(Barcelona, España, 1952)
es un escritor, traductor y periodista español. Principalmente escribe en
lengua catalana aunque también tiene obra en castellano.
La fe
–Quizá es que no me quieres.
–Te quiero.
–¿Cómo lo sabes?
–No lo sé. Lo siento. Lo noto.
–¿Cómo puedes estar seguro de que lo
que notas es que me quieres y no otra cosa?
–Te quiero porque eres diferente de
todas las mujeres que he conocido en mi vida. Te quiero como nunca he querido a
nadie, y como nunca podré querer. Te quiero más que a mí mismo. Por ti daría la
vida, me dejaría despellejar vivo, permitiría que jugasen con mis ojos como si
fuesen canicas. Que me tirasen a un mar de salfumán. Te quiero. Quiero cada
pliegue de tu cuerpo. Me basta mirarte a los ojos para ser feliz. En tus
pupilas me veo yo, pequeñito.
Ella mueve la cabeza, inquieta.
–¿Lo dices de verdad? Oh, Raül, si
supieses que me quieres de veras, que te puedo creer, que no te engañas sin
saberlo y por lo tanto me engañas a mí… ¿De verdad me quieres?
–Sí. Te quiero como nadie ha sido
capaz de querer nunca. Te querría aunque me rechazaras, aunque no quisieras
verme. Te querría en silencio, a escondidas. Esperaría que salieses del trabajo
nada más que para verte de lejos. ¿Cómo es posible que dudes de que te quiero?
–¿Cómo quieres que no dude? ¿Qué
prueba real tengo de que me quieres? Sí, tú dices que me quieres. Pero son
palabras, y las palabras son convenciones. Yo sé que a ti te quiero mucho. Pero
¿cómo puedo tener la certeza de que tú me quieres a mí?
–Mirándome a los ojos. ¿No eres
capaz de leer en ellos que te quiero de verdad? Mírame a los ojos. ¿Crees que
podrían engañarte? Me decepcionas.
–¿Te decepciono? No será mucho lo
que me quieres si te decepcionas por tan poco. ¿Y todavía me preguntas por qué
dudo de tu amor?
El hombre la mira a los ojos y le coge las manos.
–Te quiero. ¿Me oyes bien? Te quie
ro.
–Oh, “te quiero”, “te quiero”... Es
muy fácil decir “te quiero”.
–¿Qué quieres que haga? ¿Qué me mate
para demostrártelo?
–No seas melodramático. No me gusta
nada ese tono. Pierdes la paciencia enseguida. Si me quisieras de verdad no la
perderías tan fácilmente.
–Yo no pierdo nada. Sólo te pregunto
una cosa: ¿qué te demostraría que te quiero?
–No soy yo la que tiene que decirlo.
Tiene que salir de ti. Las cosas no son tan fáciles como parecen. –Hace una
pausa. Contempla a Raül y suspira–. A lo mejor tendría que creerte.
–¡Pues claro que tienes que creerme!
–¿Pero por qué? ¿Qué me asegura que
no me engañas o, incluso, que tú mismo estás convencido de que me quieres pero
en el fondo, sin tú saberlo, no me quieres de verdad? Bien puede ser que te
equivoques. No creo que vayas con mala fe. Creo que cuando dices que me quieres
es porque lo crees. Pero ¿y si te equivocas? ¿Y si lo que sientes por mí no es
amor sino afecto, o algo parecido? ¿Cómo sabes que es amor de verdad?
–Me aturdes.
–Perdona.
–Yo lo único que sé es que te quiero
y tú me desconciertas con preguntas. Me hartas.
–Quizá es que no me quieres.
Deshojar la famosa margarita en formato de diálogo, muy creativo, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarLa duda, el arma del Diablo!!!
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