Marcelo Dughetti
Marcelo Luis Dughetti nació en Villa María, Córdoba, en 1970. Su trabajo cultural comprende desde la coordinación de talleres de teatro de títeres y de literatura para niños y adultos, hasta la actividad radial y periodística en diarios como El Puntual y El Diario, de Villa María. Asimismo ha sido colaborador de la revista El títere sin cabeza, UNC, y miembro fundador de las publicaciones La araña de carbón y Arena. Publicó: Esa joroba de bronce, 2003, Donde cayo esta muerta, Primer premio provincial de letras, 2003, y La bicicleta roja, 2007. Prestigió con sus colaboraciones a la revista Artesanías Literarias
Treinta y Ocho
El ramoncito cumple 11 años.
El ramoncito lleva un treinta y ocho en la mochila, camina despacito sabiéndose dueño del mundo, El mundo es un tambor de hierro y tres balas . El Ramoncito carga de especial manera su cuerpo mientras concede a la mochila un lugar entre la espalda y el pecho. Los del quinto lo saludan. Sabiéndolo guacho no le hablan del padre. Se está terminando el año y todo parece arrugado, sucio, hostil. La imagen que a través del vidrio voltea los cascotes de tierra y encuentra frescura entre los álamos es fantasía. Ventana que abre el Ramoncito para entrar en el infierno que domina desde que vino al mundo. Don Héctor Villareal esta sentado en las oficinas, con su mono azul y herramientas de todo tipo. Esta durmiendo la siesta sobre el teclado de la computadora, asqueada del olor a vino rancio y la impericia del hombre de los martillos y los serruchos.
Cerca del quebracho el agua de riego se filtra en las grietas de la tierra dolida por un diciembre más que feroz. Los niños van entrando semidormidos. Hoy se hace el ensayo del pesebre. El Ramoncito se sienta lejos con la mochila mugrienta y silba “El bombón asesino” mientras manosea ostensiblemente al animal dormido en la mochila.
El Ramoncito chupa esas pastillas de menta como bolitas de naftalina. Las chupa un rato y después las muerde nervioso. Los niños en el patio eligen para el partido del recreo largo. El Ramoncito se acerca y pide participar. Nadie responde. Los maestros que cuidan el patio observan el cuadro pero no intervienen. El Ramoncito da vuelta el tambor dentro de la mochila. La misma mochila que su padre le comprara en primer grado cuando todavía era empleado del ferrocarril. Tiene un logo en amarillo blanco y negro con la carita del ratón Mikey y dos palabras bajo el logo ”Tu magia” dice el ratón idiota. El Ramoncito siente el calor del metal y la transpiración de su cuerpo esmirriado por el hambre. El mal trato le calienta la panza al diablo. Los niños al fin preguntan qué tenés en la bolsa, el levanta los hombros y sonríe. Los niños deciden que juegue al arco. Cuando el recreo llega, el Ramoncito siente que nada ha pasado de malo con él, que la cercanía de su treinta y ocho cambia la opinión de la gente, porque presienten como si un tremendo animal pudiera surgir de su mochila. Como esa noche pesada de octubre mientras el padre acariciaba ala Andreita , él le silbó al león de la magia y el bicho surgió de la mochila con su tambor de cinco balas y ese rugido dos veces repetido hasta el desgarro en la pierna del padre. Después el llanto de la Andreita entre las sábanas sucias de sangre y esperma adobada con un vino áspero sediento de catástrofes.
El viejo todavía esta en el hospital y el cuento de la madre paso sin mayor esfuerzo entre los dientes de la “yuta” como dice el Ramón. La hermana sabe que el padre volverá y a la misma hora que suele violarla se acurruca en un rincón de la pieza a esperar lo que asume como un castigo. Ayer anduvo la trabajadora social por el barrio, la compañaba la señorita Inés. Ramoncito trepado al techo de zinc se asaba admirando su revólver. Miraba a la señorita Inés acercarse y a esa mujer con el bolsito de tejido y se acordó de los bolivianos y las quintas. Besaba el arma y recordaba la cara del hijo del boliviano con su mochilita nueva y las zapatillas rojas y la sonrisita antes del golpe y el fierro enterrado en el vientre y la amenaza. Después el llanto del “bolita” parecido al dela Andrea. Le llevó la mochila y las zapatillas pero no le siguió pegando, ese era un gesto.
La señorita Inés está en la esquina de su cuadra y él se tira cuerpo a tierra entre las chapas que braman. Les apunta con su revolver, “vieja culiada” dice y repite sonidos de películas donde la muerte es tan real. La madre duerme y la señorita Inés cubre la distancia entre la puerta y los alambres que hacen de tapia. “Señora López soy la maestra de Ramón”. Ramoncito sobre el techo hace las muecas como un mimo grotesco. La madre no se levanta y la maestra insiste. “Se ve que se la cogió medio Villa María. Estas putas no tiene perdón de dios dice la maestra” y la trabajadora social toma nota del domicilio.La Andreita las espía por el agujerito de la puerta de chapa y las ve partir. El Ramoncito las apunta saboreando la presa. Después baja del techo y patea al cuzquito atado al limonero. El cuzquito ladra nervioso enfurecido. El Ramoncito gasta una bala. “Feliz cumpleaños” le dice
El ramoncito lleva un treinta y ocho en la mochila, camina despacito sabiéndose dueño del mundo, El mundo es un tambor de hierro y tres balas . El Ramoncito carga de especial manera su cuerpo mientras concede a la mochila un lugar entre la espalda y el pecho. Los del quinto lo saludan. Sabiéndolo guacho no le hablan del padre. Se está terminando el año y todo parece arrugado, sucio, hostil. La imagen que a través del vidrio voltea los cascotes de tierra y encuentra frescura entre los álamos es fantasía. Ventana que abre el Ramoncito para entrar en el infierno que domina desde que vino al mundo. Don Héctor Villareal esta sentado en las oficinas, con su mono azul y herramientas de todo tipo. Esta durmiendo la siesta sobre el teclado de la computadora, asqueada del olor a vino rancio y la impericia del hombre de los martillos y los serruchos.
Cerca del quebracho el agua de riego se filtra en las grietas de la tierra dolida por un diciembre más que feroz. Los niños van entrando semidormidos. Hoy se hace el ensayo del pesebre. El Ramoncito se sienta lejos con la mochila mugrienta y silba “El bombón asesino” mientras manosea ostensiblemente al animal dormido en la mochila.
El Ramoncito chupa esas pastillas de menta como bolitas de naftalina. Las chupa un rato y después las muerde nervioso. Los niños en el patio eligen para el partido del recreo largo. El Ramoncito se acerca y pide participar. Nadie responde. Los maestros que cuidan el patio observan el cuadro pero no intervienen. El Ramoncito da vuelta el tambor dentro de la mochila. La misma mochila que su padre le comprara en primer grado cuando todavía era empleado del ferrocarril. Tiene un logo en amarillo blanco y negro con la carita del ratón Mikey y dos palabras bajo el logo ”Tu magia” dice el ratón idiota. El Ramoncito siente el calor del metal y la transpiración de su cuerpo esmirriado por el hambre. El mal trato le calienta la panza al diablo. Los niños al fin preguntan qué tenés en la bolsa, el levanta los hombros y sonríe. Los niños deciden que juegue al arco. Cuando el recreo llega, el Ramoncito siente que nada ha pasado de malo con él, que la cercanía de su treinta y ocho cambia la opinión de la gente, porque presienten como si un tremendo animal pudiera surgir de su mochila. Como esa noche pesada de octubre mientras el padre acariciaba a
El viejo todavía esta en el hospital y el cuento de la madre paso sin mayor esfuerzo entre los dientes de la “yuta” como dice el Ramón. La hermana sabe que el padre volverá y a la misma hora que suele violarla se acurruca en un rincón de la pieza a esperar lo que asume como un castigo. Ayer anduvo la trabajadora social por el barrio, la compañaba la señorita Inés. Ramoncito trepado al techo de zinc se asaba admirando su revólver. Miraba a la señorita Inés acercarse y a esa mujer con el bolsito de tejido y se acordó de los bolivianos y las quintas. Besaba el arma y recordaba la cara del hijo del boliviano con su mochilita nueva y las zapatillas rojas y la sonrisita antes del golpe y el fierro enterrado en el vientre y la amenaza. Después el llanto del “bolita” parecido al de
La señorita Inés está en la esquina de su cuadra y él se tira cuerpo a tierra entre las chapas que braman. Les apunta con su revolver, “vieja culiada” dice y repite sonidos de películas donde la muerte es tan real. La madre duerme y la señorita Inés cubre la distancia entre la puerta y los alambres que hacen de tapia. “Señora López soy la maestra de Ramón”. Ramoncito sobre el techo hace las muecas como un mimo grotesco. La madre no se levanta y la maestra insiste. “Se ve que se la cogió medio Villa María. Estas putas no tiene perdón de dios dice la maestra” y la trabajadora social toma nota del domicilio.
Ver publicado este cuento me hizo buscar en mi biblioteca sacar "La Bicicleta roja", y dejar el libro sobre la mesa de luz para releer estos textos tan cargados de dolorosa realidad. Creo que Marcelo Dughetti es el único narrador cordobés - a menos que llegara a mis manos - que dice las cosas como son, que da con su palabra esa pedrada necesaria que no permite que metamos lo realidad bajo la alfombra. Con él nada puede ser desoído.
ResponderEliminarFelicitaciones a Marcelo!
Lily Chavez
Impactante este cuento. Procuro hacer narrativa y una amiga me dijo que entrara a leerlo. Tan real, y llevado con tanto acierto.
ResponderEliminarFelicitaciones
Ana María Campra
Marcelo es un innegable producto cordobés, encuentro en su narrativa un léxico muy particular de Córdoba.
ResponderEliminarTierno y duro , como la vida , así encuentro este relato-
Un abrazo. amelia
Parece un contraposición usar el diminutivo en el nombre, pero en realidad para la sociedad son mínimas estas historias de injusta realidad. Como otras veces, el autor ficciona personajes y ambientes abismales.
ResponderEliminarMARITA RAGOZZA
Doloroso texto. Pero me parece ver ese niño con su revolver en la mochila, su casa, la aptitud de su madre, la de su hermana. Pasa en miles de hogares, tantos que asusta. Felicitaciones al autor.
ResponderEliminarIrene
Fuertísimo pero escrito muy bien. El autor es muy joven y más se valora la profundidad del texto.
ResponderEliminarElisa Villagra
Siempre estare agradecido con la generosidad y el esfuerz de leer y comentar lo leido.Gracias queridos amigos escritores. Gracias Andres
ResponderEliminarY si hay que dar las gracias, es a vos, apreciado Marcelo, por tus cuentos, por tu talento y por tus anécdotas, que, como diría Arlt, son un cross a la mandíbula de los beatos, los reprimidos, de quienes no quieren ver la realidad...
ResponderEliminarYo me descubro ante tu talento y en Artesanías Literarias te esperamos siempre, te queremos siempre: tu talento es duro y así lo queremos...
Abrazos, Andrés Aldao
TAN JOVEN, INCREIBLEMENTE JOVEN PERO ALGO EN EL NO ES FORZADO, ALGO EN EL SABE DE LO QUE HABLA.DUELE SU TEXTO PERO ES TAN REAL, QUE SE APRECIA TANTA SINCERIDAD. TANTA VOLUNTAD EN EL DECIR.
ResponderEliminarEDGAR BUSTOS
La narración deja sin aliento, cada línea es una tragedia verosímil que ninguna realidad podrá desmentir. Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarconoci al autor en las sierras alli me entere esta por salir en febrero la reedicion del libro con dos cuentos mas esto lo prometio el autor el libro esta agotado y es una esperanza en letras de provincia
ResponderEliminarRIcardo BALLESTER
BRAVO HERMANO! Este es un cuentazo y me agrada lo que dice Ricardo, lástima que sea tan difícil la distribución y en ocasiones el material no se ve en Buenos Aires a no ser que uno paute directamente con el autor. Esas cosas se me atragantan.
ResponderEliminarMariano Lazarte
Se publicaron 500 libritos de la bicicleta es lo que pude pagar despues entre las bibliotecas y las ventas fue desapareciendo. Hoy tengo la esperanza de volver a publicarlo en febrero con ds historias mas que cerrarian el circulo del Ramoncito y sus muchachos. En fin todo esta en manos de la editorial Recovecos que es una de as pocas que se anima a publicar gente que recien comienza perfectos desconocidos en fin. Ojala febrero venga con buenas noticias si quieren que se los envie manden direcciones y alli estará.Un abrazo
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