jueves, 22 de julio de 2010

            CARLOS ARTURO TRINELLI    



El  Ambiguo

    Estoy  ante la situación planificada durante semanas. Solo, en el departamento de la cita, a instantes de su llegada, ya no queda tiempo para la reflexión. ¿Así se sentirán los condenados a muerte?
   Todavía tengo dos chances. Una, huir por las escaleras para evitar el encuentro a las puertas del ascensor y reconocer en la mirada de un ser extraño, igual miedo. La segunda, es que se tratara de un cobarde como yo y no concurra. En realidad, no soy cobarde, estoy atemorizado. Temo al fracaso por mi inseguridad.
   Los únicos seguros en todo esto parecían los de la agencia porque creo que, a quien aguardo, le sucederá algo parecido. También le habrán dicho que la cita no obliga a nada y que el precio lleva incluido una segunda oportunidad.
   Tal vez lo mío tenga que ver con un sentimiento de culpa o el tener más dudas que certezas.
   ¿Por qué debo pasar por esto si no lo deseo? Si no fuera débil, me quedo y disimulo, o no, que no me cae bien y cada uno a su casa.
   Con un pañuelo seco mis palmas transpiradas. Queda mal dar la mano en éstas condiciones, puede producir prejuicios en el que recibe ese contacto húmedo.
   Puedo dejar una nota en un lugar visible que diga: Lo siento, me arrepentí. No, quién lo lea no podrá evitar pensar: ¡Qué tarado!.
   Ahora me viene a la cabeza la idea de que quizá me conozca, puede ser que en alguna entrevista en la agencia me haya espiado de alguna manera. No me parece que corran el riesgo con un perfil de amante como el mío. Si es así, no tendrá ningún prurito y entonces no podré disimular nada. Pero que tonto soy ¿por qué la agencia va a hacer trampas? No me hubieran hablado de la segunda oportunidad. Claro que, tampoco conozco a nadie que haya estado en esto para preguntarle.
   Presto atención a ruidos lejanos, una heladera que arranca, platos que se amontonan, pasos en el piso de arriba, el ascensor en movimiento y pienso en mi última alternativa, ya no me podré ir si se detiene en este piso.
   Abro la puerta, cierro despacio, corro por las escaleras sin darme vuelta, como si huyera con algo robado. Afuera la luna flota en el ojo negro del cielo, en casa, mi mujer no está, llegará en unas horas. El tiempo exacto para bañarme, borrar un olor ajeno y luego guardar su ropa copiando el mismo esmero.

º º º º º º º º º   

                                                                              


9 comentarios:

  1. Ohhhh, imprevisto final pero de Arturo Trinelli no se puede esperar otra cosa, no se sabe con qué saldrá para sorprendernos. Me encanta Arturo, te mando un abrazo.

    Lily Chavez

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  2. Pillín, pillín, Arturo...Sabía que tenía que haber una trampita!! Conocí a uno o dos de esos, pero no tenían conciencia de sus verdaderos deseos...Una lástima!!!Ester Mann

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  3. Cómo los genios Arturo, gratamente me sorprendes siempre y calladamente no espero otra cosa. Mala costumbre que deja un buen escritor, no defrauda.
    Abrazo

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  4. me encantan estos textos escritos como si estuvieras hablando a un receptor conocido. me encantan estos finales inesperados. un placer leerte. abracito. susana zazzetti.

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  5. LA ESPERA DEL DESENLACE ME LLENA DE EXPECTATIVAS Y ACA NO HAY RAZÓN PARA QUE ELLO NO OCURRA
    GRISELDA RULFO

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  6. Escrito en primera persona y con la foto en la cual tu mirada es directa, sentí que yo era tu única receptora. Cuentos como éste avivan también la imaginación de lector. Excelente, Carlos.
    MARITA RAGOZZA

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  7. UY Trinelli no le conocía esas habilidades.....las del protagonista.
    Un abrzo, amigo. amelia

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  8. Soliloquio que va quemando etapas del sueño travesti del protagonista. Una pintura del estado de ánimo, de las dudas y el miedo, monólogo febril, escape febrilo y regreso febril... justo con tiempo para "...guardar su ropa con el mismo esmero". Relato equívoco que sorprende al lector en sus dos últimas líneas. Y lenguaje de escritor consagrado.
    Andrés

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  9. Alguna vez me dijeron que leyera mucha narrativa para ver en qué fallaba cuando me iba por las ramas. Y desde entonces entro cada tanto y leo a narradores como Aldao, Trinelli y algún otro trabajo que me guste. Disfruto mucho de este estilo que me llena de ideas para trabajar. Creo que de la solvencia se aprende, sin dudas.

    Lalo Ledesma.

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