viernes, 25 de mayo de 2012

Carlos Arturo Trinelli


Carlos Arturo Trinelli


Vejez

     La observo ir y venir por la casa con lo que considero una energía mal canalizada. Me fastidia que ordene sobre lo ordenado. Ese desorden lógico que implica que halle mi lapicera fuera del lapicero, mi libro fuera de la biblioteca, mi periódico fuera del revistero. Como a partir de cierta edad ya está todo dicho, me callo, hago de cuenta que estoy solo. La soledad en pareja es un infierno consentido. Lo acepto ya que el amor, aunque une, es solitario y paradojal. Nadie te lastima más que el ser amado y no lo hace a propósito. Está en la naturaleza del amor. Puede matar y no ser culpable.
     La persona amada es un misterio. Sólo el amante puede confirmar su identidad. Yo, como Pigmalión, creé una estatua y me enamoré de ella, le di vida para verla de igual a igual.
     Ahora solo queda la palabra y el carácter insoportable de los sufrimientos morales que ocasiona la vejez de la mano de una libertad que antes no se tenía.
.    En la vejez se toma conciencia de que la felicidad es efímera ante la tan esperada disolución del yo y llega el escepticismo.
     La sociedad no ayuda, me refiero a la sociedad Occidental gestora de un aumento del deseo sexual hasta lo insoportable y esos deseos resultan cada vez más difíciles de ser satisfechos. Solo queda el deseo del deseo y eso produce repugnancia. En definitiva, ser viejo está mal visto. Uno se convierte en un hombre fuera de lugar.
     Cuando afirmo que mi esposa canaliza mal la energía lo digo en el convencimiento de que toda energía es exclusivamente sexual y que cuando fenece muere el núcleo de la vida. Palabras más o menos me lo dijo Schopenahuer: La vida es una representación teatral que inician actores vivos y concluyen autómatas con sus ropas.
     El sexo es una obsesión a veces peor que la que sentimos por la muerte. No en vano los franceses definen al orgasmo como la petite morte.
     Veo esas muchachas con los pechos contenidos apenas por remeras ajustadas y creo sentir en mis manos esas redondeces firmes de crestas crispadas. Luego y de atrás las espaldas rectas que se ciñen en las cinturas finas que suben y crecen en nalgas carnosas.
     Me sorprende que también admire a los muchachos con los físicos trabajados en horas de gimnasio y la virilidad que emanan. ¿Será que la vejez nos reconcilia con los griegos?
     Hace poco, mi mujer y yo lo intentamos. No pudimos. El entusiasmo inicial cedió a la resignación y es que del placer y del egoísmo de toda relación sexual, en nosotros solo sobrevive el segundo, la negación de todos los valores. No voy a dar detalles. Lo aceptamos sin rebeldía, aceptamos la nada. Ella aceptó la nada, yo no porque tengo el recuerdo y lo que se recuerda es salvado de la nada que anonada. Terminamos en una animada conversación sobre los nietos que disimuló el abismo que no nos animamos a saltar.
     Hay una vecina, separada y con implantes mamarios, según información aportada por mi esposa, que alienta mis fantasías. Se detiene a conversar cuando leo el diario en el porche o cuando nos encontramos por la calle. Los temas son banales pero a veces se prestan a ese juego ambiguo de la seducción, ejercicio para el que no he perdido la práctica. A mi edad se entiende mejor el juego precisamente por estar fuera de él.
-Sos un viejo verde, se burla mi esposa y yo contra ataco proponiéndole un menaje a trois.
     Ella, con la inveterada costumbre de hablarme desde otro sitio, me responde desde el lavadero y no la oigo. Hace tiempo adoptó este sistema que despierta mi ira. Ella se defiende y me acusa de sordo. Más bronca que me hace pensar en las soluciones vulgares: píldoras y prostitutas.
     Una vez tomé una píldora, fuimos al cine y a cenar, comió algo que le cayó mal y yo terminé mi noche masturbándome en el baño.
     Las prostitutas nunca fueron mi fuerte y por otra parte la culpa me haría sentir como un íncubo.
     Yo amo el recuerdo de la luz que irradiaba mi mujer a tal punto luminosa que era una forma de violencia.
     Desde hace un tiempo se reúne los miércoles con un grupo de viejas amigas (literal), a rezar el rosario. Pareciera que las actividades religiosas se agigantaran a medida que dejan atrás la menopausia.
     Un miércoles cualquiera, decidido a comenzar la reconquista, la fui a buscar. Este tipo de sorpresas supieron conmoverla cuando éramos jóvenes.
     En el lugar una vieja en batón, me informó que las reuniones eran una vez al mes y que mi esposa no siempre asistía. De regreso, en casa, llamé por teléfono a mis hijos, no pregunté por ella y aguardé a que ellos lo hicieran: -no está, se fue a la reunión de las plañideras.
     Cuando volvió la mirada le brillaba.
-Te fui a buscar a la casa de Leonor
     Inalterable me respondió que el rosario se había suspendido y había aprovechado para visitar a nuestra hija y ver a los chicos. No la desmentí. -Me cambio y cenamos, dijo. La tomé de un brazo y la atraje hacia mí, una sonrisa concupiscente me alumbró con la luz añorada y esa noche tuvimos sexo. 


                                                                                         



                                                                                           

10 comentarios:

  1. Siempre fuiste un excelente narrador y creo que ninguna ya letra puede cambiar eso. Tu cuento nro. 100 es muy bueno y este creeme Pat es de una habilidad y una mirada tremenda, puntual, parece cierta, no importan si existen los personajes. Lo que transmite al hemisferio izquierdo es de una exactitud extrema. El final no puede ser mejor.
    Felicitaciones tehuelche, realmente un maestro!!!
    Abrazo
    Chacha

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  2. El vínculo amoroso no tiene edad. Creo , si , que hay que demitificar , ya no serán mariposas en el estomago , pero la compañía , el sostén, la madurez son una buena forma que se mantiene y se fortalece con los años.
    Saludos, Trinelli.
    amelia

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  3. Nada mas real que ese relato, tipica pareja de viejos, se fue la ilusion el amor, y solo queda la compañia, a veces y casi siempre mal parada con achaques, miedos, sido aburrimiento. La falta de ilusiones.
    Casi siempre tambien en estos tiempos si no es uno es otro el que busca yencuentra a pesar de los años esa ilusion en otro lado,
    Parece ser que eso renueva el interes digamos del que ha digamos traicionado, Vanidad? amor propio o miedo a perder ese monotono aburrimiento que se parece al miedo a perder la vida, cuando se esta en peligro. Muy bueno tu relato.
    Carmen Passano

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  4. Ah, aquí estoy amigo, hubo ceño fruncido y sonrisas mientras leía. Tu narrativa es siempre así, incluye al lector, en sus vivencias, en sus verdades, en sus mentiras, en sus apasionamientos, en sus cobardías...y es tan veridico, tan auténtico, tan vívido , tan creíble, real que sólo queda apreciar lo literario, dejarse como siempre digo, maravillar por aquello que se cuenta y se cuenta bien.
    Un abrazo

    Lily Chavez

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  5. Mas que un relato es el Habeas Corpus de la vejez a través de la mente del esposo...pero tan coloquial como verídico y como siempre superando el bien leído 100 y con esa picardía que apaga y enciende la huella de su lectura.
    Saludos

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  6. Este relato de Trinelli es la imaginación de Trinelli sobre la vejez que él fantasea... Ël, que no es un "viejo" sino un joven escritor y que toca el tema de la vejez. nos ofrece un relato con citas ingeniosas, y situaciones jocosas, y planteos que nos mueven a la sonrisa. Con el talento de siempre, pero yo me pregunto: ¿así en verdad es la vejez? Tengo mis dudas y mi... envidia.
    un abrazo al autor, andrés

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  7. Nada más cierto que la rutina es la tumba del amor, quien logra evadirse de ella logró el amor eterno....Muy bien relatado, Arturo, como siempre. Ah! Y para romper la costumbre, muchas cosas valen!!!

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  8. Imaginativo, simpático y cotidiano. Y con final en libre expansión. El amor tiene sus cosas. Y el sexo hace de las suyas. Abrazo. Felicitaciones por los 100 pasados y los venideros. ElsaJaná.

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  9. El tema se centra en una de las tantas realidades humanas, donde puede valer algunas situaciones no convencionales para unirse.
    Me pareció interesante que el autor expresara esa escondida aspiración de muchos hombres con respecto a pretender hacer de su mujer otra Pygmalión.
    Otro cuento que atrapa y divierte.
    TE debo muchas sonrisas, Carlos, yo que soy melancólica por naturaleza.
    Saludos.
    MARITA RAGOZZA

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  10. Como siempre, podés presentar las situaciones humanas más preocupantes y siempre reales con gran sentido del humor. Hay mucha observación para adentro y hacia el mundo. Hay reflexiones sobre el transcurrir de la vida pero no por mucho mirar para atrás dejan de convivir aquí el "viejo verde" y "el pendejo" como debe ser. Te lo dice alguien que en la crisis de la menopausia sintió que se le mezclaba con la crisis de la adolescencia crónica. Me gustó muchísimo
    Cristina Pailos

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