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martes, 18 de enero de 2011

MARTA RAVIZZI — ¿Cuándo?



Inocente, libre de toda maldad como son las pobres bestias del campo que ciñen su vida a pastar, dormir y reproducirse.
Mis manos tienen, como en otro tiempo, una suavidad inusitada. Son manos de artista, pintan. Y digo “pintan”, porque de verdad lo hacen solas. Ni mi voluntad ni mi cerebro les dan órdenes. Ellas se mueven al compás de una música que escuchan y van trazando los contornos, las figuras, los arabescos en el lienzo blanco.
Antes de ahora, nada fue igual. Ni siquiera esa habitación que reconocí como mía, en una época de atrás, muy atrás en el tiempo. Reconocí los cortinados, los candelabros, las pesadas cortinas que oscurecían las ventanas. Y me veía dando vueltas por esa habitación en la que buscaba afanosamente algo que no podía encontrar. Me vi buscando en los cajones, detrás de las puertas, en medio de las mantas. No podía recordar a pesar de que la escena me era tan familiar.
En medio de la estancia, un caballete con un gran cuadro donde mis manos se movían también frenéticas, sin tiempo. Tenía que terminar y faltaba tanto. Rojo bermellón, azul de Prusia, verde de Talo. Un poco de blanco antiguo y amarillo de Cadmio. Sin un diseño prefijado, las manos se movían, creaban un paisaje familiar que yo no reconocía. Un puente, un lago, los sauces lavándose los ojos, los juncos mecidos en una letanía. El sol rojo, una herida en el costado, una herida que rezumaba la miel de una colmena seca. Un “deja vue”, pero ¿cuándo?
Estoy en la habitación de al lado, la que ahora reconozco como mía, pero no es mi cama, ni el mismo crucifijo en la pared. El espejo del tocador no me devuelve nada. Sólo el cuadro, el paisaje conocido que no logro recordar, y mis manos frenéticas vuelven al rojo, como ayer, como entonces.
La luz, un pequeño rayo que se abre paso. El puñal. La duda. La traición.
Mi sombra es la de al lado, o ¿tal vez se mudó y no me di cuenta?
Un espejo vacío es igual a un árbol sin ramas, sin pájaros. Solo cuervos o ni siquiera eso.
No me veo en el azogue. Ni ahora, ni antes, en esa habitación que reconozco como mía en algún tiempo.
Me veo revolver y encontrar un papel, una nota y veo lágrimas. Estoy arrodillado, encogido en posición fetal. Veo el bermellón como un largo hilo que camina por el piso.
Hay imágenes que son familiares, pero no hay recuerdos. En la otra habitación veo manchas, parecidas a las del cuadro. Manchas rojas púrpuras y no puedo comprender cuál es el lazo que las une.
Tal vez no sea inocente.
Quizá mis manos sepan del bermellón, del hilo, de la sombra.


Este cuento obtuvo el 1er Premio en Córdoba — Argentina. Encuentro Internacional del Cuento Breve Villa Dolores 2008

Marta Ravizzi

sábado, 31 de julio de 2010

ELSA JANÁ


Goteo En Reversa

Instantes... La lluvia gotea contra los cristales y nutre las flores del cantero igual que húmedos besos de sal. No se sabe dónde caerá la próxima. Al fin de cuentas, cada cual elige dónde sortear su diminuto charco privado. Persisten. Hasta casi se las puede contar y medir, de una a una, como las del suero aquí, en la sala. De pronto, se achata la bolsita de plástico transparente. Un acompañante levanta las pestañas, deposita la mirada ausente sobre el conteo, y aprieta un botón. Cables y sondas se prodigan por todas partes. Dónde las muertes horadando sus rastros de vida. 
En esta habitación de caños blancos, la mayoría se acuesta sobre un ruidoso colchón de nylon a ejecutar sus últimos suspiros; otros, afuera, directamente sobre cartones. Pasos en falso... desde la cordura del especialista que promete lo que ni siquiera sabe cómo cumplir, pasando por la mujer de casquito blanco que pide un silencio que casi nadie respeta, hasta la que lampea un trapo sucio sobre un piso que no desea limpiar... Falso... como los soles anunciando una primavera que no será más que agosto bajo la tierra.
No hay vestigios. Ni de las batallas que no se libraron, ni de la perduración que no se alcanza. Aquí, sólo se mira la lluvia y se controla el suero: ¿Cuándo pasará el tiempo?... No de lluvia, sino de esta nebulosa sorda de límites imprecisos, en la que las murallas de silencio se prolongan hasta el infinito al que nadie puede ponerle stop. Casi todos estamos llorando aunque son las tardes previas a los comicios. Los dioses falsean penas por las manos que ya no pasarán por las urnas. Tiempo de librar en un sobre cerrado, las batallas que antes no se lidiaron ni se lideraron.
Padeció un ataque cardíaco. Se intentará un "by pass" para este país en coma que ejerce control sobre el goteo mientras que el cielo prodiga llanto. Nace un bebé y lloramos; también él llora cuando nace y todos lo hacemos ante la muerte. Unos, dos, tres... seis.... Amamos y lloramos. El cielo lagrimea y el suero gotea. Alguien nos muestra una obra de arte y lloramos, ¿dónde están los que no lloran? ¿Cómo y dónde se liberan las risas?... No, no mientan más... Esas risas son tan falsas como las supuestas señales de no tengo miedo a morir que esbozan los enfermos sobre el conteo de las bolsitas de plástico. Aquí, hay una neblina tan tupida que, para no chocarnos unos con otros, los hermanos nos damos la mano mientras construimos murallas humanas a tientas, reclamando sol y goteando con el conteo en reversa...Y ¿afuera?... Afuera también llueve tanto...

ElsaJaná