por Marcos
Silber
Resulta auspicioso registrar la presencia
de un ciudadano poeta, de alguien que transita como trabajador de la palabra y,
sobre todo, atender y valorar su tarea, y aún más, celebrarla con absoluta
naturalidad y justo homenaje. Aunque eso de homenaje tiene sonoridad fatal,
solemne, fastuosa. ¿Que tal si elegimos el agasajo, la consideración y el
festejo desprovisto de galas doctorales y académicas? Convengamos, hay alguien
que apostó su ser y su estar en el mundo POÉTICAMENTE; Quehacer que compromete de modo ineludible su
identidad. Por eso y mucho más,
bienvenidas estas palmas que dignifican la creatividad más allá de la adjudicación
personal. Máximo Simpson es escritor y
por su obra se le otorga esta distinción. Pero también por su condición
personal, sus atributos ciudadanos, sus virtudes de buen vecino, de tanto
prójimo de los “Alrededores”. Se ha dicho que
es suficiente para el poeta, con ser la mala conciencia de su tiempo.
Recordemos entre otras iniquidades, ultrajes y escarnios: a Cicerón le cortaron
la lengua, a Copérnico le arrancaron los ojos, a Shakespeare lo apedrearon y
hoy, mecanismos más modernos ejercen la más oprobiosa de las torturas: el
silencio. No se trata de victimizar ni declamar calamidades, si, de señalar al
poeta como el obstinado, el invencible buceador de la luz.
Y a este suceso como una modesta
reivindicación. Entre nos: la justa revancha contra tanta obscena iniquidad.
Felizmente no soy crítico literario
–prueba de la existencia de un dios inteligente- Pero me reservo los derechos
de lector, entusiasta, apasionado, infatigable. Desde allí hablo, cuento,
opino. Me impacta una constante, un modo de desdoblamiento, donde el autor le
habla a ese primer otro, el sí mismo. Ajenidad de sí. ¿Espejo? Por parentesco
emocional me remite al distanciamiento brechtiano. Y toca lo cotidiano de modo
que universaliza lo particular; atraviesa lo inmediato circunstancial
alcanzando lo trascendente existencial. En su libro A fin de cuentas, encontramos estos versos: Yo me llevo y me traigo por la vida, /y acarreo conmigo, sin
relevo,/este cuerpo cansino. (…) el tímido, el sin norte, el bifurcado (…) ¿Debo
ser yo, acaso, el guardián de mi cuerpo?
Detecto, en estos versos tomados
de tres poemas diferentes, un yo previo
persistente que se lleva y se trae. No sé en nombre de qué evoco el “Yo es
otro” de Rimbaud.
La poesía de Máximo Simpson no se
transmite literalmente, entendimiento o pensamiento, sino su síntesis, la
concentración asombrosa de su sentido. Poesía con resplandor del lenguaje, por
la lógica revelación que acontece al cabo de la ceguera. Palabra que derrota a
las tinieblas. Palabra inductora de una percepción emancipadora, con energía
que conduce al placer y las sacudidas de la conciencia crítica con el poder
resucitador de una palabra que moviliza las emociones y alumbra la razón.
Palabra con poder de apertura. Que alegra porque adivina, descubre, recupera,
rescata con lo que agrega luz y justicia al escenario de la vida. Provoca
inquietud porque sale desnuda a la calle de la historia, desordena mandatos
académicos tan anacrónicos como anémicos e irrumpe con ropaje plebeyo entre los
cristales de la formalidad. Siento como lector y apunto: poesía sin acrobacias
deslumbradoras. Con ingrediente humanista que la revaloriza. Poesía de cara a
la vida, al suceso humano, a la suerte de la especie. Atenta a la época y a un
lenguaje, y eso le otorga seguro de continuidad. Sobre todo en estos tiempos
marcados por las estridencias de los
medios de comunicación que aniquilan la
soledad y la reflexión. El espectáculo, la hipnosis, la exhibición sobre los
sentidos, el adormecimiento de la recepción hasta la capacidad crítica. Tiempos
de protagonismo histérico. Entonces, dónde se sienta la poesía, la más pudorosa
de las artes, la elegida por Máximo Simpson, dónde su poesía.
Pero que mejor antídoto que la obra de
este poeta por caso, que propicia la comunión entre el que escribe y el que
lee. Oferta iluminadora que señala lo desconocido dentro de lo conocido,
exponiendo la historia, el tiempo propio y el compartido. Que mejor antídoto
que esta poesía que desaparece al mismo poeta para que aparezca el poema. Que
hurga en las aguas más oscuras para rescatar el agua bendita de la
transparencia. Allí el lenguaje común aparece como bien común. Y como toda gran
poesía propone la eternidad porque transgrede salteando lo
circunstancial-temporal. No se trata de un revolté,
un ángel exterminador, sino de un trabajador
que pertenece y participa del paisaje humano. Se me ocurre de pronto –la
historia nos debe el convenio de una paritaria que haba justicia. Porque su
poesía muestra sobre todo, trabajo de conciencia entre el sentimiento individual
y el sentimiento colectivo que asegura el vínculo, el entendimiento. Poesía que
se afirma como documento de la historia humana, Y esta, como toda poética que
merece trascender, es poderoso viento de eternidad. Sus rupturas, sus
innovaciones explican el carácter insurreccional de su poesía, de la poesía.
Entusiasta economista de la palabra, dice directo sin recovecos, con el encanto
de combinar lo imaginario y lo real. Apunto también: esta poesía provoca placer
por el lenguaje que es su gran destinatario. No existe premio ni consagración
que supere el resplandor infinito de un solo verso, uno de esos que
pertenecen a la más honda esencialidad
de la especie, uno solo que alcance para decir la mayor zozobra, la máxima
dicha. A esa naturaleza pertenece esta poesía de Máximo Simpson, a la que
define la misma poesía. Y esa condición no cotiza en bolsa ni opera como valor
de cambio. Está más acá por esperada y necesaria y más allá porque trasciende
lo circunstancial eventual. Este
trabajo, esta construcción, esta apuesta, deviene imposible desafío sin
comprometer la propia vida. Imposible de fundar sin audacia, sin convicción.
Convengamos, esta distinción trasciende lo personal y es extensivo al trabajo
de todos los poetas, a todos los afiliados a la empresa de tamaña entrega, a la
consagración de dones, al trabajo de y con la palabra. Este reconocimiento nos
legitima, nos visibiliza, acredita
ennoblece a todos los que elegimos la poesía para respirar la vida y dar
testimonio de sus luces y sus tinieblas. De allí que se impone expresar a
Máximo nuestra gratitud por sentirnos tan bien representados. Casi nada, este
acto recupera para nosotros el privilegio de sentirnos útiles y necesarios.
Digo: el mayor elogio para este poeta
será no señalarlo como “laureado” sino
como reconocido, como arquitecto/albañil de un edificio estético y musical
construido con los ladrillos de la palabra.
La poesía de Máximo Simpson o lo que es lo mismo, la vida de Máximo
Simpson, su entrega, su desvelo, su apuesta será considerada como su forma de
supervivencia, modo de ser, modo de estar. Puede sonar a utopía ingenua
proponer a la poesía como balsa de
rescate contra el naufragio, pero nadie, nada, puede negar el poder de la
resistencia contra el embate de las oscuridades, el desconcierto, la zozobra,
la iniquidad. La palabra poética también como afirmación de vida, y tributo
humano identificado como la felicidad.
*Palabras pronunciadas por el poeta
Marcos Silber durante el acto Premio a la Trayectoria , otorgado
por la Asociación
de Premiados Argentinos (APA) al poeta Máximo Simpson.
El mismo se llevó a cabo en el
Salón Dorado de la
Legislatura de la
Ciudad de Buenos Aires, el 23 de Octubre de este año.
Magnífico texto de un poeta a otro poeta. Revelación de la verdad profunda del hombre
ResponderEliminar"con-sagrado" a la poesía con todo su ser.La poesía de Máximo Simpson, como bien expresa Silber," se afirma como documento de la historia humana" y, como tal, es testimonio de la entrega del poeta.
Gracias, Aldao, por difundir este documento que hemos apreciado y disfrutado acompañando a Máximo durante ese meritorio homenaje y ahora lo podemos saborear con detenimiento.
Un abrazo.
Celia.
"Y a este suceso como una modesta reivindicación. Entre nos: la justa revancha contra tanta obscena iniquidad."
ResponderEliminarLa poesía de Máximo Simpson es el grito de alerta que advierte la presencia del oscurantismo oculto, agazapado, simulado, en la penumbra del bosque.
Fiesta y agasajo para celebrar a un poeta que nos ha entregado sus vivencias, sus fatigas, para rescatarnos de la confusión del mundo.
Gracias Marcos Silber por tu texto, y gracias Andrés Aldao por difundirlo.
Comparto contigo, Ofelia, tu comentario. La poesía simpsoniana es "el grito de alerta" frente al oscurantismo "oculto, agazapado, simulado"
ResponderEliminarde tantos que, creo por experiencia, enarbolan una espiritualidad falsa acompañada de soberbia intelectual.
Celia.
Todo lo que se refiere a Máximo Simpson ilumina mis ojos, porque no puedo sacarme de la cabeza su figura, sus manos, su palabra cauta, su mirada llena de palabras y a la vez de silencios.
ResponderEliminarPocos autores hay con semejante luminosidad y lo bueno es que otros poetas podamos verlo de ese modo, gracias a Marco Silber por este texto que vuelve a acercarnos a Máximo.
Lily Chavez
Solo un gran poeta como Silber puede encontrar la verdad de la poesía de Simpson, su palabra auténtica, su verdad de vida, la construcción de la palabra inquietante y victoriosa de las sombras que muchas veces nos circundan.
ResponderEliminarFelicitaciones a Máximo por el premio y el agradecimiento a Silber por su discurso.
MARITA RAGOZZA
Felicitaciones!!! Un lujo leer el texto!!!!
ResponderEliminarLa poesía de Máximo es muy singular: no hay labios temblando, corazones rotos, miradas en ojos transparentes. Por el contrario, hay vida cotidiana, amor filial, humanismo, metáforas profundas sin complicarse en lenguas y trabalenguas. Uno de los más grandes poetas argentinos de todos los tiempos presentado por otro insigne poeta. Para mi gusto...
ResponderEliminarandrés