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Ernesto Tamírez |
Inauguración
Con la postrera exhalación el moribundo cerró
universalmente los ojos. Consumó así el participio que inauguró un silencio
futurible a todo el infinito. Y asumió su condición con tal naturalidad que ni
siquiera recordó haber usufructuado de un estado antónimo en futuro pretérito
alguno.
Libre albedrío
Todas, madre, tías, amigas, cuñadas, vecinas; durante
todo el embarazo, pasándole la mano por el vientre que iba mutando como una
seta tras la lluvia, le prodigaron: “dios lo crie”, “dios lo proteja”, “dios lo
bendiga”, “dios lo ampare”. Cuando nació, no conservaba ni rastro de su ateísmo
primigenio.
Fin en sí mismo
Cansado de no poder superar a su enemigo un día decidió
cambiarlo aplicando la máxima de Francis Bacon “el conocimiento es poder”. A
partir de ese día no dejó de aplastar a quien fuera su mejor amigo.