lunes, 29 de octubre de 2012

Sonia Figueras / cuentos cortos





Noche oscura en que garúa

Salgo en esta noche oscura que garúa se acentúa y me moja de a poco.
Qué importa.
Cada tanto es preciso que el agua fresca me riegue la cara como a los tomates de mi pseudohuerta.
Ya se empapan los zapatos sobrevivientes de mi gran vestuario.
Qué importa.
Éso es bueno. Necesito lavar mis culpas y es mejor empezar desde abajo.
Mi piloto azul que pide sustituto, no logra que no se saturen de agua helada el sueter que soporta años y los pantalones que piden otros.
Qué importa.
Es mucha agua y tengo frío. En el bolsillo debo tener unas monedas... tomo el bondi y regreso a mi cuarto. No. No tengo monedas. Ni una.
Qué importa.
Me siento en el umbral de “la Dominguito”, mi escuela de cuando era chico, de Echeverría y Trinvirato y espero... ¿qué espero? A la seño Estela y le pido un caramelo. ¿Y si no está más? espero.
Qué importa.
No hay apuro.


EL OMBÚ

Salgo a caminar. Del conventillo salgo, del bandoneón del Negro y los gritos de la China.
El ombú espía con verdor profundo hasta marearme y ya tomé bastante.
Allí estás con las manos que mesan tu pelo de cobrizos reflejos. Dan brillo a la negrura  de la noche oscura.
Sos vos, soy yo. Me mirás, te miro.
 La noche nos une, la edad nos separa.
¿Recordarás hoy muchacha lo nuestro bajo el manto verde del ombú “gomía”?
Yo sí.
Dije, es el final. “Dejé a mi “jermu” y enfilamos abrazados a nuestra felicidad.

        EL HOMBRE
La tarde declina. Frío inmoral quema las manos gastadas paspadas en el arrastre de de carretillas cargadas con pesados tablones.
La sirena suena interminable estridente. Ya cesan los ruidos dantescos en los golpes de las mazas. Lento con pausa cansino, moja su cabeza.
Y la rutina lleva sus pies helados, con llagas y besa la frente de su niño dormido. Cuatro chapas una lona por cortina  manso, replegado.
Con la respiración entrecortada se entrega sumiso a su destino.
Ya no piensa, sueña. Un día fue hombre. Hoy no sabe de dolores.
Hoy espera simplemente dejar de respirar y en larga fila espera el plato de  comida.  Negros rostros desamparados pies arrastrados, llanto en los ojos, bajos los brazos, en sus despojos. Cunde el horror.

 Esta noche tiene miedo
               los ojos negros
mojados de agua salada
            y el cuerpo,
            chiquito,
            indefenso.

Muchos no vuelven...
quizás algunos... retumba el aire. .  .                                        
Gritos...  la bronca excita                   
 el desaliento de las mujeres
cierra la mina no habrá trabajo
aunque haya marcha.

          la bestia no se detiene …
          y lloró.                                  
                                     






                                                      


3 comentarios:

  1. Hermoso. Pocas palabras, grandes imágenes y muchas historias detrás...

    Roberto

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  2. Una revolución de sensaciones! me encantaron ! Cariños!!!

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  3. Arrollan estos cuentos tan breves y también con cadencia poética.
    Maravillosos. Felicitaciones, Sonia.
    MARITA RAGOZZA

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