sábado, 6 de julio de 2013

Mario Satz




 

Poeta, narrador, traductor, ensayista y estudioso de la Kábala. Nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia judía. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Kábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Kábala con su profesión de escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural. Actualmente vive en España.En una reunión de intelectuales israelitas realizada en la ciudad de Mexico en 2012 , con motivo de la presentación de su libro Qué es la Kábala  (Barcelona, ed. Kairos S.A., 2011) Mario Satz definió la Kábala como “el arte de leer e interpretar el libro fundador de nuestra cultura, La Biblia, pero también un juego semejante al ajedrez…cuyo fin último es afinar la mente del jugador´´ .  Algunas obras del autor: Ensayos sobre Kábala Qué es la Kábala  2011, Kairos, Barcelona Jesus Nazareno Terapeuta y Kabalista  1999, Kier, Buenos Aires. Árbol verbal. Nueve notas en torno a la Kábala. 1991, Kier, Buenos Aires Senderos en el jardín del corazón. 1988, Kairós, Barcelona. Ensayos sobre religión: El judaísmo. 4.000 años de cultura. 1982, Montesinos, Barcelona. El cráneo de cristal. 1988, Mondatori, Madrid. Oraita. 1990, Obelisco, Barcelona. Umbría, lumbre. 1991, Hiperión, Barcelona. El tesoro interior. 1992, Troquel, Buenos Aires. Cuentos: Tres cuentos españoles,  Sirmio, Barcelona, 1988. Ensayos ecológicos: El arte de la naturaleza. 1988, Oasis, Barcelona. Arca de roca. 1992, Kairós, Barcelona. El ábaco de las especies. 1994, Pre-textos. Valencia. Novelas: Sol, 1976, Noguer, Barcelona. Luna. 1977, Noguer, Barcelona. Tierra. 1978, Noguer, Barcelona. Mercurio. 1990, Heptada Madrid. Azahar. 1996, Taurus, Madrid. Proverbios: Truena, mente perfecta. 1977, Helios, Viena/Barcelona.  Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV. Colaborador de Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales.


Kristallnacht*
  
         Era noviembre en Viena, con sus árboles fríos y las cúpulas de los palacios llenas aún de los destellos estelares de la noche. Primero fueron los escupitajos, los insultos, los improperios, luego la palabra jude pintada en el escaparate de la relojería con pintura amarilla. Era noviembre y la ola del odio  había alcanzado su altura máxima aunque todavía no el espanto de su catástrofe total. Después fueron las piedras, los bastones, los puñetazos.
-Pronto-dijo Jakob el relojero a su hijo Nahum-, recoge los relojes de la vitrina, debemos irnos.
         La madre y la hermana preparaban, lívidas como la luna, las maletas y los bolsos.
-Salvemos el tiempo-dijo Nahum por decir algo.
-Y esto es sólo el comienzo. De nada me sirven ahora las medallas de la guerra, las menciones de honor, las amistades y los conocidos.
-Es verdad, padre-dijo Nahum-, en muchos de los que tiraban las piedras reconocí a tus clientes.
         La familia Strauss no sabía, no podía saber que aquella jornada con su noche llevaría el nombre de los cristales rotos, de los cristales esparcidos, de los cristales convertidos en flechas y astillas sobre los cuerpos de las víctimas.
-Sí, debemos salvar el tiempo-se repitió Nahum a sí mismo, guardando los relojes de oro, plata, y acero, algunos muy valiosos, en un maletín de piel oscura.
         Tenía, entonces, diez años, pecas y una mata de cabellos rojos difícil de peinar. Viena no tardó en convertirse en un pandemónium, en un infierno para algunos y en un campo de batalla y resentimiento para  muchos. A lo lejos relinchaban los caballos y sonaban los cláxones de los automóviles. Algo, por no decir todo, se hundía bajo los pies humanos. Los Strauss lograron salvar parte de sus bienes ocultándolos en los orificios innombrables, cruzaron la frontera hacia Francia sin saber que hasta allí también llegaría pronto la ola del odio, la furia vergonzosa, el delirio de matar. De eso modo comenzaría una huída inacabable, compartida, noches insomnes y rictus de incomprensión en los rostros de los fugitivos. A medio siglo de ese desastre, Nahum Strauss, único sobreviviente de su familia, sentado a la hora del crepúsculo en la terraza de un café en Natania, emergiendo de la sombra de los muertos, emergiendo de la ilimitada neblina de su pasado, recordó haber dicho:
-Salvemos el tiempo.
         Y  oír  vaga voz de su padre, agregando:
-¿Para qué salvar el tiempo cuando el espacio de la convivencia está destruido?
         Qué difícil es nombrar el dolor, qué insoslayable  evocar la tragedia familiar y colectiva.
Desde la terraza del café, con su strudel a medio acabar y su café frío, el viejo solitario que leía la prensa en alemán y hablaba hebreo con un acento inconfundible miraba el mar. Como consecuencia de  aquellos cruciales  días de Viena despreciaba los relojes que, pese a todo, les habían permitido comer y sobrevivir durante un tiempo. Le molestaban sus números, sus minutos y segundos que lo alejaban de lo sucedido pero no de su recuerdo, que marcaban el transcurso de la vida sin curar sus heridas. Su padre tenía razón: para qué salvar el tiempo si el espacio de la convivencia está destruido. Para qué reparar en las horas cuando la eternidad era un silencio atroz.
                                                                             Mario Satz
*noche de los cristales.                                               

9 comentarios:

  1. Sobrevivir al castigo del pasado en frases que nos dejan un sabor agrio ante la realidad del tiempo que es síntesis, tesis y antítesis de vida.
    Celmiro Koryto

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  2. El texto se desliza como "seda de nardos"; así podemos soportar el silencio atroz de la eternidad.
    Gracias Artesanías por haber editado a Mario Satz, un maestro de la narración.
    Ofelia

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  3. ¿Cuantas orejas tiene que tener el hombre para escuchar el llanto de la gente?
    ¿Cuantas muertes tendrán que ocurrir para que el hombre sepa que ha muerto muchísima gente?
    Algo así decía Bob Dylan en Blowin' in the wind y seguimos con el mismo interrogante sin respuestas.
    Muy buena narración. Me gustó mucho
    Cristina Pailos

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  4. El tiempo donde se deshacen los espacios. Heridas abiertas que no cierran, el dolor que no encuentra palabras. No conocía al autor, agradezco su difusión. Lástima la foto, me hubiera gustado verlo.
    Olga Ajma

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    1. la foto se auto cortó seguramente por prohibición del autor (Nota del Editor)

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  5. El tiempo que no puede ser salvado de la vergüenza de más tiempo como si el hombre solo lo oyera soplando en el viento, C.A.T.

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  6. Los crímenes de la humanidad no tienen una época definida, el tiempo transcurre, pasa, se nos escapa pero el ansia de poder, la codicia y la indiferencia persisten. Muy bueno el paralelismo de los relojes y el tiempo de la desgracia.

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  7. “Una vez leído, ya nadie estará libre del pandemonio con relinchos de caballos a lo lejos y sonido de cláxones… huida inacabable porque siempre la persecución…el dolor sin nombre…números que molestan…un tiempo sin medida haciendo las horas de una eternidad de silencio atroz…” Estas voces caen como cristales rotos que siguieran cayendo y volviendo a romperse, como si los pedazos no pudieran dejar de despedazarse en una eternidad sin voz. Bellamente, Satz ahoga un mar de heridas que no curan, Gracias por traerlo, Artesanías. ElsaJaná.

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  8. excelente!! en este caso silencio y palabras son feroces.

    Lily Chavez

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