LUNFARDO QUE HICISTE
BIEN…
- Seño, usted me preguntó por qué
hablo en lunfardo. Yo no sé si hablo en ¿cómo me dijo? ah, lunfardo ¿Como yo
hablo se llama lunfardo?
- Sí, fijate que decís palabras que
otros chicos no las saben o no te entienden.
-
Y cuáles ¿a ver?
La señorita Dora se sonrojó. El
lunfardo le sonaba tan antiestético. Ella no se animaba a hablar así. Pero
siente la obligación de explicarle a Daniel qué significa el término lunfardo.
- Daniel, ¿cómo te puedo aclarar. El
lunfardo no es un idioma, ni un dialecto Por ejemplo, idiomas son el español,
el francés, el alemán y dialectos son los que se hablan en diferentes
provincias o pueblos de algunos países ¿Me entendés algo? La seño continúa, el
lunfardo aparece en Buenos Aires y en Uruguay cuando vinieron a colonizar estas
tierras y con la mezcla del español, el italiano y también el portugués se
forma esta forma de lenguaje. ¿Más o menos te queda claro?
El niño la miró dudoso en tanto ella
trata de demostrarle la diferencia con el hablar suyo y de los otros alumnos.
- El lunfardo, sigue la maestra, lo hablaban,
aún lo hacen las personas… bueno…las personas de un ambiente raro. Entre ellos algunos entonces, robaban…no
quiero decirte con eso que vos o tu familia lo hagan. Pero vos te expresás,
hablás como esa gente.
Es evidente que la señorita Dora se
queda con el tema en el medio de un naufragio y no conoce bien que el lunfardo
resulta ser uno de los rasgos lingüísticos del dialecto rioplatense y con gran
implicancia en la poesía, las letras, especialmente en las de los autores de
tangos. Le es difícil hacerle una buena aclaración al pequeño.
Suena el timbre de recreo y la
cuestión queda allí. En la siguiente de gimnasia que termina con el timbre
correspondiente y Daniel se va a su casa.
Al llegar deja la mochila, se saca el
delantal que chiquito le quedaba y se hace un mate cocido. Por suerte queda
garrafa, dijo. Se asoma por la ventanita de la cocina y ve pasar al “punga”.
Quiere preguntarle si van a jugar, pero el punga pasa corriendo. Grita, pero el
punga no lo oye.
Toma su mate cocido, lava la taza
presuroso y sale en busca de los chicos. ¡Tan apurado se olvida el barrilete! Vuelve a buscarlo no
fuera cosa que los otros lo tuvieran hecho. Su papá el domingo le había ayudado
a hacerlo y tenía una cola bien lunga.
Encuentra al Mario, al Pepe y al tano en el baldío de la esquina. El barrilete
del tano es el mejor… los otros dos está bien, pero el mío, dice
compungido, el mío está el peor ¿Por qué
mi viejo no sabe hacer un barrilete mejor? Cuando había ido al quiosco la chica
le aseguró que el pelpa era del mejor. ¡Les había dado un trabajo! Azul y
amarillo, como Boquita, no de otros colores, no.
Se le pasa la tarde en el baldío con
los chicos que dicen viejo, mina, engrupir y a él no le cambia en nada. Los
entiende Está acostumbrado, en poco tiempo se ha adecuado a hablar como ellos.
El padre viene esa noche más tarde
que otras. Le cuenta que cuando sale del trabajo busca otro que le prometieron.
Así pasan unos días. La seño lo llama aparte otra mañana.
– ¿Tu carpeta Daniel? La seño
bastante seria le llama la atención por la falta de las tareas.
Se quiere morir. Está re atrasado.
Desde hace una semana que no hace los deberes por culpa del barrilete. Las
tardes las pasa aprendiendo a manejar el piolín, que levantara muy alto,
mantenerlo en el aire, que no coleara, ¡a ver si se caía el primero!
Esa noche, al llegar su papá, toma la
sopa en un santiamén, se baña y duerme muy pronto. No quiere que el padre le
preguntara por la escuela! Se salva. Por suerte.
El padre, (semidormido lo ve desde su
camita), está con unos papeles sobre la mesa y tiene los anteojos puestos.
El lunes se reitera un buen reto y un
“quiero hablar con tu mamá”. Baja su cabecita primero. Un movimiento de su cuerpo lo delata. Está
llorando.
- Daniel, ¿llorás porque tenés miedo a tu
mamá?
La maestra se acerca a él, levanta
esa cabeza gacha, ve lágrimas en sus ojitos de niño acongojado y lo abraza con
ternura.
-¿Te va a castigar? Vení Daniel,
vamos al escritorio le dice, mientas con su pañuelo seca los ojos y las
mejillas pálidas y mojadas. ¿No me podés decir a qué le tenés miedo? De su
boca, niño triste, apenas surge entrecortado…no tengo mamá. Dora, conmovida lo
conforma como puede. Ternura y cariño a ella le sobran. En calidad de nueva en
el colegio desconoce aún los casos particulares de los alumnos, por lo tanto el
de Daniel.
Concierta con la Directora una cita
con al padre y ese día confirma la ausencia de su mamá fallecida en el parto del pequeño y que son
nuevecitos del barrio.
Desde la citación pasa un mes. Roberto Fontana
pide una mañana en la Dirección de una de las cátedras en que dictaba Lengua
para presentarse en la escuela. En ese encuentro habla sobre la orfandad de su
hijo, el tema de la soledad y el uso común del lunfardo, que es conversado de
la manera correspondiente. Llegan a la conclusión que Daniel lo utiliza en las
clases de lengua, justamente en las que dicta su papá en la Universidad. Quedan
en ver que el niño equilibre su uso.
Algo pasa allí dicha mañana porque Roberto
regresa más temprano a su casa las noches siguientes.
Dos domingos después le pide a Daniel
que se prepare para ir Zoológico con él.
Por segunda vez, de asombro, el niño
casi muere del susto,. En la puerta del Zoo, parada, sin delantal, está la seño
Dora.
Hoy Daniel está en séptimo preparando
el viaje de egresados mientras la seño cocina, espera a Roberto que llega de la
cátedra y ya en la cena, el jovencito trata de explicarle a su hermanito menor,
en pequeños trazos, qué es el lunfardo.
Yo soy la maestra de segundo grado de
Rodrigo el hijo de Dora y Roberto que forman una espléndida familia.
¿No les parece que el lunfardo,
nuestro decir popular, hizo bien su obra?
Ingeniosa la trama que se lee como el deslizar sobre un tobogán, donde también se aprecia el amor y el reconocimiento hacia nuestro lunfardo.
ResponderEliminarExcelente. Felicitaciones, Sonia y que tengas un buen año.
MARITA RAGOZZA