miércoles, 10 de octubre de 2012

Gerardo Pennini





Volvieron Personajes Polvorientos

Al final no lo pude evitar más y me hicieron la entrevista. Fue un placer ver a los chicos de la secundaria poniendo la cámara, el trípode, preparando todo con una seriedad que enternecía. Se encontraron con un resto arqueológico de la educación “de antes” y sobre eso querían hacerme hablar. A mí, que me cuesta tanto. Pero delante de cámara y micrófono es otra cosa.
Así, gracias a las preguntas, se fue levantando la bruma de la memoria y empecé a rememorar las clases brillantes de un maestro de la primaria cuyo nombre lamentablemente no recuerdo y que fue el primero que me dio confianza para escribir, me hizo interesar en la historia, me estimuló para seguir metiendo las narices en todo.
Después desfiló el doctor Baba, investigador en el Hospital Durand, que no era docente sino Maestro, así con mayúscula. Eran tiempos de la epidemia de mal de los rastrojos en la pampa húmeda, y nuestro profesor conversando nos iba interesando en temas áridos y difíciles. Nos provocaba la pregunta, nos desafiaba. Todo sentado con la silla cerca de los bancos, apoyado en el respaldar y con un tono pausado, sin levantar la voz, con amabilidad.
Se fue hilvanando un recuerdo detrás de otro, muchos no tan felices como cuando recordé el primero de tantos golpes militares que sobrevivimos porque fue el que apuntó directamente a destruir la educación y la capacidad intelectual del país. Hablamos del golpe del ’66, encabezado por Onganía “la morsa”, que como reacción tuvo la virtud que los que seríamos de la generación del ’60 nos interesáramos en política desde adolescentes.
De pronto tomé conciencia que fue por esos años que decidí que algún día sería periodista. Y reviví cuando un profesor de historia, muy interesado por la forma en que escribía mis monografías, me pidió otros textos para leer. Un tipo de edad y con un apellido ilustre.
Un día llegó al aula y me sorprendió con una propuesta.
Me dio una tarjeta personal y me dijo que fuera al diario La Nación para que vieran mis trabajos. Los diarios tenían suplementos dominicales muy variados, se competía por las firmas de los artículos y era un camino duro de escalar, por lo que entrar directamente a La Prensa era todo un honor.
Llegué con mi carpeta de cartón debajo del brazo, el mismo traje y corbata que usaba para ir a la escuela, y todas las expectativas del mundo. Por suerte todavía no fumaba, o ese día me hubiera bajado un paquete.
Entrar y recorrer aquellos corredores vetustos e imponentes me produjeron una sensación que reviví mientras contaba esto a los muchachos. Una sensación ambivalente. Por un lado admiración y deslumbramiento entre paredes cubiertas de madera (después me enteré que se llamaba “boiserie”), estuco con detalles dorados, lámparas de bronce de la época de la iluminación a gas. Por otro lado un distanciamiento y una opresión que no había sentido nunca. Pero iba camino del triunfo, y yo era un pibe de barrio, caradura y audaz.
Golpeé la enorme puerta (doble puerta) donde lucía el nombre de la persona que tenía que ver.
El señor que me atendió escuchó amablemente mi presentación y el motivo por el que lo distraía de su importante ocupación, recibió la carpeta de cartón y me preguntó de parte de quién iba.
Yo tenía la tarjeta en el bolsillo, pero contesté
-        De nadie
-        Ah! Respondió el señor, estiró la mano y nos saludamos amablemente.
Fue la última vez que pisé el diario de los Mitre, con una tarjeta del profesor Mariano de Vedia y Mitre que nunca salió del bolsillo.
Sospecho que los chicos que me estaban entrevistando nunca me creyeron. 

2 comentarios:

  1. Primo!
    Espero que siga.
    Un abrazo
    Eduardo

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  2. Desde el título pasando por la historia misma, este texto de Pennini es una retrospectiva de años duros y dictatoriales: un detalle para entender a fondo el periodo nefasto: Onganía fue a recibir la banda presidencial en una carroza ornamentada y aurigas rigurosamente vestidos de gala del siglo XVIII. Y en entrelíneas retozan las figuras patricias que ofendieron la dignidad del país (y la siguen humillando...).
    andrés

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