Amelia Arellano |
“No hay que tener miedo ni de la pobreza, ni del destierro,
ni de la cárcel, ni de la muerte.
De lo que hay que tener miedo es del propio
miedo”
E. DE FRIGIA
E. DE FRIGIA
Doña Juana es gorrión y pradera.
Carga sus ochenta rosas penitentes.
Levemente.
Cual si fueran pétalos de seda.
De cristal. De vuelo de palomas.
Ha evadido el valle de las amarguras.
Y ama, apasionadamente.
Esta arena, esta tierra arcillosa que es su boca.
No le teme a la pobreza.
Es solo un monstruo ponzoñoso, dormido.
La ha escuchado llegar como el retumbe de mil potros salvajes.
Y le ha abierto la puerta, de par, en par.
La puerta de entrada y la puerta de salida.
-Solo es cuestión de tiempo-
Conoce la pobreza, como el río natal.
La ha visto trepar sobre la roca niña.
En los jazmines, en los sauces, en los palos santos.
En las madre - selvas varicosas.
En su luz. En las alas del sol.
En los techos espejados de escarcha.
En el agua oculta bajo la hiedra seca.
En su sed y en sus vides.
En su hambre y su saliva amarga.
En dulcísima pulpa de duraznos tempranos.
En sus benditas manos rocallosas.
En su oficio de ayeres.
En su canto de salvaje alegría.
En su canto... y su perenne eco.
Un eco, y otro eco, y miles ecos más.
Carga sus ochenta rosas penitentes.
Levemente.
Cual si fueran pétalos de seda.
De cristal. De vuelo de palomas.
Ha evadido el valle de las amarguras.
Y ama, apasionadamente.
Esta arena, esta tierra arcillosa que es su boca.
No le teme a la pobreza.
Es solo un monstruo ponzoñoso, dormido.
La ha escuchado llegar como el retumbe de mil potros salvajes.
Y le ha abierto la puerta, de par, en par.
La puerta de entrada y la puerta de salida.
-Solo es cuestión de tiempo-
Conoce la pobreza, como el río natal.
La ha visto trepar sobre la roca niña.
En los jazmines, en los sauces, en los palos santos.
En las madre - selvas varicosas.
En su luz. En las alas del sol.
En los techos espejados de escarcha.
En el agua oculta bajo la hiedra seca.
En su sed y en sus vides.
En su hambre y su saliva amarga.
En dulcísima pulpa de duraznos tempranos.
En sus benditas manos rocallosas.
En su oficio de ayeres.
En su canto de salvaje alegría.
En su canto... y su perenne eco.
Un eco, y otro eco, y miles ecos más.
Amelia Arellano
"Doña Juana es gorrión y pradera."
ResponderEliminarElla está en la naturaleza, es la naturaleza, es por eso que puede abrir la puerta de entrada y de salida al dolor y a la pobreza, sin temor.
Gracias Amalia por tu poesía
Ofelia
Y hasta es posible que sienta que tiene demasiado y se solidarice con quienes no tienen nada y se apiade de algún niño en un balcón de la ciudad con la visión ensombrecida por otros edificios. Muy lindo
ResponderEliminarCristina Pailos
La autora comprende la diferencia entre miseria y pobreza.
ResponderEliminarPor eso el poema es un canto a todas las Juanas que en el esfuerzo cotidiano no pierden la alegría de vivir, que no buscan primeros puestos ni éxitos, solo el amor por el amor.
Me encantó.
Felicitaciones, Amelia, y saludos.
MARITA RAGOZZA
En el eco está la esperanza de las Juanas, un poema inteligente, felicitaciones, C.A.T.
ResponderEliminarEn el repetido sonido de la pobreza, la experiencia, alma de todas las virtudes cumple su designio a través del amor y la vida vuela por la pradera.
ResponderEliminarFelicitaciones
Amelia poeta escrutadora reaviva, en la belleza aún tibia, en este poema, el coraje altivo y fundador de las viejas madres, pioneras de todas las praderas.
ResponderEliminarun cántico de gloria y alegría
palpitante!
Julio Taborda Vocos
La riqueza de la naturaleza y el encanto de Doña Juana gorrión me dejaron un sentimiento tierno y motivos para pensar. Estas lecturas son apacibles y conllevan un gran mensaje.
ResponderEliminarUn abrazo
Betty