miércoles, 23 de marzo de 2011

EDGARDO KORDON - El Alemán


EDGARDO KORDON - del libro "La verdad oculta en el bosque"



El Alemán (cuento ya publicado, especial para "los idus de marzo")

Era raro el Alemán. Cuando todos los pibes de la cuadra jugábamos a la pelota en la calle, él estaba en otra. Nunca participaba de los partidos. Se dedicaba a buchonear. Me acuerdo de aquel día. Carlitos estaba cascoteando a los gorriones que revoloteaban por los árboles. Se armó un quilombo de puta madre cuando apareció el Chevrolet 47, negro, el que tenía la plataforma al costadito para treparse. Era hermoso. Recién lustradito estaba. El Rengo gritó ¡¡AUTOOOO!! justo cuando el Goma se estaba escapando solo para meter el gol del empate. Le decíamos el Goma por la flexibilidad que tenía para jugar. Años después, a un jugador de Ferro le pondrían el mismo apodo. El “Goma” Vidal, ¡¡Qué jugador!! Yo estaba en el arco. Siempre me mandaban a jugar de arquero porque era el más pendejo del equipo. Igual, a mí me gustaba. Mi ídolo era Marrapodi, el que volaba de poste a poste, un fenómeno. También me gustaba Roma que después pasó a Boca. Todavía me acuerdo del equipo del 59. Roma, Mogaburu y Marzolini. Ríos, Balay y Devita. Juárez, Berón, Acosta, Lugo y Garabal. ¡¡Mi madre!! ¡¡Qué equipazo!! Salió tercero, en la mejor campaña hasta ese momento, sólo superada por los campeonatos y subcampeonatos del 81 al 84. No es fácil ser verdolaga. Hoy en día estamos sufriendo un montón. Acá, en este país, si no sos de Boca o River o de algún equipo grande, te segregan como segregan a todas las minorías. Pero me estoy yendo por las ramas. La cuestión es que el Goma, el crack del equipo, había agarrado la pelota de cuero marrón, brillante, recién engrasada, y nos fuimos todos a la vereda. Cada vez que pasaba un auto, se interrumpía el partido. Suerte que pasaban nada más que tres o cuatro por tarde. Se ve que Carlitos, que no podía jugar porque lo habían quebrado en el desafío contra los de la otra cuadra, no escuchó el grito del Rengo. En ese mismo momento, lanza el cascotazo que choca contra el cable de la luz y da de lleno en el techo del auto. Ahí nomás, el chofer clava los frenos y se baja un urso trajeado que medía como dos metros.
–¿Quién fue?– empezó a los gritos.
Nadie respondió.
–¿Quién fue?– insistió e hizo el ademán de sacar un bufoso.
Se armó el desbande. Después nos enteramos que el Alemán lo marcó a Carlitos que la ligó de lo lindo. También el pobre Rengo. Claro, como no podía correr rápido, el turro éste lo cazó de los tiradores y le dio un par de sopapos que lo dejaron aturdido por una semana. El grandote era el custodio de un ministro, creo. Mientras, el guacho del Alemánse hizo el boludo y se fue silbando bajito. Era raro el Alemán. Raro y cagador, además. Desde ese día le tengo bronca. Antes ni fu ni fa, pero después de la buchoneada que se mandó, no lo pude ni ver.
También me acuerdo que cuando cumplió 12 años se apareció con una carabina de aire comprimido que le habían regalado. Y le mató el punto a todos, porque por cada gorrión que bajaban Carlitos o el Rengo, que eran los que más puntería tenían con la honda, el Alemánbajaba no menos de cinco o seis. ¡¡Qué bien que manejaba el arma el hijo de puta!! Una vez, el Sapo –le decíamos así porque tenía unos ojos saltones que si te lo encontrabas de noche salías disparado del cagazo que te pegabas– le ofreció jugar un partido porque justo nos faltaba uno para poder completar el equipo. Este boludo le dijo que no, que por orden médica no podía hacer actividad física, que tenía no sé qué problema en los pulmones. Para mí que le metió un bolazo para que no nos diéramos cuenta de que era un tronco. Si yo, que tengo asma desde chiquito, podía jugar lo más bien, aunque a veces me agitaba un poco. Igual, me mandaban al arco, por las dudas. Para que no me pase como aquella vez que, en medio de un partido por el torneo de la parroquia, me agarró un ataque que me tuvieron que llevar de raje al Posadas. Me pichicatearon de lo lindo y me repuse al toque, pero me agarré un julepe bárbaro. Desde ese día jugaba al arco aunque, a veces, cuando íbamos ganando tranquilos, me dejaban jugar arriba, cosa que no sucedía muy a menudo, como pasaba con Ferro.
Yo soy de Ferro, por herencia. Mi viejo nació en Caballito y era amigo de Sarlanga, un crack de las décadas del treinta y cuarenta. Formaba parte de una delantera maravillosa. Maril, Borgnia, Sarlanga, Gandulla y Emeal. Nunca los vi jugar, pero me contaba mi viejo que eran unos fenómenos. Lástima que enseguida los empezaron a vender. A Sarlanga, Gandulla y Emeal los vendieron a Boca. A Maril, a Independiente y al otro, no me acuerdo. Entonces, cuando venden a todos los buenos jugadores, el equipo se resiente y ya no rinde lo mismo. Así es la historia de Ferro. Cuando empezaba a asomar la cabeza le vendían los jugadores que era como hundírsela de un mazazo. Lo mismo que le hacían al pobre galleguito, el hijo de Don Manuel, el almacenero. Cada vez que llegaba a la casa más tarde de lo que le habían dicho, lo cagaban a cintazos y, al otro día, aparecía todo machucado. Pero otra vez me estoy yendo por las ramas.
El tema es que el Alemán nunca quiso jugar con nosotros. Siempre al costado, con su carabina y alcahueteando si alguno se mandaba una cagada. Como cuando saqué del arco, la empalé bien de abajo y me salió un tiro fuertísimo para el lado de los tomates y la pelota fue directo a la ventana del primer piso de la casa de los Torres, la única de la cuadra con planta baja y primer piso. ¡¡El ruido que hicieron esos vidrios!! Salió la mucama con su vestidito a cuadros. Estaba buena, pero siempre nos miraba con una cara de orto que nos sacaba las ganas de mirarle el ídem. Mi vieja, que era maestra, me enseñó que cuando uno no quiere repetir una palabra tiene que usar ídem. Y no va que el podrido del Alemán me señala. ¡¡Hay que ser alcahuete eh!! Al otro día, mi viejo tuvo que ponerse para pagarle el vidrio al Dr. Torres, que era abogado. No sé por qué le dirán doctores a los abogados si no curan a nadie. Y yo, una semana sin poder salir a jugar. Mi viejo era buen tipo, pero cuando te castigaba no había manera de hacerlo cambiar de opinión. Y eso que esa vez no fue a propósito. Tendría que haber buscado un buen abogado para que me defendiera, pero no como ese Torres que bien turro era. Mi viejo me castigó diciendo:
–¡¡Justo la ventana de ese hijo de puta, que está entongado con los militares, tenías que romper!!
–¿Qué tienen que ver los militares?– pregunté inocentemente.
¡Para qué! Se empezó a dar máquina con los golpes de estado, que Uriburu, que el golpe del treinta, que la década infame, que el golpe del 43, que Perón, aunque a Perón lo perdonaba un poco porque algo hizo por la gente. Mi viejo era gorila, pero un poquito peronista también. A Eva la quería. Y siguió con Rojas, Aramburu y la Revolución Libertadora, ¡Minga, que va a ser una revolución si eran flor de reaccionarios! Y ¿Libertadora? ¡Libertadora las pelotas!, decía mi viejo. ¡Que van a libertar estos hijos de puta, si eran unos dictadores! Y los azules y los colorados y que lo bajaron a Frondizi y que ¡adónde vamos a ir a parar! Y vos, que le rompés el vidrio a Torres. Toda la cuadra llena de gente de trabajo, honesta, y a vos se te ocurre romperle el vidrio justo a él. ¿Para qué le iba a discutir? La suerte estaba echada. Me la tuve que morfar. Una semana sin salir a jugar a la pelota. Igual, tan mal no la pasé. Hacía un mes clavado que habíamos comprado la tele, así que me di un festín de Cisco Kid, el Llanero Solitario y el Indio Toro, Piluso y Coquito, y los Tres Chiflados.
Al Alemán dejé de verlo durante unos años hasta que tuve la mala suerte de encontrármelo en la facultad, en los años setenta. Nuevamente hizo honor a su fama de buchón cuando, luego de una toma en repudio a la masacre de Trelew, se apostó en la puerta para ir marcando a todos los que, de una u otra manera, habíamos impulsado la medida. Dos días en Devoto me tuve que aguantar. Siempre me pregunté por qué alguien puede disfrutar delatando a los demás. Hay que ser muy especial, me parece. Tenés que tener el gen de la hijaputez, de la traición o de la maldad. ElAlemán tenía los tres, sin dudas. Es más, me parece que eran los únicos genes que tenía. No era otra cosa que un hijo de puta, un traidor y un mal bicho.
De todas maneras, nunca me imaginé que su peor faceta aún no había sido mostrada. Corrían los años ochenta, la dictadura había llegado a su fin. Yo disfrutaba de los campeonatos logrados por Ferro, de la mano del viejo Griguol. Fueron los mejores momentos en la historia del club, con Barisio en el arco. Gómez, Cúper, Rocchia y Garré –que jugó en el mundial del 86 con Maradona– en el fondo. Carlos Arregui, Cacho Saccardi –el ídolo máximo– y el paraguayo Cañete en el medio. Crocco, el uruguayo Giménez y Juárez, adelante. Después empezó a jugar el Beto Márcico, al que después vendieron a Francia. En cuatro años se lograron dos campeonatos y tres subcampeonatos. Sin embargo, como la felicidad nunca es completa, tuve un último encuentro con el Alemán, al menos hasta hoy. En un noticiero, las Madres de Plaza de Mayo estaban mostrando fotografías de represores, acusados de la desaparición de personas. Yo sabía que había entrado en la Marina pero nunca pensé que podría haber sido parte de los grupos de tareas de la ESMA. Cuando vi su foto, pensé: ¡¡Con razón los pibes del barrio le teníamos tanta bronca!!
Era raro el Alemán. Raro e hijo de puta. 

10 comentarios:

  1. Querido Andrés , los IDUS DE MARZO , son una marca de fuego. Gracias por traer estos textos , que no tienen mariposas, ni flores , ni palomas , pero, que también son parte de la VERDADERA HISTORIA.
    amelia

    ResponderEliminar
  2. Pero no son "populares". Lamento que haya gente que vive en babia. Otra narración que nos apunta: esto ocurrió en la Argentina... desde Ezeiza, desde Osinde y la Kennedy.
    AndrésAldao

    ResponderEliminar
  3. No estoy de acuerdo Andrés de que no sean "populares". Usted está lejos de Argentina pero acá se trabaja mucho en el reconocimiento de estos hechos y todos los demás que trajo la dictadura.Lo que sí,hay muchas gentes que se siente ahogada,saturada con los extremos creo yo y quisiera pensar desde lo positivo. Tengo dentro de mis cercanos desaparecidos pero creo es momento de que cada acción sea positiva y no vivamos lamentándonos. Es mi opinión y me gustaría que también se respetara.

    Pedro Altamirano

    ResponderEliminar
  4. tENDRÍA MUCHO PARA ESCRIBIR SOBRE EL TEMA: PERSONALMENTE NO PUEDO SER POSITIVO CUANDO ESTOY CORTADO POR LA MITAD, ALEJADO DE MI PATRIA Y DE PARTE DE LA FAMILIA. ¡CLARO QUE LAMENTO MI EXILIO Y QUE DEBA MORIR EN TIERRA EXTRAÑA!
    ANDRÉS

    ResponderEliminar
  5. Tanto ir y venir de opiniones te oparon el comentario del cuento, que es lo que debió existir Edgardo y con respecto a eso, lo que te digo siempre, son muy buenos, muy aferrados a la realidad por lo tanto llegan, el lector sabe diferenciar las ficciones de las historias que tienen mucho de verdad. Un abrazo amigo y te felicito.

    Lily Chavez

    ResponderEliminar
  6. opacaron quise decir

    Lily Chavez

    ResponderEliminar
  7. Sólo opino sobre el relato de Edgardo Kordon, tiene fuerza, sacude, su narrativa es llana.
    Saludos
    Betty Badaui

    ResponderEliminar
  8. La sección comentarios es un espacio abierto y democrático. Este cuento tuyo, Edgardo, fue publicado en la revista, pero hoy era apropiado para darle un puñetazo a la hipocresía, a los que miran para otro lado, para los "apolíticos" y para los que caen en paracaídas. Gracias a todos por publicar comentarios:: no debo estar de acuerdo con todos ni nadie debe estar de acuerdo conmigo...
    andrés

    ResponderEliminar
  9. A decir verdad me gusta todo lo que tiene que ver con la cultura, disfruto de la narrativa, de la poesía, del arte , no soy de los que Andrés define "apolíticos" pero tampoco me gusta que el tema sea tan recurrente en un espacio que pretende hacer crecer nuestra intelectualidad.
    Digo esto con la visa de Andrés que dice este espacio es abierto y democrático. En cuanto a Kordon, como dice Betty,una narrativa llana, que sacude, tiene estructura, fuerza. Felicito a Edgardo

    Mariano Lazarte
    Arriba Junín!

    ResponderEliminar
  10. Me parece muy inteligente el autor cuando escribe " que era raro ", trasuntando ya personalidad maligna. Me retrotrajo especialmente a la masacre de Trelew y a la cárcel de Devoto.Las cárceles siempre me impresionan, marcan dos realidades distintas en el afuera y el adentro, y lo irreal son muchas veces las rejas.
    Bueno, aquí cada uno hizo del cuento una referencia a su pensamiento.
    Asimismo me parece muy importante el valor de la Revista como testimonio de una historia que tiene dolientes , y ya que la justicia terrena es lenta o llega tarde, la literatura debe abrazar las causas que no son de ningún color partidista, sino netamente humanas.La literatura asume con valentía la deuda impaga.

    ResponderEliminar