Era mi amiga!
Cuando revisé el correo electrónico y vi el remitente, mi corazón empezó a latir con un ritmo más acelerado. ¡Era ella! Mi amiga del alma, mi compañera de la adolescencia y los primeros años de la juventud...
¿Cuánto tiempo había pasado? La cuenta era fácil: desde que me casé con Oscar. Exactamente treinta y dos años.
Supe desde entonces de otros desencantos, de otras traiciones. Las suyas ya no me parecían tan graves. Incluso creí haberlas olvidado...
Recordaba de Elena su alegría, su sentido del humor, los gustos que compartíamos, las mañanas de poesía y las ilusiones que aún eran nuevas, que no se habían disipado en la realidad del día a día. Rememoré los viajes en tranvía en los días de lluvia: sin plata para un bar, era la única posibilidad de charlar a solas, pagando sólo los boletos de ida y vuelta.
Su mensaje era corto, sólo un intento de renovar nuestra amistad. Ninguna alusión al pasado ni referencias a su presente.
No le contesté pero durante dos o tres días no pude dejar de pensar en ella. Recordé el motivo que me alejó de su amistad.
Con sorpresa me di cuenta que despues de tantos años, de toda una vida, aún recordaba sus pequeñas traiciones y todavía me dolían.
No había sido una buena amiga. Ahora lo sabía. Había utilizado mi gran ingenuidad, casi estupidez, pensaba ahora. Entonces no me cuestionaba sus desplantes, no los entendía, creía en ella y atribuía a mis propios defectos su actitud arrogante. Sólo muchos años más tarde, cuando aprendí a valorar lo que poseía en mi existencia, comprendí que era envidiosa. Que mi vida, con todas sus dificultades y problemas era un tesoro que ella anhelaba. Que en todas las oportunidades en que me rebajaba o me ridiculizaba el resentimiento hablaba por su boca.
Sus preguntas sobre mi vida íntima, sus jocosas alusiones a mi persona y a las de mi familiares que conocía por mis confidencias...
Pero todo eso era historia antigua, mis hijos ya me habían dado nietos y yo me creía más flexible, más misericordiosa, más dispuesta a perdonar ofensas y errores.
¿Debía llamarla, contestar su mensaje? ¿La había perdonado? ¿Qué habría pensado ella en ese entonces? ¿Qué la habría impulsado a buscarme después de tanto tiempo?
Todas estas preguntas eran más curiosidad que verdadero interés.... para responderlas debí pensar y recomponer el pasado.
No añoraba su amistad, demasiado ligada a las penas de la adolescencia, me llevaba una y otra vez a esas pequeñas y dolorosas anécdotas en que me falló, en que no supo, o no quiso ayudarme.
Yo ya no era la misma persona. La joven mujer que fue amiga de Elena se había diluido en el pasado y no me interesaba revivirla. Tenía hermosos recuerdos de esa época y permanecerían bien guardados en mi memoria.
Para siempre. ■
Todo un tema la amistad.No le daría el nombre sagrado de amiga , a alguien que me traiciona.
ResponderEliminarLo importante es atesorar recuerdos buenos , eso ayuda.
Un abrazo, Nurit.
amelia
Yo tuve algunas experiencias, con amigas casi hermanas de la adolescencias,tambien malos entendidos o digamos desacuerdos, las alejaron para siempre.
ResponderEliminarPero la amistad existio, y hoy solo recuerdo los buenos momentos compartidos, si me escribiera Chachi la paraguaya compañera de tantos años de primaria y secundaria o Beba confidentes de amores novios, paseos, bailes hoy si siendo abuela de adolescentes me gustaria revivir esoss recuerdos en charlas que revivirian esa amistad. Lo pasado pisado y como en un jardin se quita la mala yerba, renacerian las rosas. Pienso,
Un hermoso relato. Carmen Passano
Ester, es tan real, actual este cuento. Tratamos de olvidar aquello que nos lastimó en algún momento de nuetras vidas, que se hace tan llevadero como si de pronto, en mi caso, quiero ponerme en tu pluma y escribir como vos y que llegue, como hacés llegar la vida con las palabras exactas .
ResponderEliminarSí, respecto de la amistad, que no es infinita como no lo es el amor, tu cuento la describe perfectamente. Gracias por la oportunidad de poder leerlo.
Sonia
El tiempo inexorable desune y nos deja ver la amistad desde otros prismas, deshilachando los valores ante la realidad que asume.
ResponderEliminarReal y ameno
Como siempre el tema del relato es inclusivo con el lector y divide aguas, llega y de algún conmueve, certero como flecha da en el blanco, saludos, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarDoy fe de las verdades de este texto de Ester... Siempre fue una persona que actuó en los hechos de su vida con auténtica entrega, con una fibra de profunda amistad y desinterés. Doy fe y la valoración es de una fuerza y lealtad nada frecuentes... Impecable.
ResponderEliminarA.
Llega . El cuento llega, y a través de los comentarios queda flotando la idea que en este tema que nos atañe a todos,cada uno responde de manera diferente porque también tiene historias diferentes, y porque aunque el cuento, en este caso, deja entrever que la protagonista vivió muchas angustias que la otra persona le ocasionó o que al menos no la ayudó. Y ese es el punto, para mí: la dimensión de la angustia es intransferible. Lo que para unos puede formar parte de la visión infantil o adolescente con sus individualismos enfrentados pero ya no es, para otros fue una herida que tardó mucho en cicatrizar. Eso es lo lindo de este cuento: cada uno parece que quedó pensando.
ResponderEliminarCristina Pailos
Como todas las cuestiones humanas, la amistad es , también, algo complejo y se puede dar como una tensión, donde el aprecio por cada uno prime sobre los aspectos de envidia o competencia.
ResponderEliminarLa protagonista muestra una actitud valiente, noble en el olvido, y positiva, porque ciertos lazos hay que desestructurarlos.
En forma amena, la autora canaliza su versión sobre la amistad,y nos deja reflexionando.
Felicitaciones, Ester, y cariños.
MARITA RAGOZZA
Darse cuenta de las envidias sule costar en la juventud y no tanta juventud. Precioso relato respecto de los recuerdos inborrables, y entrañables de juventud.
ResponderEliminarSi cada cual crece, en lo posible. Pero aquellos recuerdos son imborrables aunque queramos desaparecer, borrar, disolver o como sea el verbo que descibe esos presuntos olvidos. De acuerdo Esther.Se puede resigificar, esa es la cuestión.
¡Ah!, firmo mi anterior reflexión.
ResponderEliminarSoy Graciela U.
Tus aciertos en la brevedad es lo que disfruto de tu escritura, Nurit. Tenes el relato claro y el cierre certero. Y sí, con los años se desmistifican los recuerdos, se rescata lo que vale la pena, y se cierran capítulos. Abrazo. ElsaJaná.
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