lunes, 4 de octubre de 2010

CLAUDIA TEJEDA 

     

 La mujer del fondo
 
 He caminado hasta la casa o la casa ha caminado hasta mí, con su aroma navideño de agua de azahar, con el sonido de los tenedores batiendo sin descanso una mayonesa casera sensible al mal de ojo.
 He vuelto por el pasillo hasta el fondo, donde la inquilina vieja rabiosa tejía malos humores a dos agujas, en una bufanda negra interminable, con la que se ahorcó de soledad un día de reyes.
 Mi madre insistía en llamarla niña como un título de honor a su soltería, aunque para mí, no era más que una anciana histérica y amarga como las naranjas de su árbol, que yo a própósito cortaba para provocar una lluvia de flores sobre su patiecito recién barrido.
 La antipatía era mutua.
 Ella parecía una estatua rolliza perfumada de Mary Stuart, moviendo apenas sus dedos en repetidas estocadas de punto santa clara. A veces se la escuchaba llorar. Sus lágrimas atravesaban el portoncito de alambre, formaban un arroyo por el pasillo y morían en el desagüe. Entonces su actitud enyesada cobraba cierta humanidad.
 Para aquella navidad mi madre la invitó a compartir nuestra humilde mesa, pero Catalina de hielo levantó sus cejas y rechazó la propuesta sin excusas.
  Creo que se encerraba bajo candado y doble vuelta de llave, que clausuraba la ventana, que huía de las estrellas, que no soportaba la plenitud de la luna.
 El reloj dio las doce de la Nochebuena y si bien no éramos muy felices, las copas en el aire quebraban los espantos del ambiente, la tristeza de mi madre, mi padre apurado por escaparse al bar a beberse la noche a sorbos de vino barato.
 Sabía que el niño Dios no me traería la bicicleta, sólo por evitarle otros pesares a mi madre, que tenía cierto pánico insano a que se me partiera algún hueso, pero en su reemplazo, recibí un regalo blanco de orejas largas y ojos rojos. No dudé en llamar Catalina a mi coneja y ésta era realmente adorable.
 A la vieja del fondo no le pareció tierno mi gesto ni nada, le daba escozor ese bicho anti-higiénico como le decía. "Si la veo comiéndose mis helechos te la devuelvo en escabeche".
 Y se comió sus helechos, nomás, a los dos días apareció malherida y agonizante, víctima de un escobazo. Odié a la vecina asesina de mascotas y recé para que se mudara pronto a otra casa, en lo posible a su panteón. " viepejapa depe mierper dapa, mopo ripi tepe" repetía una y otra vez como una letanía de efecto residual.
 Llegó el treinta y uno de diciembre y el pollo sudaba aromas a tomillo y romero en el horno de barro. Estábamos desmodaldo los panes dulces cuando apareció la mujer del fondo con una muñeca negra entre sus manos.
 Era para mí.
 La muñeca era fea, de trapo, de brazos y piernas largas, con trenzas de lana y delantalcito de mucama, pero al abrazarla tenía una calidez de vellón que la fiorella de plástico no trasmitía.
 Si en ese gesto Catalina buscaba redimirse, lo había conseguido.
 La bauticé "Morocha" con el fondo de sidra tibia de una copa que había quedado sobre la mesa.
 Morocha se dejaba operar las rodillas y mal suturar con hilos de colores, dormía conmigo y me tapaba los oídos cuando mis padres se apuñalaban con palabras filosas. Ocurrió mientras tomaba el té con Morocha, teníamos los pulmones repletos de olor a uva chinche que estallaba del parral disciplinado y que daba sombra al pasillo compartido por el que cruzó mi padre de a zancadas, cuando oyó el grito. La encontró colgada de su propio tejido.
 Yo sólo recuerdo el pendular de sus pies hinchados, la bufanda negra y extensa, la alfombra de naranjas amargas rotas contra el suelo.
 Cuando a Morocha se le escapó una lágrima supe que mi inocencia se había acabado.
 Aquel seis de enero sólo pedí que se revirtiera mi conjuro jeringozo, pero era tarde, Catalina yacía debajo de las flores.
 
  de " Como racimo de abejas"
 

Corresponsal Susana Zazzetti

10 comentarios:

  1. Me emocionó este relato, a lo mejor porque son cosas comunes a nuestras vidas, al menos de quienes vivimos en lugares tranquilos, donde estos personajes viven y pasan todo el tiempo al lado nuestro. Felicitaciones Claudia!

    Andrea Casas

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  2. Muy bien resuelta la trama con una narrativa vívida y original, felicitaciones, Carlos Arturo Trinelli

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  3. Claudia un placer leer tus escritos. Mi cariño
    olga cabrera ladu

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  4. Felicitaciones, Claudia, un bello relato, picardía infantil y ternura. Fernando de Zárate.

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  5. Claudia, que puedo decir de tu escritura, si sabés que contás con mi admiración, es excelente tu prosa poética, tus relatos, tus cuentos, tus poemas. Vino con el don incluído usted señora. Felicitaciones!

    Lily Chavez

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  6. Todos recibimos alguna vez un regalo que en un comienzo nos pareció feo, pero que el tiempo valoró de otra manera y nos hizo ver que la belleza estaba en el gesto y no en el objeto. Lo que no alzanzo a descifrar, es en qué tesoro incalculable se transformará la bellísima escritura que hoy nos regalás.
    Sigo aplaudiédote, Claudia (y no me voy a cansar).
    Gracias por obsequiarnos tu hermosa muñeca.

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  7. BELLO RELATO. FELICITACIONES CLAUDIA, CADA PALABRA HABLA DE UN AMBITO ESPECIAL Y SIMPLE, ESOS LUGARES QUE RESULTAN INOLVIDABLES DE POR VIDA.

    EDGAR BUSTOS

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  8. Conmovedeora historia, vista con ojos de niño. Transmite emoción, y no de la fácil. Felcitaciones a la autora.
    MARITA RAGOZZA

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  9. Gracias por publicarme, gracias por leer y por comentar. A todos y cada uno, un abrazo de vellón....

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  10. HERMOSO....... COMO SIEMPRE..... Y YO QUE TUVE LA FORTUNA DE COMPARTIR LA NIÑEZ CON CLAUDIA....ME SENSIBILIZA Y ME RETROTRAE A LAS TARDES DE JUEGO, EN ESE LARGO PASILLO,CON OLOR A PINTURA, ESCALERAS DE TODOS LOS TAMAÑOS, UVAS CHINCHES A PUNTO DE MADURAR.... Y EL EXQUISITO DULCE DE ZANAHORIAS QUE HACÍA LA MAMÁ DE CLAUDIA Y QUE NUNCA QUIZO PROBAR... TODA MI ADMIRACIÓN PARA MI AMIGA.... BESOS..... CELESTE

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