Jhumpa Lahiri |
Lahiri y Carrère: ¿hay quien dé más?
Los autores de 'Tierra desacostumbrada' y
'De vidas ajenas' hacen que los lectores de cualquier parte se identifiquen con
sus relatos
Debido a extraños y preocupantes mecanismos
mentales descubro a medida que envejezco que atravieso épocas en las que
prescindo de costumbres, placeres y rituales que he practicado durante toda mi
existencia desde que tengo uso de razón, que me acompañaron en los momentos de
plenitud, sirvieron de refugio en las tormentas inacabables, hicieron que no me
sintiera solo cuando estaba solo, me descubrieron mundos luminosos cuando todo
lo que se divisaba desde el mío era grisáceo o sombrío. No leo libros, algo que
había sido tan cotidiano en mi vida como las necesidades orgánicas.
Y lo peor es que esa parálisis tampoco me
provoca sentido de culpa, ni la sensación de haber traicionado temporalmente a
esos objetos milagrosos que me han regalado ancestralmente las sensaciones más
impagables. Vivo rodeado de libros. Antes, no olvidaba saludarlos todos los
días, a pesar del desorden de mi existencia jamás había descuidado su orden,
saber dónde podía encontrar con un vistazo cada uno de ellos, organizarlos y
reorganizarlos obsesivamente en orden alfabético, por géneros, por autores o en
combinaciones surrealistas en las que solo yo encontraba la coherencia,
comprobar que la asistenta exterminaba la menor huella de polvo en ellos,
verlos envejecer con estilo a través de esas páginas que inevitablemente se
tornarán amarillas. Pero, desde hace tiempo, solo habitan en mi memoria, se
hacinan en el suelo ya que tendría que cambiarme de casa para encontrarles
sitio, los regalo después de leerlos o incluso antes, algo impensable en
alguien que era ferozmente posesivo con ellos.
A pesar de esa deserción incomprensible (y
ojalá que temporal) de un amor que creía irrenunciable, no he renunciado a
detenerme con fascinación permanente en los escaparates de las escasas
librerías de barrio que van quedando, curiosear incansablemente en las
novedades y en las reediciones, comprar las que me resultan intrigantes o
atractivas pensando que algún venturoso día tendré la irresistible necesidad de
disfrutarlas.
En el reencuentro con un amigo de toda la
vida después de años sin vernos, alguien con quien he intercambiado
información, descubrimientos y recomendaciones sobre libros desde que teníamos
18 años, me habla con pasión de los que más le han conmovido en mucho tiempo,
escandalizándose con sentido de que aún no los conozca un lector enfermizo como
yo he sido siempre, en la seguridad de que esa literatura me va a entusiasmar.
Se titulan Tierra desacostumbrada y De vidas ajenas.
Los firman Jhumpa Lahiri y Emmanuel Carrère. Del tercer autor me aconseja que lea toda
su obra, aunque puedo ir abriendo el apetito con sus relatos. Es Isaac Bashevis
Singer.
Compro esos libros. Y me propongo con
esfuerzo leerlos, reanudar esa eterna historia de amor que se ha interrumpido
durante meses por razones que tendría que explicarme la psiquiatría. Veo la
fotografía de Jhumpa Lahiri en la solapa de Tierra desacostumbrada.
Es una mujer muy guapa, nacida en Londres de padres bengalíes, viviendo en
Estados Unidos desde los dos años. He visto antes ese rostro en alguna parte.
Alguien me cuenta que Babelia le dedicó su portada hace un par
de años. Voy a mirar con infinita admiración esa cara cada vez que termino un
relato de esta Tierra desacostumbrada que no quiero ni puedo dejar de leer, que
devoro de un tirón. No recuerdo haber observado con tanta intensidad la cara de
un escritor desde que leí La conjura de los necios, fascinado ante aquel señor gordito y encorbatado que se
suicidó a los treinta años porque entre otras desoladoras razones todas las editoriales habían
rechazado la publicación de La conjura de los necios, de esa
novela que recibiría el Premio Pulitzer a título póstumo, que iba a provocar la risa y el agradecimiento de
millones de lectores.
Miro la preciosa cara de Jhumpa Lahiri
sabiendo que ella es la protagonista de esos relatos que acaban formando la
estructura de una novela. Hablando de personajes, recuerdos y sensaciones en
los que nos podemos identificar los lectores de cualquier parte, aunque sus
protagonistas sean familias indias establecidas en Estados Unidos. Historias
entre padres e hijos, hermanos y hermanas, maridos y esposas, encuentros y
desencuentros, lo que se expresa y lo que se calla, amores desgastados o
vividos en silencio, tradiciones y rebeldía, secretos y rituales, experiencias
de infancia y de adolescencia que marcarán la vida futura y la necesidad de
afirmarse en una identidad, encrucijadas morales y sueños rotos. Jhumpa Lahiri
describe todo esto con una escritura que parece sencilla y es deslumbrante,
hablando con enorme complejidad de los sentimientos, explicando las razones de
todos para ser como son y actuar como actúan, estimulando el cerebro del
receptor y tocándole el corazón, creando auténtico lirismo con la forma menos
rebuscada. Y te da mucha pena que este libro se acabe. Y deja poso. Y sabes que
dentro de un tiempo volverás a reencontrarte con él. Y que vas a buscar todo lo
que lleve la firma de esta maravillosa escritora.
Emmanuel Carrère me había aterrado y
conmovido hace tiempo con El adversario, la penetrante crónica
de una impostura que acaba de forma salvaje cuando se ve acorralada. EnDe
vidas ajenas, Carrère empieza hablándote con su insólita potencia
expresiva del tsunami y continua describiéndote los efectos físicos y psíquicos
de algo pavoroso llamado cáncer. Con su extraordinaria capacidad para describir
lo más profundo y devastador, con un lenguaje que logra implicarte en el
anverso y el reverso de las personas y las cosas, haciendo tuyo lo que sienten
los personajes, logrando una afirmación de la existencia, la amistad y el amor
cuando está retratando el sufrimiento extremo, la pérdida y la muerte. Nada
resulta forzado, pretencioso ni tremendista en este perturbador y emocionante
retrato de esos dos jueces tullidos que se reconocen íntimamente y se alían en
una batalla contra la injusticia, en las reacciones de los familiares y amigos
ante una vida que se va extinguiendo. Percibo al acabar estos dos libros
memorables que he recuperado las benditas ganas de leer. Y la obra de ese señor
calvo y de mirada inquietante llamado Isaac Bashevis Singer es voluminosa.
Sospecho que me esperan muchas horas felices.
Tierra desacostumbrada. Jhumpa Lahiri. Traducción de Eduardo
Iriarte Goñi. Salamandra. 352 páginas. 20 euros (bolsillo: 9,50). Una
terra estranya. Traducción de Ainara Munt. Amsterdam. 334 páginas.
19,95 euros.
De vidas ajenas. Emmanuel Carrère. Traducción de Jaime
Zulaika. Anagrama. 296
páginas. 17 euros (electrónico: 13,99).
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La nota, abre un gran apetito de lectura.
ResponderEliminarCelmiro Koryto
El Universo de la literatura está en constante expansión y resulta inabarcable pero estas notas sirven para al menos saber que existen los citados autores. C.A.T.
ResponderEliminarFui gratificado con la lectura de este hermosísimo libro gracias a la recomendación de Ester Mann, la infatigable lectora de cuanto libro se publica en el globo terráqueo.
ResponderEliminarandrés