CARLOS ARTURO TRINELLI
Último Día
Cuando me fui parecía dormida y estaba muerta. Yo la maté.
La noche antes me había acostado al lado de ella como en los últimos veinticinco años y todavía dormía hasta que el frío inevitable de la muerte me despertó.
El día anterior había sido el último. Lo intuí cuando me fui al trabajo y lo supe al regresar a casa. En el instante en que abrí la puerta y la vi, sentada en el sillón frente al televisor. Me dijo:-Hola, con la voz ronca y sin mirarme.. Yo sí lo hice. Estaba envuelta en una voluta de humo y el resplandor acerado de la televisión le iluminaba la resaca colgada de los ojos, los pelos revueltos y achatados en la nuca por la marca de la almohada. Se cubría con un batón floreado parecido al cotín del sillón y todo semejaba una sola pieza. Una mujer con un sillón. Un sillón con una mujer.
-Andá a comprarte algo si querés comer, dijo su ronquera. Yo me agregué, por poco al unísono,-y traeme un vino.
Porque le hacía caso no podía quejarme del sino de las cosas. Fui y vine. La novela concluía y enseguida las noticias.
-Abrime el vino y traémelo.
Lo hice.
-Alcanzame el vaso, dijo y señaló el piso con un dedo amarillo de nicotina .
Cociné en silencio un revuelto de huevo con arvejas. Le pregunté si quería comer y me respondió lo de siempre. Me lo serví y extendí el diario.
Un programa cómico acompañaba su risa cascada. Lavé el plato, la sartén y el vaso. Saqué la basura y regresé al diario. Ella apagó el televisor y arrastró los pies para el baño. Luego recortó su figura en el quicio de la puerta y ordenó:-Traeme un té a la cama.
Puse la pava, preparé la taza y machaqué las píldoras. Dos cucharas colmadas de azúcar, el saquito y se lo llevé. Ahora miraba una película sentada en la cama. Deposité la taza en la mesa de noche, ella le agregó cogñac, bebió un sorbo largo y ruidoso. Enseguida tomó su píldora. Yo retiré los ceniceros colmados de colillas y pulvericé desodorante en el living y en el baño. Cuando fui al dormitorio roncaba con respiración pesada. Apagué la TV , retiré la taza vacía y el cenicero.
Cuando me acosté recordé que, en la mañana de ése último día cuando me fui parecía muerta y estaba dormida.
Son reparadores estos relatos, donde el lector no pierde el interés, cortos, precisos, deliciosos. Felicitaciones !
ResponderEliminarEDGAR BUSTOS
¿Cómo? ¿Hay también hombres maltratados? Bueno, aunque este relato sea tan solo un producto de la imaginación, es muy bueno y casi, casi, me obliga a perdonar al asesino. Abrazoa, Ester Mann
ResponderEliminarEste cuento compensa el de Tania Alegría y está tan bien escrito¡ Felicitaciones
ResponderEliminarSi no aparezco por la revista es porque estoy sin máquina. Ha sido un placer Arturito leerte, como siempre esta narrativa que despierta interés y que es original y envuelve. Me hizo reir Ester con lo que puso...pero que no se crea, conozco hombres maltratados eh...
ResponderEliminarUn abrazo.
Lily Chavez
En medio del primer renglón y del último se desarrolla una historia inquietante. Carlos, cada vez depurás más tu don especial de narrar. Felicitaciones.
ResponderEliminarMARIT RAGOZZA
Una prosa tensa, atenta al devenir.
ResponderEliminarMantiene al lector en vilo . Muy bueno, a mi criterio.
Un abrazo. amelia
la excelencia en tema y estructura en increíble brevedad. susana zazzetti.
ResponderEliminarUn relato que nos adelanta el final pero hace que el desarrollo sea tan interesante que no deja el lector de4 mantener el interés. EXCELENTE ARTURO. Mi cariño
ResponderEliminarArturo: lo tenía leído en tu libro "La mancha"
ResponderEliminary esta vez me gusto más...
Ese ir adelante para atrás creando la incertidumbre del lector y la acción del relator le da importancia y riqueza al texto.
Un placer leerte.
Celmiro Koryto
Ocupado en la edición de su nuevo libro, CUENTOS LÍQUIDOS, Trinelli no "manda fruta". por eso decidí volver a publicar este cuento tan alegre y definitivamente antifeminista. La pregunta que me hago es: ¿que opinará AA (no Andrés si no
ResponderEliminaralcoholistas Anónimos?).
Relato con esos detalles pequeños que hacen del relato de Trinelli un plato imprescindible del menú de lectura
Andrés
Maestro Carlos Arturo Trinelli, una vez más tu narrativa me inquieta, me sorprende, me fascina. Gracias por escribir. Y por permitirme leerte.
ResponderEliminarConsidérame en actitud de reverencia.
Aquel abrazo.
Tania Alegria
Excelente relato. No me sorprende pues el Sr. Trinelli nos tiene acostumbrados a sus cuentos, donde las miserias mundanas forman parte de la esencia personal que nos describe a todos casi por igual.
ResponderEliminarEnvío un cordial saludo.
Un admirador anónimo