sábado, 28 de diciembre de 2013

Ester Mann


Reflexiones sobre el tiempo

Sacudió la cabeza, las palabras que había desechado y las que intentaba conservar para escribirlas más tarde, se entremezclaron, se estrellaron unas contra otras y perdieron su singularidad. Ya no sabía por qué había elegido unas y no las otras. Ya no recordaba qué era lo que pretendía contar.
¿Era tan importante o tan interesante lo que ella podía contar? ¿Por qué valía la pena escribirlo?
Siguió caminando y aceleró el ritmo. Como era habitual, no había prestado atención a las calles, los jardines, la gente -escasa a esa hora... Siempre admiró  y tambien  envidió a los escritores que describían en detalle un paisaje, una persona, el estado del tiempo. Ella, en cambio, no era capaz de describir nada, no vivía en el instante que transcurría, los pensamientos se le iban hacia el pasado y no podía controlarlos. Alguna vez, si es que llegaba a vieja, recordaría con nostalgia estos tiempos en que caminaba por las calles mirando la gente, las casas, los jardines. En ese dudoso futuro ya habría olvidado que ahora no estaba viendo lo que tenía ante sus ojos y que caminaba inmersa en un pasado más lejano aún, y tambien dudoso.
Caminaba de memoria, todos los días el mismo camino: la calle Jerusalem. De kilómetro y medio de largo rodeaba el barrio, comenzando en la esquina de su casa y finalizando a 200 metros.
La pequeña ciudad serrana se caracterizaba por esas calles circulares que al principio, cuando recién se habían mudado, los enloquecían porque caminaban y caminaban llegando siempre al mismo lugar. 
Para Delia y Lola esa era la cuota diaria de actividad física aunque Lola se
 impacientaba por la lentitud con que Delia cumplía ahora el recorrido. Cuarenta minutos para mil setecientos metros, cuando hace algunos años el recorrido le llevaba sólo veinte…
Ahí tenía una prueba de que el tiempo existía, ịvaya si existía! Con sorpresa descubrió Delia que esa iluminación no le reportaba ninguna alegría…Mas bien se sentía desanimada. Se vió dentro de algunos años transitando por esa misma calle con un bastón durante una hora o tal vez más; claro, sin Lola.

Se hablaba mucho de vivir en el aquí y ahora, pero, ¿cómo se lograba? Y además este ahora, este aquí... ¿eran tan interesantes? Sólo el presente existe, afirman los filósofos, el pasado ya se fue y el futuro aún no llegó. Si, puede ser, pero no para Delia. Planes ya hacía pocos, pero evocar los años de su adolescencia, de su primera juventud era su ocupación preferida.
Recordaba que cuando sus hijos eran pequeños y el cansancio la hacía desplomarse en la cama se consolaba pensando cómo descansaría cuando crecieran. Bueno, ahora ya eran grandes, tenían sus propias familias, ella podía descansar cuanto quisiera y, sin embargo, pasaba horas recordando esos tiempos...

La perra, pese a todo, la obligaba a prestar atención y ”aquí y ahora” olía con entusiasmo el trasero de un perro callejero. “¡Lola!” le gritó, tratando de continuar con su caminata, pero un movimiento inesperado de Lola la hizo caer y soltar la correa.
Gritó por el dolor, intenso y agudo, dos o tres personas se acercaron a ayudarla y Lola, con su trote equino, dio vuelta la esquina y desapareció arrastrando su cinto.
No podía incorporarse, todo movimiento acrecentaba el dolor de la espalda y un comedido ya había pedido una ambulancia. En cuestión de minutos dos camilleros la acostaban en una camilla e iba camino al hospital.
Todas las disquisiciones filosóficas, las fantasías sobre el pasado o el futuro, el relato que pensaba escribir, todo quedó suprimido por el dolor de la espalda.

Tres días después, cuando volvió a casa vestida con el chaleco de yeso blanco, Lola estaba esperando al lado de la puerta, con su cabeza sobre las patas delanteras.
La perra, con su sabiduría animal, había vivido durante tres días y tres noches en un presente sin interrogantes, sin pasado y sin futuro, sin dudas y sin anhelos. Intensa y total, como su paciencia, le apoyó las patas en el pecho de yeso y le lamió con ternura la cara, recordándole que esa alegría era el hoy y el aquí.

Con sorpresa comprendió que también ella, en el hospital, había vivido en un continuo presente. Como la alegría, tambien el dolor exige vivir el instante. Instantes que subsisten un segundo o toda la eternidad.

© Ester Mann




9 comentarios:

  1. Querida Ester: muy lindo relato. Tiene el peso del momento que, inexorablemente, pasó y pasa. Tiene todos los tiempos verbales en su tiempo. La alegría y el dolor son situaciones que hacen reflexionar profundamente, y nos traen de un pasado a un presente - o viceversa- en un instante. Me gustó mucho. Te abraza y desea un FELIZ INCIO 2014,

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  2. HOLA ESTER. Es un placer leer tu cuento, tan acorde al cambio como es éste, de número y vivencias. El tomar con tanta fluidez el presente - pasado hace un pasaje por el tiempo en el tránsito inevitable, Muchas gracias. Es un relato hermoso. FELIZ AÑO 2014. Un abrazo.
    Sonia Figueras

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  3. La aceptación de la edad en la aceleración del devenir como un síntoma inevitable al convivir entre presente y pasado.
    Bien hilado y con ese toque de tu estilo

    Celmiro

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  4. Cuestionamientos y reflexiones se estrellan contra lo imponderable del aquí y ahora que la perra vive sin remordimientos. El relato dispara cuestiones filosóficas, el tiempo, el dolor, la memoria, interesante y grata lectura, saludos, Carlos Arturo Trinelli

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  5. Como dice Carlos, el tiempo es un tema de la filosofía y la razón tratando de aprehender este límite humano.Aunque lo seguro es el hoy, no podemos abstraernos de los recuerdos y de algunas metas.
    Sólo el arte logra darle el matiz existencial, como en este cuento, donde la historia tiene ritmo humano, sensible, empático. Me acordé de la pintura de Dalí donde el tiempo dilata hasta los relojes.
    Me deja pensando. Felicitaciones Ester y cariños.
    MARITA RAGOZZA

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  6. Dado que los recuerdos y reflexiones nos sumergen en la angustia o el desánimo, será entonces que la realidad de la vida se basa en los instintos? Muy interesante. Lina

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  7. " ya no sabía porqué había elegido algunas ( palabras" y " sólo el presente existe" me provocaron una gran reflexión. gracias. susana zazzetti.

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  8. Entretejido de vida que atrapa por la precisión del relato. Bueno, muy bueno, para reflexionar.
    Feliz año. Betty

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  9. Probablemente, Ester, los sentimientos del personaje son los mismo que todos tenemos a cierta edad, hacia el futuro las planificaciones por miedo a que no llegue, hacia atras los recuerdos. pero lo que más me gustó fue el final, una mascota esperando, una presencia del ahora que ejemplifica el deseo de la autora del disfrute en tiempo real. Buena reflexión, ojalá pudiéramos practicarla todos. Un abrazo. marta comelli

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