importante como él lo era para mi.
Estábamos muy unidos; aunque él me llevaba cuatro años
éramos como gemelos, pero nadie, menos que nadie nuestros padres, lo sabía.
Siempre ocupados con los negocios, corriendo de sucursal en sucursal, de una
ciudad a la otra, tenían muy poco tiempo para nosotros. Buenas mucamas, niñeras
y cocineras eran todo lo que podían darnos, y era mucho más de lo que otros
niños recibían. Pero nos teníamos uno al
otro…
Desde pequeños y aunque teníamos cuartos separados, él
venía a mi habitación antes de irse a dormir. Era una ceremonia siempre
repetida. A veces ni siquiera hablábamos, Pavel entraba, se sentaba en el suelo
con la espalda apoyada en mi cama y callábamos. Después de un rato, sin
pronunciar una sola palabra, él volvía a su cuarto. Esos momentos siempre
fueron la parte significativa del día, puedo afirmar sin exagerar que yo
existía para esos minutos. Todo lo que me pasaba, lo que vivía, cobraba sentido
cuando se lo contaba a Pavel.
A su debido tiempo tuvimos amigos, novios e incluso,
cuando yo tenía 23 años, Pavel se casó con una de mis amigas, Elena, después de
haber hablado conmigo y de recibir mi completa aprobación.
Se quedaron a vivir en casa. Nuestros padres les
asignaron un dormitorio y cuando nacieron los niños otro más. Elena era una
buena persona, un poco cómoda, prefería vivir con la familia y no cargar con
las tareas del hogar.
A pesar de los cambios, de los niños, de las
obligaciones, Pavel seguía viniendo a mi cuarto todas las noches. A veces
cuando Elena ya dormía, otras estando despierta. Ella nos conocía bien y sabía
lo unidos que éramos.
Todos trabajábamos en las empresas familiares:
restorantes, salones de fiesta, fiambrerías. Se ganaba mucho, también se gastaba, y todos participábamos en
la crianza de los dos niños de Pavel y Elena, los adorábamos.
Pero era demasiada armonía. Después de mucha felicidad
surgen los escollos, las dificultades. Vivíamos felices y comíamos perdices,
como en los cuentos de hadas algo debía
perturbar tanta alegría. Como en las películas, allí donde termina la historia
y aparece la palabra FIN, empieza la realidad.
Pavel empezó a acostarse con una de las empleadas de la
fiambrería. Cuando me lo contó, una de las noches en que vino a mi dormitorio,
no le advertí del peligro. Entre nosotros dos nunca había existido el consejo,
la advertencia, el juicio. Pero tuve miedo…Yo intuía que se estaba produciendo
un gran cambio, y aunque no sabía de qué manera, estaba segura que me afectaría
también a mi.
Al tiempo, me enteré por los rumores que corrían en el
restorante que también Elena tenía un amante. Era un tipo rudo, grandote, un montañés que había llegado a la ciudad
hacía muy poco tiempo. Trabajaba conmigo en la cocina, era muy fuerte, tenía en
los brazos y en la espalda tatuajes tupidos al estilo de los marineros y aseguraba
haberlo sido. Cuando bebía mucho se reía a carcajadas y parecía perder el
control. No se sabía expresar y hablaba poco. Pero, por otro lado, trabajaba
bien y rápido, siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás, parecía buena
persona.
A mi no me importaba que mi hermano tuviera amantes, ni
que Elena siguiera su ejemplo. Para la familia, en nuestra casa, nada había
cambiado. A veces me imaginaba a Pavel
y Reivi trenzados en una pelea y eso me
preocupaba. Solo que después de todo, mi inquietud era infundada, no fue eso lo que ocurrió.
La rutina de nuestras vidas continuó igual por un tiempo
hasta que Pavel y Elena decidieron separarse. Esta vez yo me enteré de las
novedades junto con el resto de la familia a la hora de la cena. En ese momento
cobré conciencia de que hacía semanas que Pavel no venía a mi cuarto.
Mas la cosa no terminaba ahí. Mi hermano se disponía a mudarse al norte del país con
su amante, la que pronto, apenas terminaran los trámites, sería su mujer. Elena
se llevaría a los chicos a la casa de Reivi donde vivirían.
Callé, no abrí la boca. Todo mi mundo se había borrado
por decisiones tomadas por otros. Y ahora Pavel también era un
"otro". Me sentía como si me hubieran robado el corazón. En su lugar
había un pedazo de hielo. Un frío cortante me taladraba y amenazaba con
matarme. No pude dormir ni esa ni las
noches siguientes. Una y otra vez me preguntaba qué había ocurrido. ¿Acaso
Pavel había encontrado un verdadero amor al que decidió sacrificarle todo,
incluso a mi? Y Elena que se llevaría a los niños… ¿Acaso ya no sentía ningún
afecto por mi? Yo no podía permitir que mi vida, tal como era y como yo quería
que siguiera siendo, se vaciara, se convirtiera en tiempo que matar, sin
objetivo, sin afectos, sin alegrías…
Mi cabeza trabajaba
a mucha velocidad. Planes iban y venían, los tramaba y los desechaba casi al
instante. Hasta que, la cuarta noche vi con claridad lo que debía hacer. No
permitiría que otras personas se crearan para sí mundos distintos del mío, que
destruyeran lo poco que yo tenía, que me traicionaran sin siquiera darse
cuenta. Pavel entendería que yo tambien era ahora parte de los
"otros".
En el trabajo busqué la ocasión de hablar con Reivi a
solas. Después de decirle que Elena pensaba dejarlo y que debía ir esa noche a hablar
con ella, me fui y él se quedó en el depósito llorando como un niño. Siempre
había sido un simplón, un perdedor desde la cuna.
Reivi llegó a nuestra casa a medianoche, como le dije,
pero todos estaban ya muertos: mis padres, mi hermano, Elena y los dos niños. A
todos los acuchillé mientras dormían, solo desperté a Pavel para que viera como
hundí la daga en su corazón…
Desesperado, Reivi perdió la cabeza y como lo
supuse, se revolcó en la sangre derramada, tomó en sus manos el
cuchillo criminal, como un loco sacudió los cadáveres, especialmente el de
Elena. Cuando llegó la policía él había
enmudecido, los investigadores aseguraron que era probable que el shock lo
hubiera vuelto loco.
Yo ya estaba bien lejos…Cuando volví, después de una
semana, me hice cargo de los negocios de
la familia. Nunca me casé. Viví mi vida como en un sueño, trabajando, llevando
adelante los negocios, viajando, nadie fue mi confidente ni mi amigo
durante estos largos veinte años. Desde hace dos años,
cuando Reivi murió en la cárcel, soy la única sobreviviente de la tragedia y el
único ser humano que sabe la verdad.
Termino de escribir la verdadera historia de mi familia y
de mi vida y entiendo, por fin, la razón que me llevó a escribirla. Si muero sin contar los hechos tal
como ocurrieron, ¿que sentido tendrá mi vida, qué sentido tendrá mi muerte?
Al alcance de mi mano, al lado de esta crónica, tengo el
arma liberadora. Estoy sola y sola he de morir. ■
El suspenso de desliza hasta el desenlace. La protagonista se acorrala a si misma en el rememorar, la narradora toma distancia, no elabora moralinas nos presenta los hechos que nos anonadan, saludos, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminar¡Muy bien Ester! Me parece que expresas con mmuucha calidad literaria el mismísimo inconsciente personal (Para Freud somos en la niñez perveros polimorfos).Luego de adultos..., aveces, también.
ResponderEliminarFelicitaciones
Graciela U.
El último párrafo : "·Yo ya estaba bien lejos"...es su completa lejanía del mundo, de la soledad y el vacío absoluto que la acompaña desde hace mucho tiempo.Todo lo construyó haciendo eje en una sola persona, de alguna manera era la persona elegida para que le diera silencios que para ella eran felicidad. Parece haber pensado que su hermano le pertenecía , o pertenecía a un orden de cosas inmodificables. Ahora se pregunta para quién escribe, parece que es sólo para su muerte.El inocente en la cárcel parece tan sólo un hecho menor .
ResponderEliminarMuy bien logrado, Ester, este difícil personaje y diste con el tono apropiado.
Cristina Pailos
Un relato muy bien logrado donde se conjuga la filosofía , la psicología...y la agudeza de la autora.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte Nurit.
Una triste historia pero bien escrita, y con suspenso, un abrazo Carmen
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