sábado, 6 de julio de 2013

Roberto Bartis: sobre Roberto Arlt





Con motivo del estreno de El pecado no se puede nombrar, presentado en el Teatro San Martín de Buenos Aires en 1998,[1] su director, Roberto Bartis en una entrevista, habla del espectáculo basado sobre textos de Roberto Arlt. He Aquí parte del mismo:


 -¿Qué razones explican que los directores teatrales argentinos vuelvan una y otra vez a los materiales narrativos de  Roberto Arlt como fuente de inspiración para sus trabajos escénicos?

-Arlt es un verdadero clásico. Como Discépolo o Shakespeare. Los discursos de sus personajes funcionan a manera de mitos. Son materiales del porvenir, que iluminan en forma permanente núcleos básicos del comportamiento nacional y producen en los artistas asociaciones muy ricas. Tal vez sea esa la razón general que explica tal recurrencia. Después están los motivos estéticos particulares que tiene cada director. Para nosotros los integrantes del Sportivo Teatral, siempre fue un autor muy deseado. Y una fuente de estímulo para nuestras fantasías. Como Discépolo, de quien hace unos años hicimos Muñeca. En algún momento pensamos, incluso, que este espectáculo fuera homenaje a Arlt, una forma de demostrar la enorme deuda intelectual que tenemos con él.

-¿Qué textos de Arlt usaron en El pecado que no se puede nombrar y que elementos de ellos los sedujeron desde un punto de vista específicamente teatral?

-Los textos de Arlt que elegimos pertenecen fundamentalmente a Los siete locos y Los lanzallamas, pero modificado en su sentido o en las acciones. Uno de los rasgos que más nos gustó fue el procedimiento literario usado en la narración: secuencias cortas y de gran combustión emocional que abren distintas posibilidades e incentivan, por lo tanto, la imaginación. Eso es muy teatral. Es un efecto inspirado en el folletín, y que deja con ganas de leer lo que viene, de averiguar adónde puede llevar ese camino que se abre ante nuestra fantasía. Son secuencias que parecen encadenarse azarosamente en una construcción en la que conviven varios relatos. De hecho, en Los siete locos hay dos novelas: la de Erdosain y la del Astrólogo. Esta última es de un nivel de conceptualización muy profundo, a punto tal que se podría considerar  superior a la de Erdosain.

-¿Fue fácil traducir esos textos a una situación teatral?

-Fácil no, porque no son estructuras que devienen en diálogos o en situaciones que habitualmente se reconocen como teatrales. Al contrario, en Arlt es difícil entender quien narra. Y ese procedimiento confuso de no saber dónde se produce el relato nos interesó también, porque se aparta de lo que es un encadenamiento tradicional ligado con el concepto de sentido. Ese recurso s relacionaba mucho con un esta forma de hacer   teatro y reforzaba la posibilidad de trabajar sobre la autonomía del discurso teatral en relación con la textualidad y así, experimentar con el lenguaje. Luego estaba la oportunidad de accionar sobre lo que nosotros consideramos  musicalidad, ritmo o fraseo en Arlt.

-Usted dice que Arlt trabajaba sobre núcleos fundantes de la argentinidad. ¿Puede citar algunos?

-La idea de salvarse es uno. Ya que no hay redención eterna, lo que debe lograrse es la salvación terrena mediante el dinero. Hay una conciencia de que los nuevos dioses son los portadores del dinero, los ricos. Y que ellos hacen de su deseo ley, sin que podamos defendernos de ese mecanismo. Se urden entonces formas de obtener ese dinero fuera de los circuitos legales de capitalismo o del trabajo. Ergueta, a quien Dios ha revelado la ley del sincronismo estático, sueña con hacer saltar la banca del casino. También se piensa en producir dinero mediante una cadena de prostíbulos. El dinero mal habido, por llamarlo de algún modo, está altamente erotizado en Arlt. Otra idea que me parece clave en este escritor es la de la verdad y el simulacro. ¿Dónde está la verdad y dónde el simulacro? Arlt desarrolla como nadie el valor de la mentira como forma de dominio de los hombres, la hegemonía de los milagros apócrifos por encima de los milagros históricos, la necesidad de acumular poder en una minoría para que una mayoría viva sumergida en la ignorancia y la confusión. Ese discurso del poder ha adquirido, con frecuencia, la forma de una ficción criminal.

(…)

-Esa sensación de “no realismo” se advierte en casi toda la novela de Arlt ¿no es así?

-Cuando se lee la novela de Arlt nadie piensa que los personajes van a triunfar o van a lograr algo. Es muy transparente que existe una situación vinculada con el artificio, con un juego de construcción. Eso es muy teatral. Un personaje dice: “Esto es sólo un ensayo, ya representaremos la comedia mañana”  Hay una representación muy teatral que se llama La farsa de los siete locos, en la que el Astrólogo convence a un amigo para que se disfrace de militar y pronuncie un discurso relacionado con la supuesta influencia de las ideas revolucionarias en la joven oficialidad. Y entonces dice una gran parrafada, que luego se revela como una farsa. Eso sirve al Astrólogo para sostener que el poder es una mentira. Esa idea de la mentira sería, en el campo de la literatura, la idea de la imaginación, un camino en el que Arlt es siempre revelador. Su literatura produce  siempre una suerte de épica de la imaginación creativa en contraposición con la maquinaria desvastadora y deshumanizada de la sociedad.


[1] Extraído del artículo “Tenemos una deuda con Artl” en la revista TEATRO, año 4 n° 8 nov 1998 Fundación Amigos Teatro San Martín de Buenos Aires.

3 comentarios:

  1. Un aporte interesante a la interpretación de la obra narrativa de Arlt. C.A.T.

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  2. Excelente entrevista. Logró que yo tuviera una visión más rica de los personajes inolvidables de Arlt.
    Gracias, Artesanías , por esta publicación.
    MARITA RAGOZZA

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