JUAN FACUNDO HERRADOR
Pandorita
Hay mi caramelito, si vos la vieras que pena profunda que
tenía Amelita, con los ojos cerrados y una cara de dolor que le abrazaba todas
las expresiones. Estaba mirando por dentro y encontrando vaya a saber uno que
cosa, seguramente todo el cuerpo de la desilusión instalado en lo que cabe de
sus huesos. Ahora todos los astros con lágrimas en la cara, un Dios deprimido,
una necrópolis anticipada de todo lo que vendría, de un mundo que no se
anunciaba con orquídeas y placer al mar, del sin sentido de vida que ahora se
pegaba a la piel como costra y la desilusión la tenía en la ropa, en el cuello,
en las uñas, en todo el cosmos amplio e infinito que tiene la mente y lo
ajustado y justo del alma verdadera, la sin vueltas del mundo y la muerte tan
ahí con su petulancia y ella que no lo admitía. Y ahí Amelita que no quería
abrir los ojos, las pestañas cuajadas y no había lágrimas, eso era lo peor, no
había lágrimas, era de esas penas tan profundas que le va vaciando a uno el
pecho tan de golpe que ni las lágrimas tienen su pago de deuda, era toda un
alma estrujada, un alma que iba cayendo como hoja y no había ni viento,
ni piso, si no un pozo que no tendría fin, mi Amelita con una duda metódica que
no se le caería más de la cara y todas las costumbres de los humanos
metafísicos más por imaginación que por coherencia hacían que mi dulce almendra
se quedara con la cara tan llena de nada. Mi Amelita, pobre cachorrita de
huesos flojos que ahora se apretaba a su muñeca de trapo de manera tal que
buscó consuelo en ella, que buscó creer en la inocencia y la realidad de
Pandorita (la muñeca) y su casa de almendras bajo el sauce que daba frutos con
plumas y que antes de caer al suelo volaban y eran pájaros y era su necesidad
de madurar, de mudar, de sacar plumas en lugar del peso de sus huesos, de su
vida y largarse tanto a la mierda. Mi Amelita, pobre, a veces pienso que fue
tan ilusa en no aceptar la realidad y por momentos admiro como conservó esa
niñez tan anacrónica pero tan sin libertad que era en su disfraz y será mejor
mentirse en un mundo tan cruel y ahora que la veo en la mecedora con las manos
arrugadas, con Pandorita destrozada y todavía sin poder llorar me doy cuenta lo
que causó aquel día que descubrió que el mundo estaba hecho de traiciones y no
de Pandorita, y no de pájaros y frutos, y no de ella sino de todos contra ella,
aquel día que su padre le mintió en la cara y al abrir la puerta lo encontró en
la mentira, ahí en los ojos, en aquella mirada que jamás olvidaría, eran los
ojos de ella y del padre y no en el hecho de la cama y la hermana de su madre.
Esto es literatura, el placer de la palabra
ResponderEliminarExcelente manejo de la tensión literaria resuelta sin golpes bajos, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarINCREÍBLE EL MISTERIO Y LA FORMA DE ATRAPAR, LA SENSIBILIDAD DE LAS PALABRAS Y LA CAPACIDAD DE DIBUJAR IMÁGENES CON ELLAS.
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