EL CAFETÍN DE DEVOTO
Marta Zabaleta
Dedicado a aquellas víctimas de la Operación Cóndor en Argentina
“Traful, recuerdo con una quizás indebida alegría el año entero que pasamos enjaulados en un coqueto ambiente de 1, 5 X 1,80, con todos los adelantes (inodoro, piletita, lampazo). Leíamos desde las 6 a.m. hasta las 9am, hora de ir al recreo. En la tarde, después del recreo vespertino cantábamos a dos voces y los otros "internos" creían -promoviendo nuestra más sincera vanidad- que había una radio en el pabellón. Los dos 1 de septiembre en que convivimos canté para vos "Le temps des cérises". Un primero de febrero vos me cantaste un estilo de Gardel. A la noche, inventamos una ceremonia muy graciosa (para nosotros) con el objeto de preparar los catres. Podíamos a veces pasarla muy mal, pero éramos -¿lo diré?- felices. Nos fortalecían la esperanza, los ideales, las canciones, las lecturas y el sentido del humor. Y tu inmensa bondad solidaria”.
Emilio de Ípola.
9/5/2009
9/5/2009
Devoto no tenía ese que se yo, viste?
porque detrás de un árbol no se aparecía él
-mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte a la luna-
porque la larga calle de la Cárcel no tenía árboles, y los piantados
estaban adentro, presos.
Cafetín que estaba abierto
como con bronca y coraje y ubicado justo enfrente,
boliche... no llamabas al amor.
Mañanitas de Villa Devoto con madres de los chilenos socialistas
presos antes del golpe acampadas durante la noche
que me guardaban con un número
para cuando yo llegara, siempre más tarde
a eso de las siete, hora bacana
a ese lugar entre ellas, bien adelante en la cola.
Yo estaría muy nerviosa:
nos acostábamos aterradas
a eso de las tres de la mañana
a eso de las tres de la mañana
y vestidas, mi nena y yo
por si nos secuestraban de madrugada.
por si nos secuestraban de madrugada.
Yanina pensaba defenderse
con el palo del rastrillo que trajo desde la playa
y que siempre guardaba bajo su cama.
y que siempre guardaba bajo su cama.
La dejaba durmiendo, con su nanita Silvia Ibalde
recién llegada. Salía a escondidas
sin saludar al portero, si podía,
y caminaba y caminaba
hasta agotarme. Para que no se supiera
hasta agotarme. Para que no se supiera
de donde había partido.
Siempre encontré complicado eso
de pedirle al tachero que me llevara.
Por más que caminara, cuadras y cuadras, queriendo pasar anónima en Buenos Aires, era decir Cárcel de Villa Devoto y azorocharme. Vendrían luego los cuentos, consejos, retos con amenazas, y hasta algún que otro requiebro, quejas del alma, mi marido
de pedirle al tachero que me llevara.
Por más que caminara, cuadras y cuadras, queriendo pasar anónima en Buenos Aires, era decir Cárcel de Villa Devoto y azorocharme. Vendrían luego los cuentos, consejos, retos con amenazas, y hasta algún que otro requiebro, quejas del alma, mi marido
el prisionero, hubiera dicho
todo es muy simple, encontraste taxi
todo es muy simple, encontraste taxi
porque te estaban siguiendo
desde muy temprano.
desde muy temprano.
Desde Belgrano R hasta la cárcel
finalmente yo descansaba, revisando en la mente
si llevaba el dinero que debía ponerle en la cuenta del Banco Nación
-sucursal de la cárcel-
para que le alimentaran con pan y agua.
Por meses, no pasó ropa. Después los utensilios de tocador, entrados
si llevaba el dinero que debía ponerle en la cuenta del Banco Nación
-sucursal de la cárcel-
para que le alimentaran con pan y agua.
Por meses, no pasó ropa. Después los utensilios de tocador, entrados
a través de la cola, sin poder verlo.
Y los días de requisa. Y los de visitas
que quedaban suspendidas, porque
Y los días de requisa. Y los de visitas
que quedaban suspendidas, porque
salían los traslados. Sangre y terror, sin lágrimas.
Aserrín aserrán
los maderos de San Juan
Piden pan, les dan hueso,
piden vino, le dan balas.
Esas mañanitas de Buenos Aires
Aserrín aserrán
los maderos de San Juan
Piden pan, les dan hueso,
piden vino, le dan balas.
Esas mañanitas de Buenos Aires
adonde en la cola había
hasta una hermana del Che Guevara.
parada por horas, reclamando
el derecho de los presos de ser mirados.
parada por horas, reclamando
el derecho de los presos de ser mirados.
Y una que agonizando, entraba primero al barcito
justo enfrente de la cárcel.
justo enfrente de la cárcel.
No tenían medialunas, ni lentejuelas.
Compañeras nerviosas, madres llorando, hermanas varias, alguna esposa, y hasta un hermano, radio sonando,
harto humo y mucho espanto, padre ninguno,
Hijas e hijos, de pocos años
llevándole un clavel
el día del cumpleaños a su madre.
Hijas e hijos, de pocos años
llevándole un clavel
el día del cumpleaños a su madre.
Y muy importante, ¿habría un baño?
Era también la hora en que los esbirros adentro
tomaban mate. Y lo escupían en tu cara.
La del primer güisqui del día, en ayunas, sin hielo ni soda
tomaban mate. Y lo escupían en tu cara.
La del primer güisqui del día, en ayunas, sin hielo ni soda
para darme coraje, ¿o anestesiarme?
porque este no era aquel bar bienudo
donde como para a unos doce
porque este no era aquel bar bienudo
donde como para a unos doce
nos tocaba Piazzola.
en las otras tardecitas de Buenos Aires.
en las otras tardecitas de Buenos Aires.
Estas tienen algo, un no sé qué, que vos sentías
cuando estabas en Chile en cana, y andabas sola
haciendo cola para ir al simulacro, recibir palos,
haciendo cola para ir al simulacro, recibir palos,
insulto, recoger los porotos lavados o entrar a la muerte
porque aunque no hubiera pan, siempre había balas.
porque aunque no hubiera pan, siempre había balas.
Como olvidarte en esta queja
cafetín de Buenos Aires
si sos lo único en la vida
que se pareció a mi vieja.