MONOS EN MI ÁNIMO ( VIVA LA BANNISTERIA )
¿ Y si no voy ...?
Andá,-aconsejó sabia mi mujer. Allí fui con todo mi dolor que no se hallaba completo.
En el recibidor una pareja de mandriles con sus culos carmesí leían revistas. Cuando sonreían mostraban unos dientes parejos pero faltos de limpieza que llenaron el sitio de aliento a mono.
Recostado en el sillón, por el rectángulo de la ventana del primer piso, observé como los monos se columpiaban de rama en rama. No conozco de variedades pero los que vi eran chicos y con colas largas para asirse. A un instante de quietud sobrevenía otro de excitación circense que verificaba que el tiempo acarrea más tiempo.
Intuí que los bonobos estarían copulando en las veredas o sobre los techos de los autos estacionados y temí por el mío. Ésos monos son graciosos pero promiscuos. De algo estaba seguro, los gorilas y su consuetudinaria timidez no se dejarían ver.
Los chimpancés acostumbrados a conducirse en clanes y ajenos a las fornicaciones de sus parientes, cortaban el tránsito. Sobre los pechos colmados de pelos hirsutos lucían pecheras con las siglas: P.P.P. ( Primer Piquete Primate). Era un piquete simpático y el UUUAAA me retumbaba en la cabeza.
El equilibrio del sistema humano era quebrado (¿ definitivamente?) por el caos monístico.
Todavía faltaban los orangutanes que al ritmo de una famosa canción avanzaban de rama en rama y ponían en fuga a los pequeños saltarines que principié en observar desde mi posición.
Una hembra ganó confianza y penetró por la ventana. Vestía de blanco y tenía un barbijo, en su idioma ordenó: -Enjuaguesé.
Tomé conciencia que la alucinación, producto del dolor, había concluido, enseguida tomé un turno para nuevas alucinaciones más adictivas que los tratamientos de conducto.
En la calle, la monada parecía tranquila. ■
Andá,-aconsejó sabia mi mujer. Allí fui con todo mi dolor que no se hallaba completo.
En el recibidor una pareja de mandriles con sus culos carmesí leían revistas. Cuando sonreían mostraban unos dientes parejos pero faltos de limpieza que llenaron el sitio de aliento a mono.
Recostado en el sillón, por el rectángulo de la ventana del primer piso, observé como los monos se columpiaban de rama en rama. No conozco de variedades pero los que vi eran chicos y con colas largas para asirse. A un instante de quietud sobrevenía otro de excitación circense que verificaba que el tiempo acarrea más tiempo.
Intuí que los bonobos estarían copulando en las veredas o sobre los techos de los autos estacionados y temí por el mío. Ésos monos son graciosos pero promiscuos. De algo estaba seguro, los gorilas y su consuetudinaria timidez no se dejarían ver.
Los chimpancés acostumbrados a conducirse en clanes y ajenos a las fornicaciones de sus parientes, cortaban el tránsito. Sobre los pechos colmados de pelos hirsutos lucían pecheras con las siglas: P.P.P. ( Primer Piquete Primate). Era un piquete simpático y el UUUAAA me retumbaba en la cabeza.
El equilibrio del sistema humano era quebrado (¿ definitivamente?) por el caos monístico.
Todavía faltaban los orangutanes que al ritmo de una famosa canción avanzaban de rama en rama y ponían en fuga a los pequeños saltarines que principié en observar desde mi posición.
Una hembra ganó confianza y penetró por la ventana. Vestía de blanco y tenía un barbijo, en su idioma ordenó: -Enjuaguesé.
Tomé conciencia que la alucinación, producto del dolor, había concluido, enseguida tomé un turno para nuevas alucinaciones más adictivas que los tratamientos de conducto.
En la calle, la monada parecía tranquila. ■
Ojo con los alucinógicos Trinelli.
ResponderEliminarDarwin, feliz. Saludos.
amelia
Sí, pero sólo un narrador como vos puede estar maquinando toda una historia durante un tratamiento de conducto...ay amigo, sos impredecible. Un abrazo
ResponderEliminarLily Chavez
INGENIOSO, GENIAL, SORPRENDENTE, RARO. ME ENCANTÓ. FELICITACIONES SR.ESCRITOR.MI AFECTO.
ResponderEliminarmarta comelli.
Desde que acepté las teorías de Darwin, me empapé con los estudios de Morgan y Federico Engels sobre la sociedad primitiva a partir de un estadio de la pre civilización, me convertí en un admirador jurado de nuestros abuelos antropopitecos. Nota: no confundir con un grupo selecto y entretenido de humanos gorilas que residen principalmente en barrios de la ciudad de Buenos Aires desde 1945.
ResponderEliminarAndrés
Hay que tener una Musa insistente y rica para no dejar al autor libre de sus inspiraciones estando en el sillón del dentista. Además de desplegar un buen conocimiento de las costumbres monísticas, el final sorprende.
ResponderEliminarFelicitaciones, Carlos y saludos.
MARITA RAGOZZA
Esa invasión de monos/ a la ciudad de la mente/ sobre un sillón de paciente/ es un escape a la pluma/ digno de Trinelli.
ResponderEliminarCelmiro