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viernes, 24 de febrero de 2012

OFELIA FUNES - poeta



Cualquier  Mañana  De  Otoño

                                                      Nosotros dos aún…
                                                          Henri Michaux


Una brisa
Un pájaro furtivo
El llanto de un niño
Un revuelo de  hojas
Una moneda hundida en la arena

Y tu sonrisa retorna


EL milagro
                                                A Martita

Efímero y frágil perdura en el corazón del tiempo.
Gineceo fecundado limitando el infinito
al instante inagotable del milagro.

Amargas raíces en la flor y el brote
mundos abiertos en la espera

y el alba escucha el canto
 escondido entre las hojas
y llora las primeras gotas del rocío.

: : : : :

martes, 28 de junio de 2011

OFELIA FUNES - poeta



La Boina Negra


Me acompaña cuando miro esa blancura que acomoda

la gorra negra de los vascos

cuando mis dedos hormiguean

 huellas del último verano 

y se hunden en la bruma del día

apenas  susurrado


cuando el ángel murmura a mis espaldas

antiguas canciones de cuna

y mis ojos extrañados

 buscan  el lucero en la tarde


Viento  boreal


Higo maduro en la boca del deseo
el viejo palo santo encurvado arde
junto al eje terrestre.

En el misterio de lo que ha sido dado
deshojados mundos
se alimentan del fruto prohibido.

Escucha

nadie se ocupará de ti
cuando el viento boreal
sople sobre la tierra indefensa.

Estarás solo

con el verano oculto en tu ventana.

viernes, 3 de junio de 2011

OFELIA FUNES


OFELIA FUNES


EL COSTURERO

Cinco dedales en la pequeña caja
multicolor enjambre de hilos y trencillas.
Mi madre era una curva sosegada en la tarde.

Presagio sospechado
sombrero luminoso
perfume de alelíes.

Suave curva atravesada en el silencio
Pluma de garza hundida en la arena
entre sueños y dedales
y el frío,
el frío lamiendo las ventanas…

En un café de buenos aires

La tarde se inquieta
en la  mesa junto a la ventana
bajo el mantel  blanco de ausencia
y el perfume de vino maduro  ya no es
sino una chispa de luz en los cristales.

La tarde se estremece
ante la pequeña gota suspendida
temblorosa ante el roce de tu piel sobre la  mesa,
aquella, que  retumbó en el silencio de la tarde otra
cuando al rozar  tu piel sobre el mantel
se oyeron  ruidos de una noche de verano
y los grillos clamando por la lluvia.
                             Ofelia Funes

martes, 19 de abril de 2011

OFELIA FUNES - poeta



LA ÚLTIMA PÁGINA


Caminé al borde del río
me senté a la vera del camino
anochecía
cuando me quité el calzado.


Tendida sobre la hierba
con olor a tormenta
besé la tierra de mis padres
y escribí la última página

no me busques
nunca me fui
siempre estuve
sólo esperaba
el ruido de tus pasos.



AQUÍ *

                                                      “ La muerte en una buhardilla no es para nuestra época” 
                                                       Nadiezhda Mandelstam, “Contra toda esperanza. Memorias”.


* La rusa Nadiezhda Mandelstam (1890-1980), esposa del célebre poeta acmeísta Ossip Mandelstam, describió en sus memorias (Contra toda esperanza) los sufrimientos de los intelectuales que en su país fueron acorralados por el terror estalinista. Su marido, exiliado en Voronezh, falleció cuando lo trasladaban a Siberia.

 
Mi aliento humedece el espejo
estoy  anotada en el siglo
palpo mi cuerpo engarzado
en el óxido de la piedra
en la mísera gota de agua

No puedo volver los ojos.
No puedo volver los ojos
sino a la tierra
al silencio que me nombra
al camino que estremece.

Con la frente inclinada
mis pies  en el hueco del árbol
veo mis lágrimas como un río hasta las raíces 
encender la piel de la aurora

No puedo volver los ojos sino a la tierra
árbol cántaro diáspora 
aquel reclamo que retumba
aquel silencio que me nombra noche 
con los pies desnudos.

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*Un fragmento de Contra toda esperanza:

Durante el invierno, Voronezh era un vasto y compacto campo de hielo siempre resbaladizo, como dice Ajmátova en su poema: “De cristales de roca que piso tímidamente”… Ni siquiera en las grandes ciudades, que nos estaban prohibidas, seguían existiendo los porteros provistos de palas y arena. Mandelstam no temía ni al viento ni al hielo. A veces la ciudad le encantaba, pero la mayor parte del tiempo la maldecía y anhelaba escaparse. Le atormentaba estar encadenado a un lugar fijo como si estuviese tras unas puertas cerradas. “Por naturaleza soy un hombre que espera”, decía, “y encima me mandan a Voronezh para que pase esperando todo el tiempo”... En efecto, nuestra vida se reducía a una espera constante: esperábamos dinero, la respuesta a una carta o a una solicitud, un gesto magnánimo o la salvación… Pero nunca conocí a una persona que viviese con tanta avidez el presente como él. Percibía casi físicamente la dimensión del tiempo, de cada minuto de esta vida. En ese sentido era la más completa antítesis de Berdiaev, quien decía que jamás pudo resignarse al tiempo y que toda angustia expresaba la nostalgia de la eternidad. Creo que para todo artista la eternidad se hace perceptible en cada instante que existe y transcurre, instante que él detendría encantado para hacerlo aún más perceptible. La nostalgia del artista no es producida por el anhelo de eternidad, sino por la pérdida temporal del sentimiento de que cada segundo tiene volumen, es ubérrimo, está lleno de sentido y equivale, por sí mismo, a cualquier eternidad. En la angustia, como es natural, se originaba el sentimiento del futuro y Mandelstam se convertía en el hombre “que espera”.

NADIEZHDA MANDELSTAM
Fragmento del libro 
Contra toda esperanza (Alianza Tres; Madrid, 1984). Traducción: Lydia K. de Velasco. (editado por Artesanías Literarias)