lunes, 5 de julio de 2010

CARLOS ARTURO TRINELLI


Último Día

     Cuando me fui parecía dormida y estaba muerta. Yo la maté.
     La noche antes me había acostado al lado de ella como en los últimos veinticinco años y todavía dormía hasta que el frío inevitable de la muerte me despertó.
     El día anterior había sido el último. Lo intuí cuando me fui al trabajo y lo supe al regresar a casa. En el instante en que abrí la puerta y la vi, sentada en el sillón frente al televisor. Me dijo:-Hola, con la voz ronca y sin mirarme.. Yo sí lo hice. Estaba envuelta en una voluta de humo y el resplandor acerado de la televisión le iluminaba la resaca colgada de los ojos, los pelos revueltos y achatados en la nuca por la marca de la almohada. Se cubría con un batón floreado parecido al cotín del sillón y todo semejaba una sola pieza. Una mujer con un sillón. Un sillón con una mujer.
-Andá a comprarte algo si querés comer, dijo su ronquera. Yo me agregué, por poco al unísono,-y traeme un vino.
     Porque le hacía caso no podía quejarme del sino de las cosas. Fui y vine. La novela concluía y enseguida las noticias.
-Abrime el vino y traémelo.
     Lo hice.
-Alcanzame el vaso, dijo y señaló el piso con  un dedo amarillo de nicotina .
     Cociné en silencio un revuelto de huevo con arvejas. Le pregunté si quería comer y me respondió lo de siempre. Me lo serví y extendí el diario.
     Un programa cómico acompañaba su risa cascada. Lavé el plato, la sartén y el vaso. Saqué la basura y regresé al diario. Ella apagó el televisor y arrastró los pies para el baño. Luego recortó su figura en el quicio de la puerta y ordenó:-Traeme un té a la cama.
     Puse la pava, preparé la taza y machaqué las píldoras. Dos cucharas colmadas de azúcar, el saquito y se lo llevé. Ahora miraba una película sentada en la cama. Deposité la taza en la mesa de noche, ella le agregó cogñac, bebió un sorbo largo y ruidoso. Enseguida tomó su píldora. Yo retiré los ceniceros colmados de colillas y pulvericé desodorante en el living y en el baño. Cuando fui al dormitorio roncaba con respiración pesada. Apagué la TV, retiré la taza vacía y el cenicero.
     Cuando me acosté recordé que, en la mañana de ése último día cuando me fui parecía muerta y estaba dormida.

                                                                                        

12 comentarios:

  1. Son reparadores estos relatos, donde el lector no pierde el interés, cortos, precisos, deliciosos. Felicitaciones !

    EDGAR BUSTOS

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  2. ¿Cómo? ¿Hay también hombres maltratados? Bueno, aunque este relato sea tan solo un producto de la imaginación, es muy bueno y casi, casi, me obliga a perdonar al asesino. Abrazoa, Ester Mann

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  3. Este cuento compensa el de Tania Alegría y está tan bien escrito¡ Felicitaciones

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  4. Si no aparezco por la revista es porque estoy sin máquina. Ha sido un placer Arturito leerte, como siempre esta narrativa que despierta interés y que es original y envuelve. Me hizo reir Ester con lo que puso...pero que no se crea, conozco hombres maltratados eh...
    Un abrazo.

    Lily Chavez

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  5. En medio del primer renglón y del último se desarrolla una historia inquietante. Carlos, cada vez depurás más tu don especial de narrar. Felicitaciones.
    MARIT RAGOZZA

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  6. Una prosa tensa, atenta al devenir.
    Mantiene al lector en vilo . Muy bueno, a mi criterio.
    Un abrazo. amelia

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  7. la excelencia en tema y estructura en increíble brevedad. susana zazzetti.

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  8. olga cabrera ladu7 de julio de 2010, 5:24

    Un relato que nos adelanta el final pero hace que el desarrollo sea tan interesante que no deja el lector de4 mantener el interés. EXCELENTE ARTURO. Mi cariño

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  9. Arturo: lo tenía leído en tu libro "La mancha"
    y esta vez me gusto más...
    Ese ir adelante para atrás creando la incertidumbre del lector y la acción del relator le da importancia y riqueza al texto.
    Un placer leerte.
    Celmiro Koryto

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  10. Ocupado en la edición de su nuevo libro, CUENTOS LÍQUIDOS, Trinelli no "manda fruta". por eso decidí volver a publicar este cuento tan alegre y definitivamente antifeminista. La pregunta que me hago es: ¿que opinará AA (no Andrés si no
    alcoholistas Anónimos?).
    Relato con esos detalles pequeños que hacen del relato de Trinelli un plato imprescindible del menú de lectura
    Andrés

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  11. Maestro Carlos Arturo Trinelli, una vez más tu narrativa me inquieta, me sorprende, me fascina. Gracias por escribir. Y por permitirme leerte.
    Considérame en actitud de reverencia.
    Aquel abrazo.
    Tania Alegria

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  12. Excelente relato. No me sorprende pues el Sr. Trinelli nos tiene acostumbrados a sus cuentos, donde las miserias mundanas forman parte de la esencia personal que nos describe a todos casi por igual.
    Envío un cordial saludo.
    Un admirador anónimo

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