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| Merce Sáenz |
POR HOY, SÓLO POR HOY
Era mi vecino. Costado izquierdo de la medianera
Dejó el camión en el lado oscuro de la calle. Se bajó despacio, me miró a las cejas no a los ojos, e inclinó su cabeza.
Con el golpe de la puerta y el motor en marcha cayeron desde el techo algunas hojas pegadas por la lluvia y el viento de hace un rato, desplazo un ruido con la nariz en lentitud lasciva y un chasquido leve de una bahía de whisky en la boca, (parecía el primer hombre queriendo decir palabras).
Escondió la cara y el olor a rancio. Se olía igual
- Sólo por hoy voy a seguir bebiendo, sólo por hoy.
De un cuerpo sensato colgaban brazos con tatuajes simétricos, dos absurdos presagios de un feliz futuro. Una diosa madre y una diosa niña que sólo las vi sobre su piel.
Hice un saludo tonto, ni aliviador siquiera, un murmullo forzado (último rehén de mi boca, último cuándo ya no se sabe qué decir) y quedó cómo si pudiera tocarlo, un fuerte olor a kerosene en el aire.
Volvió a subirse al camión. Es algo que puedo decir aunque no mirara.
Un susto de frente abrazó mi cara, un fogonazo naranja y tremendo.
Conceder, conceder hasta cuándo. Quién le habrá enseñado que todo mal puede ser finito nutrido siempre por la paciencia. Quién le habrá enseñado a no darse por vencido.
Por un segundo pensé que un ángel color mandarina vino a llevarse todo. Después la calle quedó azul sólo de mirarla tanto.
Mercedes Sáenz
Era mi vecino. Costado izquierdo de la medianera
Dejó el camión en el lado oscuro de la calle. Se bajó despacio, me miró a las cejas no a los ojos, e inclinó su cabeza.
Con el golpe de la puerta y el motor en marcha cayeron desde el techo algunas hojas pegadas por la lluvia y el viento de hace un rato, desplazo un ruido con la nariz en lentitud lasciva y un chasquido leve de una bahía de whisky en la boca, (parecía el primer hombre queriendo decir palabras).
Escondió la cara y el olor a rancio. Se olía igual
- Sólo por hoy voy a seguir bebiendo, sólo por hoy.
De un cuerpo sensato colgaban brazos con tatuajes simétricos, dos absurdos presagios de un feliz futuro. Una diosa madre y una diosa niña que sólo las vi sobre su piel.
Hice un saludo tonto, ni aliviador siquiera, un murmullo forzado (último rehén de mi boca, último cuándo ya no se sabe qué decir) y quedó cómo si pudiera tocarlo, un fuerte olor a kerosene en el aire.
Volvió a subirse al camión. Es algo que puedo decir aunque no mirara.
Un susto de frente abrazó mi cara, un fogonazo naranja y tremendo.
Conceder, conceder hasta cuándo. Quién le habrá enseñado que todo mal puede ser finito nutrido siempre por la paciencia. Quién le habrá enseñado a no darse por vencido.
Por un segundo pensé que un ángel color mandarina vino a llevarse todo. Después la calle quedó azul sólo de mirarla tanto.
Mercedes Sáenz
Mercedes combina con maestría la realidad de una imagen cercana con la fantasía del buen escritor. Me encanta el uso que hace de los colores y como siempre, uno sale ganando de la lectura para apoyarse y seguir. Un abrazo. marta comelli.
ResponderEliminarMercedes siempre encuentra la manera de relatar los hechos de todos los días convirtiéndolos en poesía. Hermoso texto para releer y disfrutar.
ResponderEliminarAdjetivos precisos que tonifican a los sustantivos, ambiguedad en un clima de tensión narrativa adornada con imágenes coloreadas, equilibrio y síntesis para que el lector disfrute leer, saludos, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarlOS MANEJOS TONALES QUE MERCE MANEJA EN ESTE ESCRITO PONE EL COLOR A ESTA HISTORIA DE SERES HUMANOS. Y SIEMPRE EN EL ESTILO TAN PROPIO Y PECULIAR DE MERCEDES. UNA GEMA EN PROSA...
ResponderEliminarANDRÉS
Imágenes sugerentes, no definidas, abiertas, en una expresión perfecta de minimalismo en el uso de las palabras y con tanto contenido.
ResponderEliminarLos colores acompañan este esplendoroso relato.
Felicitaciones, Merci, y cariños.
MARITA RAGOZZA
Merci querida , como siempre una alegría encontrarte y leer esas letras maravillosas que dejan ese sabor tan intenso...agridulce. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarAbsorta en ese cierre color mandarina de una explosión necesaria, liberado a ese “murmullo forzado (último rehén de mi boca…cuando ya no se sabe que decir)”, intuyo que el tema del alcoholismo da para mucho. También me teñí de todo el azul, mirando esa calle...
ResponderEliminarMi abrazo, Merci. Sólo hoy descubro tu generosidad con mis comentarios. Muchas gracias, querida poeta del decir cotidiano.
ElsaJaná.
Admiro la creatividad maravillosa que te permite, Merci, incluir tamaño relato con musicalidad, formas, movimiento, olores y colorido, munido de voces e imágenes mentales. Todo eso en un simple saludo. Así sos, escritora Merci. Te admiro. ElsaJaná.
ResponderEliminarMuchas gracias Andrés por la elección y la publicación. Muchas gracias.
ResponderEliminarA quienes hayan dejado sus comentarios quiero decirles que los aprecio profundamente, son de mucho valor para mí. Cada uno de ustedes lo es. Muchas, muchas gracias.
Los abrazo con todo el corazón
Mercedes
No es la primera vez que me fascina un relato tuyo pero en éste quedé encandilada . La luz naranja , la calle azul, y una vida tatuada por diosas que no existen con olor a kerosene. Felicitaciones
ResponderEliminarCristina Pailos