domingo, 17 de marzo de 2013

Carlos Arturo Trinelli





                                                    ÚLTIMO DÍA
     Cuando me fui parecía dormida y estaba muerta. Yo la maté.
     La noche antes me había acostado al lado de ella como en los últimos veinticinco años y todavía dormía hasta que el frío inevitable de la muerte me despertó.
     El día anterior había sido el último. Lo intuí cuando me fui al trabajo y lo supe al regresar a casa. En el instante en que abrí la puerta y la vi, sentada en el sillón frente al televisor. Me dijo:-Hola, con la voz ronca y sin mirarme.. Yo sí lo hice. Estaba envuelta en una voluta de humo y el resplandor acerado de la televisión le iluminaba la resaca colgada de los ojos, los pelos revueltos y achatados en la nuca por la marca de la almohada. Se cubría con un batón floreado parecido al cotín del sillón y todo semejaba una sola pieza. Una mujer con un sillón. Un sillón con una mujer.
-Andá a comprarte algo si querés comer, dijo su ronquera. Yo me agregué, por poco al unísono,-y traeme un vino.
     Porque le hacía caso no podía quejarme del sino de las cosas. Fui y vine. La novela concluía y enseguida las noticias.
-Abrime el vino y traémelo.
     Lo hice.
-Alcanzame el vaso, dijo y señaló el piso con  un dedo amarillo de nicotina.
     Cociné en silencio un revuelto de huevo con arvejas. Le pregunté si quería comer y me respondió lo de siempre. Me lo serví y extendí el diario.
     Un programa cómico acompañaba su risa cascada. Lavé el plato, la sartén y el vaso. Saqué la basura y regresé al diario. Ella apagó el televisor y arrastró los pies para el baño. Luego recortó su figura en el quicio de la puerta y ordenó:-Traeme un té a la cama.
     Puse la pava, preparé la taza y machaqué las píldoras. Dos cucharas colmadas de azúcar, el saquito y se lo llevé. Ahora miraba una película sentada en la cama. Deposité la taza en la mesa de noche, ella le agregó coñac, bebió un sorbo largo y ruidoso. Enseguida tomó su píldora. Yo retiré los ceniceros colmados de colillas y pulvericé desodorante en el living y en el baño. Cuando fui al dormitorio roncaba con respiración pesada. Apagué la TV, retiré la taza vacía y el cenicero.
     Cuando me acosté recordé que, en la mañana de ése último día cuando me fui parecía muerta y estaba dormida. 

                                                                                           

11 comentarios:

  1. Cuando uno lee un texto , siempre lo hace desde su situación concreta....yo diría hay muertos, muertos!!! Otros dormidos !! y algunos:" los muertos que vos matáis gozan de buena salud"
    Saludo Trinelli.

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  2. Un cuento redondo, bien acabado, denso. Me gustó mucho

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  3. Un lujo don Trinelli. La apertura es un desafío y el cierre una joya espectacular. Disfruto su estilo y capacidad...
    Roberto

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  4. Escueto, hábil, ameno e inteligente como siempre...
    Un gustazo
    CELMIRO

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  5. En esa pareja parece que nada andaba bien así que por lo menos algo "se le dio" al protagonista. Espero que la próxima vez tenga más suerte!! Y me divirtió!!!

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  6. Desde los sures Tehuelche, un genio, literalmente...
    Abrazo

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  7. Conozco el cuento y sentí mucho placer en la re-lectura, porque estoy ante un narrador que quiero y admiro.

    Lily Chavez

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  8. leyendo este relato ya publicado de Trinelli, puedo agregar a los elogios por la impecable escritura, que la protagonista ha muerto dos veces...
    andrés

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    1. Diría que más de dos veces y aún no ha terminado de morir, creo que agoniza en monosílabas...
      Abrazo

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  9. Digo que tal vez...si vendieras el sillon, por ahi no quedarian rastros. Un gustazo volver a leerte, Trinelli. Coincido en el muy buen juego de el enunciado de apertura y cierre. Abrazo cordial. ElsaJana.

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  10. Como siempre, me gustó mucho el cuento y coincido con mucho de lo que han dicho los lectores (el último en llegar o es repetitivo o tiene que limitarse a decir poco...si no tiene talento para descubrir algo distinto y ese es mi caso). De todos modos, aprovecho para agregar que el comentario de Ester Mann me hizo reír bastante.
    Cristina Pailos

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