magnéticas...
La luna le había dejado de hablar, o por lo
menos, eso es lo que ella creía. Cambió de cáscara, cambió de piel, sus ojos se
volvieron hacia el interior y las palabras se detuvieron en el umbral.
Cuando le pregunté por qué, me dijo algo
que no puede comprender. Girábamos sin parar por las calles desiertas de una
ciudad.
- Se parece a París – dije.
Ella miró a su alrededor y pidió bajarse en
la esquina.
No volví a verla en tres días; setenta y
dos horas amontonando palabras, frases, atisbos de ideas que nunca lograría
expresar.
Comunicábamos mediante señales de humo,
espasmos aislados y letras de diversos colores. Cuando se acababa el tiempo, le
seguía hablando al infinito.
Nunca lograba recordar su rostro. Pasaba mi
tiempo a reconstruirlo, haciendo uso de los recuerdos fragmentados que
disparaba mi mente. Sin éxito.
Tal vez nunca existió. Digo esto sabiendo
muy bien que no es cierto, pero a veces es necesario mentirse a sí mismo.
El cansancio me vencía pero quería llegar
hasta el final de la noche. Era viernes casi todos los días y todo estaba
prohibido. Límites. Orden. Por momentos su rostro se encendía pero me quedaba
dormido y lo perdía de nuevo.
La noche seguía fluyendo y al despertar, el
día se mostró peligroso. Signos de interrogación flotaban en el aire, como si
fueran burbujas de jabón. A veces, incluso estallaban.
“Es tan sólo un cruce de caminos”, pensé.
Dos aristas que llegan desde el infinito, cada una siguiendo su norte. Seguíamos,
como siempre, avanzando hacia el norte geográfico, aunque sentíamos una
atracción cada vez mayor por el norte magnético. Cosa curiosa que ambos no se
encuentren en el mismo lugar… Como si estuviera hecho a propósito, para poner a
prueba nuestra voluntad y capacidad de resistencia. Y entre ambos, ¿qué habrá?
Suele suceder que el norte magnético se
encuentra en el sur. Porque las fuerzas naturales no tienen reglas ni lógica, a
pesar de que los científicos se empeñan en demostrar lo contrario.
“I am the master of my fate”,
escribió una joven sobre el dorso de la funda de su teléfono celular. ¿Será
verdad? Probablemente pero, ¿su destino estará en cuál de ambos nortes? La
joven lee el diario parada en un vagón repleto de gente. ¿A cuál de los dos
nortes estará yendo?
Linda mujer de cabellos negros y ojos tristes.
Porque el norte magnético se encuentra muy lejos del otro. Tristes porque la
geografía es caprichosa, infantil y cruel. Y porque poco importa lo que hagas,
la brújula seguirá apuntando hacia el otro, el magnético…
A dos mil años luz de distancia nos
detuvimos y nos miramos. Era como estar frente a frente, como si se tratase de
una curva casi paradójica en el espacio-tiempo. Como si nos encontráramos
parados sobre el mismísimo polo magnético.
- Señales de humo – dije.
- Me hace bien – respondió. ■
Me maravilla que el autor, mediante conceptos tomados de la Física, lleva tan bien este cuento, agradable en su lectura, donde se enfatiza la necesidad de una comunicación no tan técnica, sino humana.
ResponderEliminarFelicitaciones al autor.
MARITA RAGOZZA
Xafier, siempre tus cuentos enigmáticos pe producen placer. Como caminar hacia un precipicio a ciegas...
ResponderEliminarAndrés
Te extrañaba Xafier, siempre tus textos dejan sabor a más.
ResponderEliminarGracias
amelia