sábado, 31 de julio de 2010


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por ROMI

Leyendo una columna dedicada al tango de Alfredo Lepera “El día que me quieras”, me intereso saber sobre  la presencia de la literatura en el tango. Lepera, apasionado lector de poesía, se ve notablemente inspirado por un poema de Amado Nervo. Allí uno puede comparar los versos de Lepera y los de Nervo.
Homero Manzi, profesor argentino de literatura y gran admirador de Federico García Lorca, en 1936 dejó que su famosa “Milonga triste” se llenara de los ecos del bardo andaluz, cuando escribe:

“Llegabas por el sendero, / delantal y trenzas sueltas, / brillaban tus ojos negros, / claridad de luna llena. / Mis labios te hicieron daño / al besar tu boca fresca. / Castigo me dio tu mano, / pero más golpeó tu ausencia / Aaaaaaaah... / Volví por caminos blancos, / volví sin poder llegar. / Triste con mi grito largo, / canté sin saber cantar. / Cerraste los ojos negros, / se volvió tu cara blanca / y llevamos tu silencio / al sonar de las campanas. / La luna cayó en el agua, / el dolor golpeó mi pecho”.

La influencia de Rubén Darío es también determinante. Tras su llegada a Buenos Aires en 1893 se convirtió en maestro de esos poetas menores que aplicaron su inspiración a acompañar con letra las melodías desgarradas del tango. La presencia de Darío culmina en los tangos “Solo se quiere una vez” y “La novia ausente”. En ambos sucede algo inesperado: Gardel interrumpe su canto y recita los versos de la Canción de otoño en Primavera y la Sonatina, de Darío.
“La lluvia de aquella tarde / nos acercó unos momentos... / pasaste... me saludaste, / y no te reconocí... / No quise creer que fueras la misma de antes / la rubia de la tienda La Parisien, / mi novia más querida cuando estudiante / que incrédula decía los versos de Rubén. / “...Juventud, divino tesoro / te fuiste para no volver...”

Y en “La novia ausente”: 

“A veces repaso las horas aquellas / cuando era estudiante y tú eras la amada, / que con tu sonrisa repartías estrellas / a los puntos altos de aquella barriada. / ¡Ah! Las noches tibias... ¡Ah! Las fantasías / de nuestra veintena de abriles felices, / cuando solamente tu risa se oía / y yo no tenía mis cabellos grises... / Al raro conjuro / de noche y reseda, / temblaban las hojas / del parque también. / Y tú me pedías / que te recitara / esta sonatina / que soñó Rubén: / “La princesa está triste. ¿Qué tendrá la princesa? / Los suspiros se escapan de su boca de fresa...”.

Los lazos entre el tango y la literatura se fueron haciendo cada vez más evidentes. No es simple casualidad que tres de los más destacados escritores argentinos del siglo XX, Sábato, Borges y Cortázar, hayan estado, de una manera u otra, fuertemente ligados al espíritu del tango. Ernesto Sábato escribió un ensayo sobre el género y compuso dos tangos a los que Aníbal Troilo y Julio de Caro pusieron música: “Al Buenos Aires que se fue” y “Alejandra”.

Lo que Borges pensaba del tango es claro, cuando para el poeta “hecho de polvo y tiempo, el hombre dura / Menos que la liviana melodía / Que sólo es tiempo. / El tango crea un turbio / pasado irreal que de algún modo es cierto...”

romi — Hablemos de literatura
(ver enlace en la columna).

1 comentario:

  1. Excelente Romi!!Breve, preciso, y a la vez interesante.

    Lily Chavez

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