Con motivo del estreno de El pecado no se puede nombrar, presentado
en el Teatro San Martín de Buenos Aires en 1998,[1] su
director, Roberto Bartis en una entrevista, habla del espectáculo basado sobre
textos de Roberto Arlt. He Aquí parte del mismo:
-¿Qué razones explican que los directores
teatrales argentinos vuelvan una y otra vez a los materiales narrativos de Roberto Arlt como fuente de inspiración para
sus trabajos escénicos?
-Arlt es un verdadero clásico. Como
Discépolo o Shakespeare. Los discursos de sus personajes funcionan a manera de
mitos. Son materiales del porvenir, que iluminan en forma permanente núcleos
básicos del comportamiento nacional y producen en los artistas asociaciones muy
ricas. Tal vez sea esa la razón general que explica tal recurrencia. Después
están los motivos estéticos particulares que tiene cada director. Para nosotros
los integrantes del Sportivo Teatral, siempre fue un autor muy deseado. Y una
fuente de estímulo para nuestras fantasías. Como Discépolo, de quien hace unos
años hicimos Muñeca. En algún momento pensamos, incluso,
que este espectáculo fuera homenaje a Arlt, una forma de demostrar la enorme
deuda intelectual que tenemos con él.
-¿Qué textos de Arlt usaron en El pecado que no se puede nombrar y
que elementos de ellos los sedujeron desde un punto de vista específicamente
teatral?
-Los textos de Arlt que elegimos pertenecen
fundamentalmente a Los siete locos y Los lanzallamas, pero modificado en su sentido o en las acciones.
Uno de los rasgos que más nos gustó fue el procedimiento literario usado en la
narración: secuencias cortas y de gran combustión emocional que abren distintas
posibilidades e incentivan, por lo tanto, la imaginación. Eso es muy teatral.
Es un efecto inspirado en el folletín, y que deja con ganas de leer lo que
viene, de averiguar adónde puede llevar ese camino que se abre ante nuestra
fantasía. Son secuencias que parecen encadenarse azarosamente en una
construcción en la que conviven varios relatos. De hecho, en Los siete locos hay dos novelas: la de
Erdosain y la del Astrólogo. Esta última es de un nivel de conceptualización
muy profundo, a punto tal que se podría considerar superior a la de Erdosain.
-¿Fue fácil traducir esos textos a una situación teatral?
-Fácil no, porque no son estructuras que
devienen en diálogos o en situaciones que habitualmente se reconocen como
teatrales. Al contrario, en Arlt es difícil entender quien narra. Y ese
procedimiento confuso de no saber dónde se produce el relato nos interesó
también, porque se aparta de lo que es un encadenamiento tradicional ligado con
el concepto de sentido. Ese recurso s relacionaba mucho con un esta forma de
hacer teatro y reforzaba la posibilidad
de trabajar sobre la autonomía del discurso teatral en relación con la
textualidad y así, experimentar con el lenguaje. Luego estaba la oportunidad de
accionar sobre lo que nosotros consideramos
musicalidad, ritmo o fraseo en Arlt.
-Usted dice que Arlt trabajaba sobre núcleos
fundantes de la argentinidad. ¿Puede citar algunos?
-La idea de salvarse es uno. Ya que no hay
redención eterna, lo que debe lograrse es la salvación terrena mediante el
dinero. Hay una conciencia de que los nuevos dioses son los portadores del
dinero, los ricos. Y que ellos hacen de su deseo ley, sin que podamos
defendernos de ese mecanismo. Se urden entonces formas de obtener ese dinero
fuera de los circuitos legales de capitalismo o del trabajo. Ergueta, a quien
Dios ha revelado la ley del sincronismo estático, sueña con hacer saltar la
banca del casino. También se piensa en producir dinero mediante una cadena de
prostíbulos. El dinero mal habido, por llamarlo de algún modo, está altamente
erotizado en Arlt. Otra idea que me parece clave en este escritor es la de la
verdad y el simulacro. ¿Dónde está la verdad y dónde el simulacro? Arlt
desarrolla como nadie el valor de la mentira como forma de dominio de los
hombres, la hegemonía de los milagros apócrifos por encima de los milagros
históricos, la necesidad de acumular poder en una minoría para que una mayoría
viva sumergida en la ignorancia y la confusión. Ese discurso del poder ha
adquirido, con frecuencia, la forma de una ficción criminal.
(…)
-Esa
sensación de “no realismo” se advierte en casi toda la novela de Arlt ¿no es
así?
-Cuando se lee la novela de Arlt nadie
piensa que los personajes van a triunfar o van a lograr algo. Es muy
transparente que existe una situación vinculada con el artificio, con un juego
de construcción. Eso es muy teatral. Un personaje dice: “Esto es sólo un
ensayo, ya representaremos la comedia mañana”
Hay una representación muy teatral que se llama La farsa de los siete locos, en la que el Astrólogo convence a un
amigo para que se disfrace de militar y pronuncie un discurso relacionado con
la supuesta influencia de las ideas revolucionarias en la joven oficialidad. Y
entonces dice una gran parrafada, que luego se revela como una farsa. Eso sirve
al Astrólogo para sostener que el poder es una mentira. Esa idea de la mentira
sería, en el campo de la literatura, la idea de la imaginación, un camino en el
que Arlt es siempre revelador. Su literatura produce siempre una suerte de épica de la imaginación
creativa en contraposición con la maquinaria desvastadora y deshumanizada de la
sociedad.
[1] Extraído del artículo “Tenemos una deuda con Artl” en la revista TEATRO, año 4 n° 8 nov
1998 Fundación Amigos Teatro San Martín de Buenos Aires.
Un aporte interesante a la interpretación de la obra narrativa de Arlt. C.A.T.
ResponderEliminarExcelente entrevista. Logró que yo tuviera una visión más rica de los personajes inolvidables de Arlt.
ResponderEliminarGracias, Artesanías , por esta publicación.
MARITA RAGOZZA
Muy interesante !
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