La despedida
Ese día me levanté como siempre y salí al jardín. El invierno había dejado sus huellas: altos tréboles con sus flores amarillas cubrían de oro el césped. No los arranqué, me gustaba ese aspecto salvaje de mi pequeño jardincito.
A pesar del frío me senté al sol para tomar el café de la mañana. La última.
Luego me abrigué y salí a recorrer las calles de la pequeña ciudad. La gente era la misma, saludé a algunos vecinos. Los chicos jugaban en la plaza, sus abuelos los miraban sentados al sol.
De vuelta en casa, lavé los platos, quité el polvo a los muebles, hice la cama, barrí...Me había cansado, me costaba respirar. Me senté en el sillón y comencé a ordenar las fotos. Hacía años que dejaba de un día para otro esa tarea. Pero hoy, mientras las insertaba en las hojas de plástico, era como si las viera por primera vez.
Mis hijos: niños, adolescentes, adultos; los perros que tuvimos a lo largo de los años, las casas en las que vivimos. Y mis nietos, mis nietos cuando eran todavía niños y me decían –“te quiero, abuela”.
Fue una buena vida. Hoy recordaba tan sólo el amor que me había rodeado, las alegrías de cada nacimiento, las charlas con mis hijos, el amor de mi compañero. Si, llegó la hora: a las doce, cuando acostada en la camilla empiece a perder la conciencia, sólo buenos reuerdos me acunarán y ya no tendrá importancia si no despierto.
Todo está en su lugar. Tambien yo lo estaré.
Ay que final inesperado , no , no me gusta ese final , cámbialo Nurit por favor!!..déjala un poquito mas. Abrazo!
ResponderEliminarMe golpeó Ester, dale más tiempo. Todo es reversible.
ResponderEliminarCariños
Olga Ajma
Amigas, es solo una fantasía, además puede que la operación sea un éxito, no?
ResponderEliminarEstoy con Ester. ¿Por qué la operación no va a ser un éxito? Recuerden los miedos que sentimos cuando se operó Andrés Aldao y lo tuvimos, lo tenemos con nosotros. La ambigüedad del relato de Ester nos enriqueció con este intercambio de opciones. Me gustó
ResponderEliminarCristina Pailos
En el final el lector comprende la importancia del comienzo, la descripción de las rutinas, los recuerdos, todo se agiganta ante el riesgo de perderlos y está bien que suceda, el miedo es un sentimiento. Una vez más la sencillez de la autora, todo un mérito de observación y sabiduría, logra conmovernos, saludos, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarAcompaño al comentario de Carlos A Trinelli. La narración devela una sabia comprensión ante las situaciones difíciles de la vida.
ResponderEliminarGracias Ester
Ofelia
Coincido con Nurit. Haber entrado a sucesivas anestesias me dejó ver en el final, el comienzo de algo más. Esa otra oportunidad de amanecer tras irse a dormir envuelto en lo único que vale la pena: los gratos momentos. Simples tesoros de vida. Y en éso, cada cual a los suyos.
ResponderEliminarSe puede ignorar o haber olvidado dónde las fotos con o sin marido, hijos, nietos…Dónde esas imágenes del hogar o techos ajenos, en los que seguro no faltó mascota propia o del vecino…pero los detalles sin adornos de tu estilo literario, querida Nurit, exceden la imagen capturada e imponen sencillez para regodeo del alma. Abrazo. ElsaJaná.
El final abre una esperanza que se ve en el oro de los tréboles, que florecen persistiendo el invierno.
ResponderEliminarUn agridulce paisaje de vida.
Precioso, Ester, me llenó de luz
Felicitaciones y cariños.
MARITA RAGTOZZAQ
Ay Ester! Ya llegamos a esta recta de la vía (de tren, claro) donde es tan importante hacer un balance que nos dé paz. Hermoso texto, me sacudió y acordate que te necesitamos, somos egoístas
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