yo soy borges
Estimada seňora
Ester Mann:
Durante veinte
aňos he redactado esta carta de cien maneras diferentes, pero recién hoy,
después de tanto tiempo, me he decidido a escribirla.
Antes de
presentarme, debo decirle que conozco y admiro su trabajo de periodista. Todas
las semanas leo con atención el suplemento literario del diario en el que usted
escribe y nunca me ha defraudado... Sé tambien que su especialidad es la obra
de Jorge Luis Borges y esto es lo que me impulsó a escribirle. Creo que es usted
una persona seria y espero que lea esta carta hasta el final aunque le parezca
un delirio de viejo, de viejo, sí, ya que esta semana cumplí 89 aňos.
Mí edad me ha
obligado a escribirle. Ya no me queda mucho tiempo y mi imaginación trabaja sin
descanso. Me asusta pensar que moriré sin que nadie sepa la verdad, sin que
nadie sospeche que el Seňor Borges no fue el verdadero autor de toda la literatura
que se le atribuye.
Pero me estoy
adelantando... Me arriesgo a que usted haga un bollo con este papel y lo tire
al canasto.
Me llamo Jacinto
Chiclana (sí, no se asombre) Nací en
Buenos Aires en 1915 y mi vida fue normal hasta los 20 aňos. Ahí cambió todo:
una maldita noche de juerga maté a un hombre. Por diversas circunstancias que
no hacen al caso, me internaron en el
Vieytes, donde transcurrió la mayor parte de mi vida adulta, hasta que
en el 85 un mediquito joven y con ganas de cambiar cosas me dió el alta. Desde
ese momento intenté contactarme con Borges, pero él ya estaba enfermo, al poco
tiempo se fue del país y no pude hablarle.
Siempre me gustó
escribir, ya desde chico escribía cuentos y obritas de teatro, en la
adolescencia poemas y ensayos. No pensaba en esa época que mis trabajos
tuvieran algún valor, simplemente escribía... Estudiante de ingeniería en la Universidad , mi futuro
estaba encaminado a la construcción, no al arte. Pero, cuando mi destino se
desplegó, convirtiéndose en adversa realidad y me ví internado en un manicomio,
con la alternativa de salir de allí para ir a parar a la cárcel, la escritura
fue mi refugio, mi única posibilidad de olvidar el medio que me rodeaba y
amenazaba convertirme en un loco de verdad. Tambien influyó el estímulo
constante del poeta Jacobo Fijman...
Todo esto a
usted no le interesara pero debo aclarar loshechos para que no queden dudas en
su mente. Por los aňos 40, apareció en el loquero un periodista de cierto
renombre, con la idea de escribir una serie de artículos sobre la vida de los
pobres infelices del Borda... Si, como usted ya supone, era él, Borges.
Me llevó varios
meses acopiar el valor necesario para hablarle y entregarle algunos
manuscritos. El me trató con mucha amabilidad, prometió leerlos y darme su
opinón.
En una posterior
visita me detalló el interés de su editor por mis trabajos, instándome a
continuar.
Yo ya me veía
publicado, entrevistado, viajando por el mundo para presentar mis libros:
libre...
Por supuesto, no
fue así. Mi noción del tiempo en esa época era muy difusa: recibía cada quince
días, como todos los internados, electroshocks. Sumado a la cantidad de
sedantes con que nos atiborraban diariamente, vivía en una especie de nebulosa
y no percibía cuánto tiempo transcurría entre las visitas del periodista. Cada vez que llegaba, le entregaba nuevos
manuscritos y recibía a cambio nuevas promesas y confirmaciones...
Concretando: el
famoso cuento “El acercamiento a Almotasin” que figura en todos los manuales
como un ejemplo de ficción y que analiza un libro inexistente es en realidad
una obra que el Sr.Borges escribió basándose en mi manuscrito de igual nombre.
¡Sí! Yo escribí “El acercamiento...” y este ilustre escritor lo evaporó,
publicando la crítica de un libro presuntamente imaginario. ¡Cómo fue admirado!
Y yo sumido en mi ignorancia, esperando ver los resultados de sus gestiones.
Hoy pienso que cuando, en una entrevista, Borges afirmó que él escribe para sí
mismo, y continuaría haciéndolo aunque nadie lo leyera, seguramente pensaba en
mí.
Así podría continuar dando ejemplos, pero la
falta de pruebas de lo que afirmo me frena. En efecto, no tengo forma de
demostrar lo que asevero: entregué los originales a Borges y nunca me los
devolvió... Han pasado muchos aňos y todas las personas involucradas han
muerto: médicos que me veían escribir, enfermeros que fueron testigos de mis
entrevistas con este señor, familiares con los que compartí mis esperanzas...
Para demostrar
mi sinceridad debo aclararle que el lenguaje que caracterizó a Borges no es el
mío. En efecto, confieso que él pulió mis cuentos y fantasías otorgándoles su
propio idioma, agregándoles citas en latín, francés o inglés. Yo no era un
hombre tan culto. Sólo contaba con la educación escolar y universitaria además
de la lectura de todo cuanto caía en mis manos. Pero, de todas maneras él
tendría que haber compartido conmigo su gloria. Despues de todo, yo le dí ideas
y argumentos que lo llevaron a la notoriedad. ¿Alguien puede recordar qué
escribió Borges antes de 1940? ¡Por
supuesto que no! ¡Sus ensayos y
artículos periodisticos hubieran muerto de vejez mucho antes que él!
Antes de
terminar mi carta le aclaro que durante todo el tiempo de mi internación nunca
supe que Borges se había convertido en un escritor reconocido mundialmente:
siempre creí que seguía siendo un periodista. En 1985, cuando quise conectarme
con él, me dirigí al diario en el que él había colaborado cuarenta años atrás,
ahí me enteré quién era Jorge Luis Borges y empecé a leer su obra una y
otra vez... Créame que la conozco de memoria...
A esta altura,
usted se preguntará qué es lo que quiero... bueno, no mucho... Desearía tan
solo que venga a verme, que me entreviste, que publique en su diario el
resultado de la conversación y las conclusiones a las que ha llegado. En fin,
deseo, finalmente, compartir con alguien este secreto que ha angustiado mi vida
en los últimos veinte años. El reconocimiento del mundo, aunque fuere a través
de una sola persona: usted, sería un consuelo y me permitiría morir en paz. Quedo
a la espera de su respuesta con la expectativa de ser comprendido,
Suyo, Jacinto Chiclana
* * * * *
Pasaron
algunos días, terminé algunos trabajos que tenía entremanos y me acerqué a la
dirección que Chiclana me indicó. Me abrió la puerta una mujer joven que dijo
vivir en esa casa desde hacía unos meses. No conocía al Sr.Jacinto Chiclana ni había oído nunca
su nombre. Me dirijí a la casa vecina y allí tuve más suerte: habían conocido
al anciano Sr.Chiclana, pero éste había
muerto varios años atrás. Al mostrarles el sobre con el sello de correos del
mes anterior me miraron perplejos: no sabían nada.
Volví
a mi oficina; no compartí con nadie este asunto. No quería ser objeto de las
cínicas burlas de mis compañeros que siempre me acusaban de ser una pobre
ingenua. Tampoco me decidía a hacer un bollo y tirar la carta a la basura.
La guardé en una carpeta y pretendí olvidarla. Pero no podía; una y otra vez la
revisaba para comprobar la fecha del sello de correos.
En
diciembre de ese mismo año, cuando el Director del diario me pidió algún
artículo para el Día de los Inocentes, sin pensarlo, siguiendo un impulso
irrefrenable, publiqué la carta. ¿Debo decir que en Navidad recibí un triple
aguinaldo como premio a mi originalidad?
Una vez
más, alguien recibía los laureles que pertenecían a Jacinto Chiclana...
© Ester
Mann
Qué fuerte!!
ResponderEliminarUn abrazo
Que maravilla Nurit! Tuve que leerlo dos veces .
ResponderEliminarMagnífico, inesperado ...me parece que yo no sería capaz de tal originalidad.
Abrazo .
amelia
Ester Mann logra expresar en este relato - fantasía la invención de Borges: la invención de un lenguaje y con él la de un mundo. Nuestra amiga se desdobla para presentarnos un relato que es cuento en el sentido que se ha atribuido a este género tan singular.
ResponderEliminar¿Es Pierre Menard en la aplicación infinita de la creación literaria? Ester nos deja en la incertidumbre, pero nos ha abierto un espacio para comprender a Borges y seguir sus pasos en la composición de sus obras.
Descifrarlo sería tan imposible como rehacer el Aleph. Lo que aquí hemos leído es un juego de inteligencia y artificio, como la narrativa del gran escritor argentino.
Gracias, amiga, por darnos este breve relato maravilloso.
Un beso.
Alejo
Hablar de Jacinto Chiclana con Borges y su maravillosa prosa, es lo mismo, me parece. El Gran Escritor (este era su rasgo esencial de perdonalid, creo. El sentido de su vida. No puede haberse arrepentido como versa un poema atribuido a Borges y tal vez apócrifo); siempre cuenta quien le presto el argumento de sus cuentos. Pero tal vez este cuento-ficccional sea real y sea los protagonistas de sus escritos los que tienen el merecido mérito de la cuidadosa y bella prosa de BORGES. Felicitaciones Ester.
ResponderEliminarGraciela Ur.
Un singular juego literario que atrapa al lector que se ve obligado a respetar el pacto ficcional, saludos, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarLa irrealidad de un ficción no es lo fantástico, sino lo siempre posible en la realidad que logra esta maravillosa historia eN un ingenioso juego de ocultación y revelación.
ResponderEliminarLa autora logra la credibilidad del lector.
Felicitaciones, Ester, y cariños.
MARITA RAGOZZA