jueves, 15 de noviembre de 2012

Cristina Pailos




Pensando en voz alta



Hace muy bien pensar en voz alta. Las ideas parecen más nuestras cuando las verbalizamos. Mis charlas con las perritas, aún en la calle,  me iniciaron en el gusto de hablar sola con la seguridad de no parecer loca. Tampoco es una extravagancia porque con frecuencia hablamos con gente que no escucha y todo parece una escena del teatro del absurdo. También hablamos solos.
Las perritas parecen contentas. Me miran ingenuas pero con atención y parecen entender que tengo la deferencia de renovarles siempre el temario para que no se aburran.
Me pareció que podría interesarles a ustedes también algunos de los relatos que he ido elaborando en mis paseos con Rumba y Salsa.

 Una buena elección

A los noventa años decidió no continuar y para ello, mágica, como siempre, le hizo al tiempo una señal  para que retroceda y sólo se detenga en algunos pasajes.  Lo logró.  Repite los momentos felices de su vida tantas veces como quiere o queda detenida en algún instante lejano.   A veces cree que está juntando sus juguetes para ir a la playa con sus padres, después  se prueba  un suntuoso vestido de noche .Siempre sirve la mesa sin olvidar a ninguno de sus hijos, ni a su marido  que aunque tarda, ella asegura que vendrá. Nos recibe con cortesía y siempre  nos comenta lo bellos e inteligentes que son sus niños y cuanto los ama. Nos pregunta si los conocemos.
 Nunca pudo aceptar la muerte de papá ni la vejez propia y mucho menos la vejez de sus hijos. Un día  en que estúpidamente intenté hacerla recordar, se enojó: -No me tome el pelo, como una vieja y fea como usted va a ser mi muñequita dorada.

El loco se curó

Mientras estaba loco de remate, aunque con esfuerzo, lo soporté. Con medicación, más  o menos andaba. Cuando pareció curado, lo abandoné.
Seguí los consejos de Edgar Allan Poe cuando decía que si un loco parece completamente curado, es ya momento de ponerle el chaleco de fuerza.

Mi sensibilidad ecológica

No todo lo que brilla es oro, se dice, y no todo lo que dicen los amantes de la naturaleza es creíble. Pasan unos días inolvidables al aire libre con trajecitos de exploradores, descubren al buen salvaje de Rousseau y lo fotografían, después se vuelven a encerrar con alcohol, tabaco y marihuana en sus reductos de la ciudad o vuelven a deambular entre ruidos estridentes y luces que encandilan.
 Me gustarían que no mintieran tanto pero no los critico.  Yo también he fracasado en mis intentos de vida campestre. Los colores, sabores y sonidos del campo me energizan durante algunos días pero después empiezo a extrañar los cines, los teatros, los centros culturales, los restaurantes, las librerías, las reuniones con amigos, los niños que chirrían como pajaritos en el Jardín de Infantes de al lado , las calles y sus incontables rostros y expresiones.
Ni hablar de los cafés. Soy un pájaro urbano y los cafés son mis bebederos como los charcos lo son para los gorriones , las palomas y los perros callejeros.
Es cierto que los ruidos de la ciudad a veces aturden pero sufro más peleando contra los mosquitos, las insolaciones, el roce irritante de las ortigas (por algo es de la familia de las urticáceas ) y el polvo que cuando el viento enciende sus motores lo lanza en carrera desenfrenada hasta transformarse en densa nube asfixiante y marrón.
Cada vez que me invitan al campo recuerdo a Max Jacob ante una invitación similar: ¿El campo, ese lugar donde los pollos se pasean crudos? Y tenía razón el poeta y artista francés: El pollo al horno con papas del restaurante de la esquina de mi casa es mucho más sensual. Y ni hablar de los aromas: pollo que sale del horno no huele igual que pollo en el gallinero.

4 comentarios:

  1. Mucho humor en estas reflexiones, pero también tristeza por la edad que no perdona. Buen género, Cristina. Muchas gracias.

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  2. Son tres perlas donde refulge la sabiduría, un poco de humor blanco y también negro, una forma de expresar libertad para conjurar la vejez y la dependencia.
    Temas comunes que la autora les otorga su brillante visión. Espero, Cristina, que estés un poca loca, para que no te sucede lo de tu cuento.
    Leerte, como esta vez, es encontrarse un poco con uno mismo.
    Gracias y felicitaciones.
    MARITA RAGOZZA

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  3. Amenos, escritos con humor y aguda observación no dudo que Rumba y Salsa deseen escuchar más, por mi parte me gustaría seguir leyendo, saludos, Carlos Arturo Trinelli

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  4. Si eso es la locura del artista, coincido con Poe. Gracias por estas joyitas muy sentidas por nosotros, los que felizmente podemos tener nostalgias y ponernos con total impunidad el "Gorro de Cscabeles" de Pirandello

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